sábado, 25 de noviembre de 2023

Solemnidad de Cristo Rey. Ciclo A

 

Como todos sabemos, hoy celebramos la fiesta litúrgica de la solemnidad de Cristo Rey. Aprovechamos esta ocasión para explicar el significado del nombre de Cristo Rey.
Los conceptos humanos no pueden aplicarse en sentido literal a las realidades divinas, sino en sentido metafórico o acomodaticio. Por consiguiente. Cristo Rey no tiene el mismo sentido que Felipe VI, Rey de España, por ejemplo.

¿Por qué decimos que Cristo es Rey?

Por dos razones principales: porque Cristo es Dios y es Redentor de todos los hombres. Por ser Dios, es Creador de todas las cosas, y, por consiguiente, dueño y señor de todo, rey, que tiene dominio total y universal sobre toda la creación visible e invisible que gobierna con omnipotente sabiduría y bondad misteriosa: y, por ser Redentor, gobierna por medio de la Iglesia a todos los hombres a quienes redimió con su sangre divina para la salvación eterna.

Alguien ha dicho que en los tiempos actuales no conviene utilizar el título de Cristo Rey, porque la gente lo identifica con un partido político extremista en ideas y acciones, que lleva este nombre: Guerrilleros de Cristo Rey. Pero esta propuesta es antibíblica. Este apelativo está inspirado en la Biblia y no puede sustituirse, sino explicarse en el sentido espiritual y místico que le corresponde.

Si Cristo es Rey es porque tiene un Reino. ¿Cuál es el Reino de Cristo?

El reino de Cristo Rey es distinto a todos los reinos del mundo en su naturaleza, composición, gobierno y fines. Es el misterio de la Iglesia. Realidad sobrenatural humanamente inconcebible, que puede estructurarse en ocho etapas sucesivas:

1ª CONCEPCIÓN

Hablando en lenguaje teológico, la Iglesia tiene origen trinitario, fue concebida eternamente por la Santísima Trinidad en la planificación de la creación del hombre. Dios previó el pecado del hombre, y determinó eternamente enviar a su Hijo Unigénito al mundo, para que haciéndose hombre realizara la Redención universal de todos los hombres, mediante la Iglesia, Reino de Cristo.

2ª PREPARACIÓN EN LA CREACIÓN

Dios, después de la creación de los ángeles, seres espirituales celestes que formarían parte integrante de la Iglesia, preparó el lugar donde se iba a desarrollar la Historia de la Iglesia, creando el maravilloso mundo en que vivimos, escenario del gran misterio de la Redención.

Creó luego al hombre en estado de gracia, elevado al orden sobrenatural y con los privilegios de la integridad, sin la concupiscencia pecaminosa, impasibilidad, libre de la muerte. “El Padre eterno creó el mundo por una decisión totalmente libre y misteriosa de su sabiduría y bondad. Pero el hombre pecó y perdió la gracia y los dones que Dios le había regalado".

Entonces Dios le perdonó y decidió elevar a todos los hombres a la participación de la vida divina en su Hijo "y dispuso convocar a los creyentes en Cristo en la santa Iglesia". Esta “familia de Dios” se constituye y realiza a lo largo de las etapas de la historia humana, según las disposiciones del Padre.

Por consiguiente, el reino de Cristo o la Iglesia fue “prefigurada” ya desde el origen del mundo y preparada maravillosamente en la historia del pueblo de Israel y en la Antigua Alianza: se constituyó en los últimos tiempos, se manifestó por la efusión del Espíritu, y llegará gloriosamente a su plenitud al final de los siglos (LG 2: Cat 759).

3ª INICIO

En un sentido amplio la Iglesia empezó a existir en el mismo momento en que el hombre cometió el pecado original y se le anunció la venida del Redentor, Jesucristo, con estas palabras: “Pongo hostilidades entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo: ella herirá tu cabeza cuando tú hieras su talón” (Gén 3,15). Es, por así decirlo, la reacción de Dios al caos provocado por el pecado (Cat 761).

4ª PREPARACIÓN

Se empezó a preparar con la vocación de Abrahán y la elección de Israel como Pueblo de Dios (Gn 12, 2; 15, 5-6). Durante siglos, a lo largo de la historia del pueblo de Israel, Dios fue anunciando en el Antiguo Testamento la Buena noticia en las Escrituras (LG 5), es decir la llegada del Reino de Dios. Primero lo hizo por medio de los patriarcas y después por los profetas, hasta que llegó la plenitud de los tiempos con el nacimiento de Jesús.

5ª NACIMIENTO

Se puede decir con propiedad teológica que la Iglesia empezó a existir en su inicio cuando el Hijo de Dios fue engendrado en las entrañas purísimas de Santa María por obra del Espíritu Santo; y nació en su cabeza con el nacimiento de Jesús en Belén.

6ª FORMACIÓN

Cristo, durante su vida pública, fue formando la estructura de la Iglesia empezando por la elección del Colegio Apostólico con Pedro a la cabeza.

Promulgó, luego las Bienaventuranzas en el sermón de la Montaña, que son la Constitución esencial de la Iglesia: y con su Palabra, explicada principalmente en parábolas, y la realización de milagros probó su condición de Hijo de Dios, Mesías, Redentor de todos los hombres.

Instruyó a sus Apóstoles sobre los secretos fundamentales del misterio de la Iglesia, y luego, antes de subir a los Cielos, les encomendó la misma misión que Él recibió del Padre: “Como el Padre me ha enviado, os envío yo también” (Jn 20,21), y por fín les confirió plenos poderes para anunciar el Evangelio: santificar la Iglesia y gobernarla hasta el fin de los tiempos con la garantía de su presencia: “Se me ha dado plena autoridad en el Cielo y en la Tierra. Id y haced discípulos de todas las naciones, bautizadlos, consagradlos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, y enseñadles a guardar todo lo que he mandado: mirad que yo estoy con vosotros cada día, hasta el fin del mundo” (Mt 28,18-20).

“La Iglesia, enriquecida con los dones de su Fundador y guardando fielmente sus mandamientos del amor, humildad y renuncia, recibió la misión de anunciar y establecer en todos los pueblos el Reino de Cristo y de Dios” (LG 5)

7ª CONSTITUCIÓN

“Cuando el Hijo terminó la obra que el Padre le encargó realizar en la Tierra, envió al Espíritu Santo, el día de Pentecostés, para que santificara continuamente a la Iglesia, la constituyera y la dirigiera con diversos dones jerárquicos y carismáticos”. (LG 4).

8ª CONSUMACIÓN

La Iglesia “sólo llegará a su perfección en la gloria del Cielo” (LG 48), cuando Cristo vuelva glorioso. Hasta ese día “avanza en su peregrinación a través de las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios (S. Agustín) en exilio. “y espera y desea con todas sus fuerzas reunirse con su Rey en la gloria” (LG 5). Entonces, cuando las cosas de este mundo terminen y el Universo entero sea transformado, vendrán los nuevos Cielos y la nueva Tierra, morada eterna de los bienaventurados, se consumará la Historia de la Iglesia en el tiempo, y se convertirá en el Reino celeste de visión, gozo y gloria de Dios eternamente.

sábado, 18 de noviembre de 2023

Trigésimo tercer domingo. Tiempo ordinario. ciclo A




Fin del mundo

El Universo, Cosmos, mundo en que vivimos no es eterno, tuvo su principio y tendrá su fin, no sabemos cuándo ni cómo. Fue creado por Dios, y de Él depende en toda su evolución. La inteligencia divina, que no se puede imaginar, conoce la naturaleza de la Creación, sus elementos, y su desarrollo hasta que llegue su fin. El Evangelio nos habla de ciertos signos, males astronómicos, guerras, odios, muchos de los cuales han sucedido ya, suceden y sucederán en todos los tiempos, sin que se pueda precisar el momento científico del final de todas las cosas. Sin duda alguna, algún día llegará, pero no hay que hacer caso a las religiones adventistas y testigos de Jehová que han precisado muchas veces fechas para el fin del mundo, con equivocaciones manifiestas, contrarias al Evangelio.

Globalmente la ciencia avanza y las técnicas se modernizan con pasos agigantados en bien de todos los hombres. Pero el fin del mundo, hecho revelado, llegará algún día, curiosidad sobre la que los discípulos preguntaron a Jesús, sin que obtuvieran otra respuesta que ésta: “No lo sabe nadie, sino el Padre y Jesús, que no lo quiso revelar”. Pero es cierto que el fin del mundo vendrá, y se transformará en los nuevos cielos y la nueva tierra de los que nos habla la Sagrada Escritura.

Fin del mundo para cada persona

Es importante el fin del mundo del Universo, trágico suceso del fin de los tiempos, pero el fin del mundo llega para quien muere y empieza la eternidad.

El hombre fue creado por Dios a su imagen y semejanza, divinizado, pero por el pecado original misteriosamente en su ser y en sus facultades quedó sometido al dominio del mal. Fue redimido por Dios, hecho hombre, mediante el misterio pascual de su vida, pasión muerte y resurrección. Y redimido no tiene otro fin que la salvación para vivir eternamente con Dios en el Cielo en visión y gozo, concepto sobrenatural, que no tiene explicación humana. El mal tiene tanta fuerza que pone en riesgo la salvación eterna de los hombres por muchas causas mediante el pecado mortal. No es tan fácil como parece cometer un pecado mortal que merezca la condenación eterna, porque sólo Dios sabe qué acto humano tiene la malicia suficiente para la condenación eterna. Son muchísimas las personas ignorantes, incapaces del razonamiento, del conocimiento de la moral católica, que padecen perturbaciones mentales, enfermedades que impiden el discurso normal de la razón y pasiones que en un momento dado trastornan el entendimiento y consecuentemente corrompen el corazón y hacen que algunos hombres cometan barbaridades inconscientes o semiconscientes, pero no pecados que condenan al hombre al infierno eterno

sábado, 11 de noviembre de 2023

Trigésimo segundo domingo. Tiempo ordinario. Ciclo A

 

La creencia en la resurrección de los muertos forma parte integral de los artículos de la fe, como afirmamos en el credo de la iglesia Católica que rezamos en la Santa Misa: " Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro"

Nadie que se considere católico de manera consecuente puede negar la verdad revelada de que Cristo nos resucitará en el último día (Jn 6,39-40).

Cuando morimos, el alma se separa del cuerpo y es juzgada por Dios en juicio particular con sentencia eterna, que será confirmada públicamente delante de todos los hombres en el día del juicio universal, al final de los tiempos. Y el cuerpo, muerto para la vida, volverá a la tierra, de la que fue hecho, para esperar el día de la resurrección de los muertos.

Cuando llegue el último día, el fin del mundo, todos los muertos “resucitarán con su propio cuerpo, que tienen ahora” (Conc de Letrán IV: DS 801), transformado en cuerpo de gloria (Flp 3,21), “en cuerpo espiritual” (1 Co 15,44; Cat 999)

La resurrección de los muertos está íntimamente asociada a la Parusía de Cristo:

“El Señor mismo, a la señal dada por la voz de un arcángel y al son de la trompeta de Dios, bajará del Cielo, y los muertos unidos a Cristo resucitarán (1 Ts 4,16; Cat 1001).

Nadie sabe el día en que este acontecimiento espectacular tendrá lugar, ni tampoco cómo, porque no ha sido revelado. Este hecho sobrepasa nuestra imaginación y nuestro entendimiento; no es accesible más que en la fe” (Cat 1000).

Esta es la sustancia de la fe católica respecto del dogma de la resurrección de los muertos. Todas las demás explicaciones son teorías de teólogos que hacen sus propios discursos, más o menos fundados, sobre estas verdades innegables.

Santo Tomás de Aquino, y con él la mayoría de los teólogos, piensa que resucitará el mismo cuerpo que tenemos ahora con su propia materia, numéricamente la misma. “Para que resucite el mismo hombre numéricamente, no se requiere que todo cuanto estuvo materialmente en él durante la vida se tome de nuevo, sino solamente lo suficiente para completar su debida cantidad”.

El Catecismo de San Pío V que recoge las doctrinas del Concilio de Trento, dice que los cuerpos gloriosos gozarán de cuatro dotes principales:

- Impasibilidad” , “esto es una gracia y dote que hará que los cuerpos no puedan padecer ninguna molestia ni sentir dolor o incomodidad alguna; pues nada les podrá hacer daño, ni el rigor del frío, ni la fuerza del calor, ni el furor ni de las aguas”.

- “Sutileza” o dote por el que el cuerpo glorioso “se sujetará completamente al imperio del alma, y le servirá y estará pronto a su arbitrio.

- “Agilidad” “en virtud de la cual el cuerpo se verá libre de la carga que ahora le oprime; y tan fácilmente podrá moverse adonde quisiere el alma, que no será posible hallarse nada más veloz que su movimiento”. El cuerpo glorioso podrá trasladarse a sitios remotísimos, atravesando distancias fabulosas con la velocidad del pensamiento. Sin embargo, este movimiento, aunque rapidísimo, no será instantáneo.

- “Claridad” por la que brillarán como el sol los cuerpos de los santos. Será un resplandor supranatural con más luminosidad que la más brillante de las estrellas.

Al estar resucitado el cuerpo, los sentidos tendrán su propia gloria, de modo que cada uno podrá ejercer, si quiere, su propia función, en grado eminente con gozo accidental, pues la glorificación esencial consistirá en la visión, posesión y gozo de Dios totalmente y para siempre.

Santo Tomás de Aquino llegó a decir que las cicatrices de las llagas de Cristo y las de los mártires resplandecerán en el Cielo como focos que proyectarán luz sin deslumbrar con brillo especial.

sábado, 4 de noviembre de 2023

Trigésimo primer domingo. Tiempo Ordinario. Ciclo A

Como respuesta a la Palabra de Dios, proclamada en la primera lectura de la liturgia, todos juntos hemos aclamado: “Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tu manos”.      

Vamos a ocupar el tiempo de la homilía en hablar de la misericordia de Dios.         


¿Qué se entiende por misericordia?         

Misericordia es una palabra latina compuesta de dos palabras: miserum cor, que significa corazón misericordioso.         

A primera vista nos parece que Dios no es misericordioso, porque existen en el mundo muchos males o miserias que no remedia. Hay miserias naturales  como, por ejemplo, volcanes, aluviones, inundaciones, terremotos, huracanes, que causan muchas desgracias humanas, ruinas, pobrezas, y proceden de la Naturaleza, creada y gobernada por Dios. ¿Dónde está la misericordia de Dios para con los miles de hombres que padecen estas múltiples miserias?         

Hay otro tipo de miserias corporales, como son dolores, enfermedades físicas que hacen sufrir lo indecible ¿Por qué nacen tantos niños enfermos, subnormales, discapacitados, que hacen sufrir a los padres, familiares y amigos y causan tantos problemas a la Sociedad? ¿No es Dios Padre, Todopoderoso? ¿Por qué quiere o permite tantos males que dependen de Él, se preguntan con angustia los hombres sin fe, y nos preguntamos también nosotros los creyentes? 

Los que  tenemos fe damos la respuesta: “sea lo que Dios quiera”, sin entender nada, sabiendo que todo lo que sucede por voluntad de Dios, será por razones misteriosas de bien, que no entendemos ¿Cómo se concilia la misericordia de Dios eterna con las miserias que padecemos su hijos, los hombres?

¿Qué podemos decir de las enfermedades psíquicas del espíritu? ¡Cuántas personas desequilibradas, con trastornos mentales, con cabezas averiadas o rotas! ¿Dónde está la misericordia de Dios eterna?

¿Y qué decir de los graves e innumerables pecados que existen en el mundo? No hace falta nada más que echar un vistazo para comprobar que hoy el pecado es una moda, una costumbre aceptada, un diversión aplaudida, que a la larga causa una lacra de males. ¿Por qué los buenos sufren, mereciendo la recompensa de premios y favores y, en cambio, los malos triunfan, son aplaudidos y premiados? ¿Por qué Dios, infinitamente justo no castiga el mal y premia el bien?

La fe nos dice que el concepto del bien y del mal es absoluto, divino, en relación a la vida eterna, y no humano según el gusto de los hombres, que llaman bien a lo que gusta y mal a lo que la naturaleza rechaza.

Los males humanos no son males en sí mismos, sino son males de medio para un fin supremo y último, que es Dios.

De la misma manera que una madre quiere la operación del niño pequeño, que es dolorosa, y que para él es un mal que no entiende, pero que a la larga es un bien último, la salud, así sucede con los males humanos, que hacen sufrir, no gustan, pero son necesarios para los bienes eternos.

No existe nada más que un mal en el mundo, que es el pecado, para el que siempre Dios tiene misericordia infinita y perdona a quienes le ofenden y, arrepentidos, le piden perdón; y también a muchos otros a quienes, sin arrepentirse, les concede gratuitamente la gracia del conocimiento del pecado y de su perdón, incluso sin que ellos pidan estas gracias; es más, con muchos obra Dios en su propia naturaleza, por vía libre, con su gracia, de modo misterioso, porque es bondad infinitamente misericordiosa.

Los otros males de orden físico son temporales, no eternos, relativos, no absolutos. El refrán castellano recoge esta idea con sentido teológico: “No hay mal que por bien no venga”. Y tiene que ser así, pues Dios es el Ser eterno, el bien Sumo que filosóficamente es incompatible con el mal, y es Padre de todos los hombres, y no puede querer el mal para ellos, sino permitir el mal que ellos libremente eligen.

Quiero explicar otro sentido de la misericordia de Dios eterna. ¿Cómo se entiende que la misericordia de Dios es eterna, si el mal es temporal, dura mientras exista el tiempo? ¿Acaso cuando termine este mundo, fin del mal, Dios seguirá siendo misericordioso en el Cielo?

La misericordia eterna se entiende en dos etapas: en el tiempo y en la eternidad. Mientras el hombre exista en el mundo, habrá pecados y la misericordia de Dios es necesaria, es como un deber del ejercicio del amor de Dios, Padre, para con sus hijos los hombres, débiles y pecadores.

En el Cielo gozan de la misericordia de Dios glorificada, aquella que tuvieron en la tierra, que se convierte en el Cielo en gloria y alabanza, como dice la Sagrada Escritura: “Cantaré eternamente las misericordias del Señor”. Cuando llegue el fin del mundo, y toda la Creación se convierta en los Nuevos Cielos y la Nueva tierra, la misericordia del Señor será glorificada eternamente, porque ¿Qué es el Cielo sino la  gracia de la misericordia de Dios que existió en el tiempo, hecha visión y gozo para siempre?

miércoles, 1 de noviembre de 2023

Conmemoración de los fieles difuntos. Ciclo A

 


Ayer celebrábamos la solemnidad de todos los santos: santos de la Iglesia Católica, santos de la Iglesia Cristiana, santos de distintas religiones y santos, también, del misterio infinito de la misericordia de Dios. Es decir, celebrábamos la fiesta de todos aquellos, hombres y mujeres, de todos los tiempos, que consiguieron el Reino de los Cielos, que ven, gozan y poseen a Dios eternamente. Porque, en realidad, los santos en un sentido universal son aquéllos que están en el Reino de los Cielos, repito, y, sobre todo, son aquéllos que merecieron el premio de Dios por muchos caminos y de muchas maneras.

Hoy es una fiesta distinta, es la fiesta de todos los santos de la esperanza, que están en el Purgatorio en estado gozoso de purificación, sabiendo que van a conseguir el Reino de los Cielos. Son santos de distinta manera: los santos del Cielo, santos en plena posesión de Dios eternamente y  santos del Purgatorio, santos de la esperanza. 

¿Quiénes son los fieles difuntos?

Según se desprende de la doctrina de la Iglesia, principalmente del decreto Lumen Gentium, existen cuatro clases de fieles difuntos:

- Fieles difuntos o santos por la vía oficial de la Iglesia Católica, fundada por Jesucristo, a la que por la gracia de Dios nosotros pertenecemos, la cual con su doctrina nos enseña el camino del Cielo.

- Fieles difuntos o santos por la vía cristiana de la fe que tienen aquellos hombres y mujeres que profesan convencidos la verdad que conocen, como son por ejemplo, los cristianos separados de la Iglesia Católica.

- Fieles difuntos o santos por la vía de la buena voluntad de los cristianos que pertenecen a distintas religiones, y viven sin dudar su fe religiosa, como verdadera en su corazón.

-Y Fieles difuntos o santos por la vía de la recta conciencia del bien obrar, como son los millones de hombres, que buscan a Dios con sincero corazón, y no lo encuentran o lo confunden inculpablemente. 

Por consiguiente, según se desprende de la doctrina de la Iglesia, repito para recalcar ideas: son fieles difuntos, no solamente los que pertenecieron a la Iglesia Católica y murieron en gracia de Jesucristo, y están en el Purgatorio esperando el Reino de los Cielos que tienen ya conseguido, sino todos los hombres y mujeres que se salvan por su fe y por su infinita misericordia de Dios Padre y de Jesucristo, nuestro Señor, que murió en la cruz para salvar a todos los hombres. Estos hermanos nuestros, que murieron en su propia fe, pertenecían al alma de la Iglesia, Cuerpo Místico, en el deseo o en el corazón, pues estaban equivocados objetivamente por diversas causas históricas o personales, tal vez. 

¿Cuántas religiones hay en el mundo? ¡Y cuántos mueren en su verdadera fe subjetiva! También estos son para la Iglesia Católica no fieles difuntos en el sentido católico, ni fieles difuntos en el sentido cristiano, sino fieles difuntos en la religión que conocieron y abrazaron.