sábado, 25 de noviembre de 2023
Solemnidad de Cristo Rey. Ciclo A
sábado, 18 de noviembre de 2023
Trigésimo tercer domingo. Tiempo ordinario. ciclo A
sábado, 11 de noviembre de 2023
Trigésimo segundo domingo. Tiempo ordinario. Ciclo A
sábado, 4 de noviembre de 2023
Trigésimo primer domingo. Tiempo Ordinario. Ciclo A
Vamos a ocupar el tiempo de la homilía en hablar de la misericordia de Dios.
¿Qué se entiende por misericordia?
Misericordia es una palabra latina compuesta de dos palabras: miserum cor, que significa corazón misericordioso.
A primera vista nos parece que Dios no es misericordioso, porque existen en el mundo muchos males o miserias que no remedia. Hay miserias naturales como, por ejemplo, volcanes, aluviones, inundaciones, terremotos, huracanes, que causan muchas desgracias humanas, ruinas, pobrezas, y proceden de la Naturaleza, creada y gobernada por Dios. ¿Dónde está la misericordia de Dios para con los miles de hombres que padecen estas múltiples miserias?
Hay otro tipo de miserias corporales, como son dolores, enfermedades físicas que hacen sufrir lo indecible ¿Por qué nacen tantos niños enfermos, subnormales, discapacitados, que hacen sufrir a los padres, familiares y amigos y causan tantos problemas a la Sociedad? ¿No es Dios Padre, Todopoderoso? ¿Por qué quiere o permite tantos males que dependen de Él, se preguntan con angustia los hombres sin fe, y nos preguntamos también nosotros los creyentes?
Los que
tenemos fe damos la respuesta: “sea lo que Dios quiera”, sin entender
nada, sabiendo que todo lo que sucede por voluntad de Dios, será por razones
misteriosas de bien, que no entendemos ¿Cómo se concilia la misericordia de
Dios eterna con las miserias que padecemos su hijos, los hombres?
¿Qué podemos decir de las enfermedades
psíquicas del espíritu? ¡Cuántas personas desequilibradas, con trastornos
mentales, con cabezas averiadas o rotas! ¿Dónde está la misericordia de Dios
eterna?
¿Y qué decir de los graves e innumerables
pecados que existen en el mundo? No hace falta nada más que echar un vistazo
para comprobar que hoy el pecado es una moda, una costumbre aceptada, un
diversión aplaudida, que a la larga causa una lacra de males. ¿Por qué los
buenos sufren, mereciendo la recompensa de premios y favores y, en cambio, los
malos triunfan, son aplaudidos y premiados? ¿Por qué Dios, infinitamente justo
no castiga el mal y premia el bien?
La fe nos dice que el concepto del bien y del
mal es absoluto, divino, en relación a la vida eterna, y no humano según el
gusto de los hombres, que llaman bien a lo que gusta y mal a lo que la
naturaleza rechaza.
Los males humanos no son males en sí mismos,
sino son males de medio para un fin supremo y último, que es Dios.
De la misma manera que una madre quiere la
operación del niño pequeño, que es dolorosa, y que para él es un mal que no
entiende, pero que a la larga es un bien último, la salud, así sucede con los
males humanos, que hacen sufrir, no gustan, pero son necesarios para los bienes
eternos.
No existe nada más que un mal en el mundo,
que es el pecado, para el que siempre Dios tiene misericordia infinita y
perdona a quienes le ofenden y, arrepentidos, le piden perdón; y también a
muchos otros a quienes, sin arrepentirse, les concede gratuitamente la gracia
del conocimiento del pecado y de su perdón, incluso sin que ellos pidan estas
gracias; es más, con muchos obra Dios en su propia naturaleza, por vía libre, con
su gracia, de modo misterioso, porque es bondad infinitamente misericordiosa.
Los otros males de orden físico son
temporales, no eternos, relativos, no absolutos. El refrán castellano recoge
esta idea con sentido teológico: “No hay mal que por bien no venga”. Y tiene
que ser así, pues Dios es el Ser eterno, el bien Sumo que filosóficamente es
incompatible con el mal, y es Padre de todos los hombres, y no puede querer el
mal para ellos, sino permitir el mal que ellos libremente eligen.
Quiero explicar otro sentido de la
misericordia de Dios eterna. ¿Cómo se entiende que la misericordia de Dios es
eterna, si el mal es temporal, dura mientras exista el tiempo? ¿Acaso cuando
termine este mundo, fin del mal, Dios seguirá siendo misericordioso en el
Cielo?
La misericordia eterna se entiende en dos
etapas: en el tiempo y en la eternidad. Mientras el hombre exista en el mundo,
habrá pecados y la misericordia de Dios es necesaria, es como un deber del
ejercicio del amor de Dios, Padre, para con sus hijos los hombres, débiles y
pecadores.
En el Cielo gozan de la misericordia de Dios
glorificada, aquella que tuvieron en la tierra, que se convierte en el Cielo en
gloria y alabanza, como dice la Sagrada Escritura: “Cantaré eternamente las
misericordias del Señor”. Cuando llegue el fin del mundo, y toda la Creación se
convierta en los Nuevos Cielos y la Nueva tierra, la misericordia del Señor
será glorificada eternamente, porque ¿Qué es el Cielo sino la gracia de la misericordia de Dios que existió
en el tiempo, hecha visión y gozo para siempre?
miércoles, 1 de noviembre de 2023
Conmemoración de los fieles difuntos. Ciclo A
Hoy es una fiesta distinta, es la fiesta de todos los santos de la esperanza, que están en el Purgatorio en estado gozoso de purificación, sabiendo que van a conseguir el Reino de los Cielos. Son santos de distinta manera: los santos del Cielo, santos en plena posesión de Dios eternamente y santos del Purgatorio, santos de la esperanza.
¿Quiénes son los fieles difuntos?
Según se desprende de la doctrina de la
Iglesia, principalmente del decreto Lumen Gentium, existen cuatro clases de
fieles difuntos:
- Fieles difuntos o santos por la vía oficial
de la Iglesia Católica, fundada por Jesucristo, a la que por la gracia de Dios
nosotros pertenecemos, la cual con su doctrina nos enseña el camino del Cielo.
- Fieles difuntos o santos por la vía
cristiana de la fe que tienen aquellos hombres y mujeres que profesan
convencidos la verdad que conocen, como son por ejemplo, los cristianos
separados de la Iglesia Católica.
- Fieles difuntos o santos por la vía de la
buena voluntad de los cristianos que pertenecen a distintas religiones, y viven
sin dudar su fe religiosa, como verdadera en su corazón.
-Y Fieles difuntos o santos por la vía de la recta conciencia del bien obrar, como son los millones de hombres, que buscan a Dios con sincero corazón, y no lo encuentran o lo confunden inculpablemente.
Por consiguiente, según se desprende de la
doctrina de la Iglesia, repito para recalcar ideas: son fieles difuntos, no
solamente los que pertenecieron a la Iglesia Católica y murieron en gracia de
Jesucristo, y están en el Purgatorio esperando el Reino de los Cielos que
tienen ya conseguido, sino todos los hombres y mujeres que se salvan por su fe
y por su infinita misericordia de Dios Padre y de Jesucristo, nuestro Señor,
que murió en la cruz para salvar a todos los hombres. Estos hermanos nuestros,
que murieron en su propia fe, pertenecían al alma de la Iglesia, Cuerpo
Místico, en el deseo o en el corazón, pues estaban equivocados objetivamente
por diversas causas históricas o personales, tal vez.
¿Cuántas religiones hay en el mundo? ¡Y
cuántos mueren en su verdadera fe subjetiva! También estos son para la Iglesia
Católica no fieles difuntos en el sentido católico, ni fieles difuntos en el
sentido cristiano, sino fieles difuntos en la religión que conocieron y
abrazaron.