sábado, 24 de noviembre de 2012

CRISTO REY 
25 de Noviembre de 2012
            El año civil, como todos sabemos, empieza el 1 de Enero y termina el 31 de Diciembre. Es distinto del año litúrgico que empieza el primer domingo de Adviento y termina en la solemnidad de Cristo Rey. Durante él la Iglesia celebra en ciclos A, B y C la Vida, Pasión, Muerte, Resurrección y Ascensión de Jesús a los Cielos. Hoy celebramos el fin del año litúrgico, la solemnidad de Cristo Rey del ciclo B, tema que voy a exponer esquemáticamente  con sentido teológico espiritual.

Los conceptos humanos que tenemos sobre rey y reino no se corresponden con los de Cristo Rey y su Reino, realidades misteriosas que sólo se pueden entender con analogías desde la fe.
Cuando afirmamos que Cristo es Rey  no es de igual manera ni parecida como cuando decimos, por ejemplo, que Juan Carlos I es Rey de España, ni siquiera en sentido metafórico, acomodaticio, como cuando llamamos a Santo Tomás de Aquino el rey  de la Filosofía y Teología, a Murillo, Velázquez, Miguel Ángel, Ribera reyes del arte  de la belleza pictórica, ni, como es evidente, en sentido popular cariñoso como cuando una madre llama a su hijo rey.

Cristo es Rey en sentido sobrenatural, misterioso, real, propio y único por dos  títulos Creador y Redentor.

Creador
Nos dice el evangelio de San Juan que “Mediante ella (la Palabra, el Hijo, Jesús) se hizo todo; sin ella no se hizo nada de lo  hecho se hizo todo” (Jn 1,1-2).  Luego Cristo, como Dios, Creador de todas las cosas de la nada, es  Dueño y Señor de todo lo creado, Rey, que  gobierna todas sus cosas con sabiduría y bondad.
El apóstol San Pablo especifica esta verdad, doctrinalmente teológica, con este versículo inspirado: “Él (Jesucristo) es imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque por medio de Él fue creado el universo celeste y terrestre, lo visible y lo invisible (Col 1,16).
Luego Cristo es Rey de todo el Universo celeste y terrestre, visible e invisible que gobierna toda la Creación que forma parte de la Redención.

Redentor
          Jesucristo, Dios, Creador, es además Rey por el título de Redentor. . 
En el Antiguo Testamento, el Mesías, Cristo, fue profetizado como Rey universal de la Creación y Redentor, si bien muchos judíos interpretaron la redención solamente como una liberación del injusto poder al que estuvo sometido el Pueblo de Dios en todos los tiempos, principalmente en la era romana. Pensaban que el pueblo de Dios sería un reino humanamente religioso de justicia y paz con la abundancia de bienes.  

Cristo Rey
La profecía de Cristo Rey y su reino en el Antiguo Testamento se cumplió y perfeccionó con exactitud en el Nuevo Testamento, como aparece en el conjunto de los Evangelios, en los Hechos de los Apóstoles y en las cartas  apostólicas. Jesucristo afirmó con contundencia esta verdad de Rey y su Reino ante Pilato, de esta manera clara y precisa:
 Pilato preguntó a Jesús: ¿Eres tú el rey de los judíos?
Jesús le replicó:
 Mi reino no es de este mundo.
             Pilato le dijo:
           Conque ¿tú eres rey?
Jesús le contestó:
Tú lo dices: Soy Rey. Yo para esto he nacido y para eso he venido al mundo: para ser testigo de la verdad (Jn 18,33-37).
            Efectivamente Jesús es Rey y su Reino no es de este mundo, es decir como los de este mundo. El Reino de Cristo, la Iglesia, es distinto a todos los otros reinos  de la tierra en naturaleza, composición, gobierno y fin. Su naturaleza es compleja: divina y humana, terrestre y celeste, corporal y espiritual, temporal y eterna (LG 8). Está compuesto por todos los hombres del mundo; gobernado por Cristo Rey, y ministerialmente por el Papa y los Obispos; su gobierno es la ley del amor (Jn 13,34); su identidad  es la dignidad y la libertad de los hijos de Dios, en cuyos corazones habita el Espíritu Santo como en un Templo; y su fin es la gloria de Dios y la salvación de todos los hombres con  la perspectiva  suprema y última  de  la redención o renovación de los nuevos cielos y la nueva tierra al fin del mundo.
            Características del Reino de Cristo
            Las características el Reino de Cristo están claramente definidas en el prefacio de la solemnidad de Cristo Rey con estas palabras:
“Consagraste Sacerdote eterno y Rey del Universo a tu único Hijo, nuestro Señor Jesucristo, ungiéndolo con óleo de alegría, para que, ofreciéndose a si mismo como víctima perfecta y pacificadora  en el altar de la cruz, consumara el misterio de la redención humana, y, sometiendo a su poder la creación entera, entregara a su majestad infinita  un reino eterno y universal: el reino de la verdad y la vida, el reino de la santidad y la gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz.

REINO ETERNO  concebido desde toda la eternidad en el seno íntimo de la Santísima Trinidad. Tuvo su origen en el tiempo inmediatamente después del pecado original de Adán con la promesa de la Redención (Gén 3,15). Evoluciona en tres etapas: Antiguo Testamento, Nuevo Testamento  y concluirá en el Reino de los Cielos al fin de los tiempos, porque existirá  siempre.
REINO UNIVERSAL  para todos los hombres de cualquier raza y color; condición social, ricos y pobres; ideología humana diversa y cultura múltiple; religión católica, cristiana u otra, vivida con sincero corazón; condición moral diferente, buenos y malos. Este reino, anunciado en el Antiguo Testamento, fue instituido por Jesucristo, Rey, como  Iglesia, sacramento universal de salvación por el que salva a la inmensa mayoría de los hombres, en virtud de la justicia misericordiosa de Dios  por diversas causas: deficiencias naturales de incapacidad intelectual e irresponsabilidad moral, enfermedad congénita o adquirida, incultura, ignorancia, culturas diferentes y otras.    
REINO DE LA VERDAD  ABSOLUTA Y ÚNICA, como dijo Jesús: “Yo para eso he venido al mundo: para ser testigo de la verdad” (Jn 18,37). Porque todo lo que no es Cristo es: verdad humana, imperfecta, relativa, subjetiva, parcial, variable,  mentira o confusión con la verdad.
 REINO DE LA VIDA  eterna,  inmutable, de la que participan analógicamente en la Iglesia todos los hombres de múltiples maneras. Cristo es la Vida divina, y toda vida que no sea la suya es natural, humana, perecedera o muerte.
REINO DE LA SANTIDAD Y LA GRACIA porque la Iglesia es santa porque Jesucristo, su fundador, es Santo; su fin es santo, la salvación eterna; los medios son santos, la gracia, sacramentos, oración, ejercicio de virtudes, santas obras; y en la Iglesia  peregrina y celeste hay millones de santos. Reino de gracia en el que todo es gracia, menos el pecado.
REINO DE LA JUSTICIA sobrenatural, auténtica, infalible por la que Cristo Rey, Redentor, premia a los buenos y castiga a los malos con equidad y misericordia divina, sin equivocación; y no como la justicia humana que en bastantes casos suele estar equivocada, y frecuentemente es interesada,  corrupta, politizada o comercializada.  
REINO DE  AMOR auténtico y verdadero, porque la Iglesia es el Cielo en la tierra en semilla, que exige su desarrollo con dificultades, luchas, victorias y derrotas, cualidades y defectos, virtudes y pecados  con la perspectiva del Reino de los Celos, que es Amor de visión y gozo eterno,  cristalizado por la resurrección de Cristo, en unión con la Santísima Trinidad, todos los ángeles y santos ahora, y después al fin del mundo con toda la Creación renovada y convertida en los Nuevos cielos y la Nueva Tierra.
REINO DE LA PAZ que no consiste en ausencia de guerras, ni en la abundancia de bienes materiales, ni en la unión pacífica de los pueblos, sino en el cumplimiento de la Ley en todas sus amplitudes; en la relación humana familiar, social y laboral, justa; y, en definitiva, en la aceptación de la voluntad de Dios, de cualquier manera que se manifieste. La omnipotente sabiduría de Dios en su infinita providencia hace que todos los actos buenos, aunque estén motivados por distintas causas justas, produzcan los frutos de la paz.

             Oración a Cristo Rey

Cristo, Rey, Hijo unigénito del Padre,
que has creado de la nada el Universo,
escenario de la redención de los hombres,
donde, sin dejar de ser Dios,
te hiciste hombre
para redimir al género humano del pecado.
Haz, Señor, que todos los redimidos
por tu sabiduría, amor y misericordia
formemos un solo reino de verdad y vida,
santidad y gracia, justicia, amor y paz.
Amén.
Cristo Rey:
Reina siempre en mi mente
para pensar siempre en Ti,
y contigo en todas las cosas.
Vive en mi corazón  como en tu propia casa
y en él convivan conmigo
todos los hombres y todo lo creado.
Que todas mis palabras sean
para la gloria y alabanza  de Dios, Padre
con la fuerza inmanente del Espíritu Santo;
y todas mis obras sean santificantes para mi  y santificadoras para todos los hombres
y apostólicas en todas las cosas
para vivir cristificado en la tierra,
y después eternamente glorificado en el Cielo.
Reina, Señor, en todos los corazones
y en todo el mundo
para que Tú seas Rey del Universo
y gobiernes con sabiduría, bondad y misericordia
 a todos los hombres. Amén.
 

lunes, 5 de noviembre de 2012


TRIGÉSIMO PRIMER DOMINGO,
TIEMPO ORDINARIO CICLO B
4 DE NOVIEMBRE DE 2012

PRIMER MANDAMIENTO
Amar a Dios y al prójimo

La primera lectura  de la liturgia de la Palabra y el evangelio de este domingo nos hablan del amor a Dios,  tema que voy a abordar para facilitar ideas para la meditación o la homilía. 
El primer y principal mandamiento de la Ley de Dios en el tiempo de Jesucristo era una cuestión muy debatida entre los doctores de la Ley, escuelas rabínicas, grupos religiosos y la gente del pueblo que hablaba de este problema en sentido coloquial hasta en las comidas.
El fariseísmo, por ejemplo, cifraba el amor a Dios en el riguroso cumplimiento de mandatos, prohibiciones, normativas exageradas e impopulares, como por ejemplo en el cumplimiento del día sabático, dedicado a Dios y al descanso. Como Jesucristo tenía ya fama de gran Maestro en Israel por su predicación que demostraba tener un conocimiento perfecto de la Sagrada Escritura, para salir de dudas un día un letrado se acercó a Jesús y le preguntó: ¿qué mandamiento es el primero de todos. Respondió Jesús: Amarás al Señor, tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser. El segundo es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Mc 12,28-31).

Amor a Dios y amor al prójimo
Los teólogos discurriendo sobre este pasaje evangélico, basándose principalmente en Santo Tomás de Aquino, explican que no son dos mandamientos distintos, sino dos aspectos de un solo mandamientos: amar  a Dios, primer aspecto, y al prójimo, segundo aspecto. Es como una sola medalla con el anverso y reverso o una moneda con la cara y cruz.
Existen muchos textos en la Sagrada Escritura que prueban que el amor a Dios y el amor al prójimo son inseparables. Citamos dos textos clásicos.
- “Quien ama a Dios ame también a su hermano” (1 Jn 4,21).
- “Si alguno dice: amo a Dios, pero aborrece a su hermano, miente, pues el que no ama a su hermano, a quien ve, no es posible que ame a Dios a quien no ve” (1 Jn 5,20), pues al  prójimo se le ve con los ojos de Dios y se le ama con su corazón.
Un amor a Dios sin amor al prójimo es un error bíblico y teológico, una falsificación del verdadero amor o una monomanía religiosa psicopática de una persona que le da por la Eucaristía, el amor fanático a la Virgen, el rezo del rosario, devoción a un santo cualquiera, sin conexión con la fe evangélica de la Iglesia; y un  amor al prójimo sin amor a Dios es amor humano, filantropía, compasión, satisfacción por hacer el bien al prójimo, enamoramiento o egoísmo.

Amor al prójimo 
El amor al prójimo es una consecuencia lógica del amor a Dios,  porque el prójimo es Dios mismo participado en el hombre, miembro del Cuerpo Místico de Cristo, Dios. El amor del hombre a Dios es lógico porque ama a quien recibe todo bien de Él, pero el amor de Dios al hombre es en cierto sentido ilógico,  porque Dios ama al hombre para beneficiar a quien nada va a recibir de él, porque Dios es absoluta y eternamente perfecto, y nada puede necesitar. El apóstol San Juan nos dice en qué consiste la esencia del amor: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y nos envió a su Hijo, como propiciación por nuestros pecados” (1 Jn 4,10).
Por eso el papa Benedicto XVI dice que el amor a de Dos al hombre  es gratuito, “porque se da del todo gratuitamente, sin mérito anterior, sino también porque es amor que perdona” (Benedicto XVI Deus cháritas est n 10).
 El amor cristiano es una participación analógica de la misma naturaleza del Ser de Dios, que es Amor, y, por eso, hay que amarse a sí mismo, amar al prójimo y a todas las cosas con el mismo amor que de Él se ha recibido en el bautismo. El amor divino es dádiva gratuita. Jesús en la homilía de la institución de la Eucaristía nos mandó  que nos amásemos unos a otros, como Él nos amó, y no que nos “amasemos”.  Si Jesucristo, Dios, nos amó dando la vida por nosotros,  nosotros debemos dar la vida por los hermanos (1 Jn 4,11).
  
Si Dios  ama al hombre, gratuitamente, el hombre debe amar a Dios de balde y consecuentemente, al estilo de Dios, dando y dándose, como dice un refrán castellano: obras son amores y no buenas razones. La Palabra de Dios nos manda: “No amemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad” (1 Jn 3,18).  El verdadero amor es más darse que dar, pues dándose al otro se le da también. No es dar por correspondencia, costumbre, educación, política  o  egoísmo buscándose uno a sí mismo.  El amor humano existe con limitaciones, muchas imperfecciones y mezclas de amor propio, pero difícilmente totalmente puro. Solamente el amor cristiano diviniza el amor humano.
 El  amor humano necesita correspondencia recíproca, pues no correspondido, es dolor más que gozo. Sin embargo, el amor cristiano siempre es correspondido porque se ama por Dios de quien se recibe más de lo que se da. El amor  puro consiste en amar, sin ningún interés, por el bien propio y el del otro. El amor  es  como una delicada flor en un jardín florido, que hay que cultivarlo con obras y detalles para que se conserve, pues sin cuido se va perdiendo, se sustituye fácilmente por otro o fenece.  El amor de la madre normal y equilibrada al hijo con sus deficiencias humanas es generalmente el amor más puro y perfecto que existe en el mundo, pues se ama al hijo por su propio bien, aunque se reciba de él mal o nada bien a cambio. Se ama a la persona amada con comprensión, como ella es: con sus limitaciones, defectos y pecados, propios de la fragilidad humana, y no como a la persona que ama le gustaría que fuera, porque el amor al otro es personal. 
La mejor apología sobre el amor es original del Espíritu Santo, escrita por San Pablo a los Corintios (1 Cor 13,1-13).  
El amor cristiano nace de Dios (1Jn 5,7), se vive personalmente,  se demuestra comunitariamente en el amor al prójimo, se extiende a todas las cosas y revierte finalmente a Dios.; Es el tema fundamental de la vida cristiana y sobre el que tratará el examen en el día del juicio final (Mt 25, 31ss).
El amor al prójimo está claramente mandado en la Sagrada Escritura porque antes es dado, como dice el Papa Benedicto XVI: “El amor puede ser mandado porque antes es dado” (Deus charitas est nº 14; 1 Jn 5,7).
En el Antiguo Testamento muchos doctores de la Ley entendían  que el prójimo era el israelita o el extranjero que moraba en Israel. En cambio, Jesucristo enseñó en el  Nuevo que el amor al prójimo se extiende a todos los hombres, de manera que a nadie se puede excluir del amor cristiano.
Según la doctrina de Santo Tomás de Aquino el amor al prójimo se extiende a todos los seres que poseen la comunicación de la bienaventuranza o la capacidad de conseguirla. En concreto son prójimos: Los ángeles y bienaventurados del Cielo; las almas del Purgatorio, destinadas a la posesión de la bienaventuranza; los que están en estado de gracia  porque  viven la misma vida de Dios, hecha gracia; los pecadores, por muy pecadores que sean,  porque mientras viven en este mundo pueden recuperar la gracia divina perdida por el pecado o por la fe, y conseguir la bienaventuranza; y los enemigos de Dios y de la Iglesia, pues, aunque persigan a Dios y a la Iglesia, tienen la capacidad de la salvación eterna  por la omnipotente misericordia de Dios. Solamente están excluidos los demonios y condenados en el infierno, porque están eternamente desconectados de la bienaventuranza por culpa propia.

            Vicios opuestos al  amor
“El término amor se ha convertido hoy en una de las palabras más utilizadas y también de las que más se abusa, a la que damos acepciones totalmente diferentes, dice el Papa Benedicto XVI en su encíclica Deus charitas est” (n 2).  “Quien quiere dar amor, debe recibirlo como don” (n 7).  “El amor es ocuparse del otro y preocuparse por el otro” (n 6).

Al amor se opone el egoísmo que es buscarse a sí mismo en el otro o en las cosas en sus múltiples expresiones,. Si se busca el amor en el sexo es egoísmo sexual, satisfacción desordenada  de la sexualidad incontrolada. Si en las personas egoísmo personal utilizando al prójimo en beneficio propio. Y si en las cosas egoísmo material poniendo todo el corazón al servicio exclusivo de sí mismo.
Ama a Dios, al prójimo y a todas las cosas haciéndote “dios” en el amor.