VIGÉSIMO SEXTO DOMINGO
TIEMPO ORDINARIO, CICLO B
TIEMPO ORDINARIO, CICLO B
30 DE SEPTIEMBRE
“El que os dé a beber un vaso de agua porque seguís al Mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa” (Mc 9,41).
En el Evangelio de este domingo hay un versículo sobre el que quiero hacer unas reflexiones espirituales: “El que os dé a beber un vaso de agua porque seguís al Mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa”.
No hay cosa que cueste tan poco o nada como dar un vaso de agua a quien tiene sed, virtud que es una de las obras de misericordia corporales: “dar de beber al sediento”. Y sin embargo, no quedará sin recompensa en el Reino de los Cielos. Con esta frase Jesús nos quiso enseñar que lo pequeño se hace grande por amor, y lo grande pequeño si se hace con poco amor o no vale nada, si se hace sin amor. Porque todo lo que se hace por Él, sea bueno o malo, es grande, porque Dios es grande. Es más, todo lo que se hace además en estado de gracia, aunque sea pequeño, merece Cielo.
A los hombres, por inclinación natural, nos gusta hacer cosas importantes, de gran valor social, artísticas, que se sepan, se vean, sean del aplauso de todos, nos den fama, prestigio y nos reporten ganancias económicas. La vanidad, el egoísmo y el dinero idolatran al hombre. Apetecemos desempeñar cargos importantes, oficios de resonancia popular, realizar grandes obras que perduren en el tiempo; y rechazamos los puestos sencillos de trabajo, humildes, escondidos, porque no son estimados en el mundo.
En cambio, el criterio de Dios en la valoración de las obras es diferente, porque las cosas no valen por su valor intrínseco, como son en sí o son valorados por los hombres, sino por el amor o motivación con que se hagan.
Recetas para hacer grandes las cosas pequeñas
- Una sonrisa que sale del corazón y se proyecta con luminosidad sobre la persona a quien se quiere o se regala con sacrificio a quien a uno le cae “gordo”;
- una palabra cariñosa a tiempo o destiempo, venciendo las contrariedades del momento;
- una expresión de dulzura en la mirada que se regala al prestar un servicio;
- un gesto de atención o preferencia que se hace con caridad o cariño con rostro sonriente;
- una pequeña mortificación al no preguntar por curiosidad lo que gustaría saber al momento;
- el silencio majestuoso de no quejarse del frío, del calor, de las comidas, del dolor y de las cosas que no gustan;
- callar durante un tiempo lo que te gustaría decir al momento;
- preguntar por curiosidad malsana las cosas que no importan ni reportan bien alguno;
- no manifestar contrariedad a quien no se ha portado bien con uno;
- saber disculpar en el pensamiento, corazón, oración y acción los ingratos comportamientos que se reciben de aquellos a quienes se les ha hecho bien;
- mantener una conversación con quien no merece la palabra, resulta pesado durante un tiempo prudente y caritativo;
- saber agradecer un detalle insignificante que no tiene importancia;
- guardar en el corazón con silencio virtuoso y comprensión caritativa las palabras molestas de los que desequilibran la sensibilidad;
- aguantar al impertinente con paciencia y caridad;
- conversar amablemente el tiempo preciso con quien se tiene que atender por oficio, y no manifestar prisas a quien se está atendiendo en cosas necesarias, mirando constantemente el reloj;
- ejercitar la humildad, caridad y prudencia con quien molesta;
- no hablar de uno mismo ni bien ni mal por sistema;
- no mandar a quien depende de uno las cosas que uno mismo puede hacer;
- ofrecer a Dios el buen obrar que uno hace y la gente no entiende, confunde o le parece mal;
- ser interpretado por otros de manera diferente a como uno es y obra;
- sufrir la humillación de los desplantes que no se merecen;
- ser tratado con menosprecio o no ser reconocido por las buenas obras;
- ocupar el tiempo de la espera obligada en conversación amorosa con Dios;
Estas y otras miles de cosas o cosillas, que no se estiman en la vida, tienen premio eterno en la otra vida.
¡Qué grande es Dios que se hizo pequeño por amor al hombre, y qué grande es el hombre, que, siendo pequeño, se hace “dios” por amor!
Hace muchos años compuse esta poesía que a continuación trascribo:
LAS PEQUEÑAS COSAS GRANDES
¡Qué pequeñas son las arenas
de los ríos y los mares separadas,
y qué grandes y fuertes se convierten,
si se hermanan con la masa y las aguas!
Así son las pequeñas cosas,
que por sí mismas valen poco o nada,
pero se hacen grandes
por el amor con que se hagan.