ASCENSIÓN
DEL SEÑOR
La vida de
Jesús se puede conceptuar en tres momentos evangélicos: Encarnación, Drama de la vida de
Jesús y Ascensión a los Cielos.
LA ENCARNACIÓN
En el mismo
momento en que el Hijo de Dios encarnó
en las entrañas purísimas de Santa María, Virgen, por obra y gracia del
Espíritu, sin dejar de ser Dios, empezó la redención. Como Persona Divina
eligió la humillación, humanamente inconcebible, de rebajar su categoría divina
a categoría humana, haciendo que todos los actos de su evolución humana fueran
redentores. Se sometió a un proceso de
gestación humana hasta que llegó el momento de su nacimiento virginal.
DRAMA DE LA VIDA DE JESÚS
La vida redentora de Jesús
comprende tres etapas principales: vida oculta, que duró unos treinta años;
vida pública, cuyo tiempo fue de
unos tres años; vida de pasión, muerte y
resurrección dentro del espacio de tres días del cómputo del tiempo judío
en aquella época, y ascensión a los
Cielos por toda la eternidad.
Vida oculta
Nacido Jesús
virginalmente de su madre, María, empezó la etapa de la vida oculta redentora
desde el silencio, sin que nadie supiera que era Dios. Cuando, como bebé,
sonreía, lloraba y realizaba actos inconscientes, propios de la edad, era Dios
que redimía con sonrisas, lágrimas y actos divinamente humanamente divinos;
cuando, como niño, ayudaba a su madre en las tareas domésticas de la casa, o le
prestaba un servicio de obediencia, ejercía la redención universal de todos los
hombres; y de la misma manera cuando en la edad del trabajo aprendía el oficio
en el taller de su padre, bajo su obediencia y dirección, cada vez con más
maestría, desempeñaba la misión redentora en el mundo. Jesús, como hombre, en
cada etapa de su vida se ponía en contacto con el Padre para fortalecer su humanidad
con la oración, para cumplir desde el
silencio y el anonimato su misión salvadora en el mundo. Jesús en su larga vida oculta parecía
solamente un simple hombre, siendo Dios, porque hacía obras humanas,
divinizadas, ocultando su divinidad, para enseñarnos que era Dios quien
salva, santifica y redime. Jesús nos
enseñó que la vida oculta, realizada en estado de gracia con oración, amor y sacrificio
redime, santifica y desempeña una acción apostólica en el mundo.
Vida pública
La vida pública que reporta fama,
dinero, amistad, influencias, popularidad tiene el peligro de idolatrar a la persona
y también la ventaja para hacer el bien y apostolado. Jesús ocupó tres años
de su vida para predicar la nueva
noticia, el Evangelio, hacer milagros, demostrar su divinidad, que era el
Mesías, enviado por Dios, para redimir a todos os hombres. Es un modelo de vida
apostólica, consagrada, para hacer el bien con la predicación de Palabra de
Dios, el ejercicio de la caridad con los pobres y enfermos y prestación de servicios
varios a los hermanos.
Vida de pasión, muerte y resurrección
Además
de la pasión que Jesús padeció en su vida pública por parte de sus enconados
enemigos, que formaba parte de su misión profética y mesiánica, Jesús sufrió la
injusticia de ser condenado a muerte, siendo inocente, coronado de espinas, en
son de rey burlado; cruelmente flagelado como un delincuente pernicioso y
público, y castigado con la pena de la crucifixión al vivo, reservada para los
delincuentes más sanguinarios en el gobierno de Roma en Palestina y terminar su
vida con una muerte horripilante y facinerosa que culminó con el premio de la
Resurrección, propia para todos aquellos que viven en la tierra endiosados y
sufren con paciencia el dolor que humanamente se rechaza y no se quiere, y se
acepta porque no hay más remedio o por razones espirituales de fe, y es parte
esencial de la redención. Hay que
trabajar por evitarlo, como cristianos, y si no tiene solución, padecerlo
con espíritu redentor, como medio de reparación de los propios pecados y de los
demás hombres y santificación de la Iglesia. Y para aquellos que tienen
vocación de mártires, que sufran el dolor con el gozo de ver a Dios en el Cielo
y santificar a los hombres en la tierra.
ASCENSIÓN A LOS CIELOS
El cristiano que durante toda su vida ascendió a
los cielos viviendo las etapas de la vida oculta, la vida pública, pasión y
muerte, cristificándose, cuando deje esta vida, entrará en el Cielo a
gozar el fruto de la Ascensión: la visión y gozo de los frutos de la Redención
por años sin término que no tienen fin.
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