sábado, 29 de junio de 2019

Domingo décimo tercero.Tiempo ordinario.Ciclo C

           
“Vuestra vocación es la libertad”

LA LIBERTAD

         En la segunda lectura de la liturgia de la palabra de este domingo, la palabra de Dios nos dice: Vuestra vocación es la libertad. La libertad, según Kant, es “uno de los conceptos más difíciles  de la Metafísica”. Por eso  se entiende, se explica y se utiliza con distinta ideología filosófica y en diversos sentidos populares.

 La libertad no consiste en hacer cada uno lo que quiere, lo que le gusta, le apetece, es decir hombre sin ley, hombre contra ley, error contra razón, porque más bien la libertad consiste en obrar según ley. Dios es libre y actúa con la supremacía de la inteligencia estableciendo leyes para que todo en la Creación sea perfecto en orden al bien.
El hombre es libre porque es inteligente y responsable porque es inteligente y libre. Todo acto directamente querido, bueno o malo, es imputable a su autor (Cat 1736).
La responsabilidad del pecado puede disminuir,    aumentar o ser anulada en un pecador por factores psíquicos, inadvertencias, hábitos y afecciones desordenadas. En concreto, el pecado que ofende a Dios cuánto y cómo es una estimación del juicio misericordioso de Dios, Creador y Padre.

         Clases de libertad

La libertad puede entenderse en muchas clases: libertad de pensamiento, libertad ideológica, libertad de prensa, libertad cultural, libertad política, libertad de gobierno, libertad artística, libertad comercial, libertad religiosa… La libertad es un derecho humano con tal que se ajuste al derecho natural, divino, eclesiástico y el de los demás. De lo contrario es libertinaje.  

Solamente Dios es absolutamente libre, porque todo lo que hace es siempre el bien, según sus eternos designios, aunque el hombre no lo entienda. En cambio, el hombre tiene una libertad limitada, relativa, condicionada, muchas veces equivocada haciendo el mal creyendo que es un bien, o simplemente elige el mal por muchas razones subjetivas justificadas o injustificadas. No debe hacer siempre lo que quiere, sino lo que debe.

La libertad católica, de los hijos de Dios, tiene unas características reveladas. No es una libertad humana de capricho en la elección de cualquier cosa, sino en la elección de bienes. El hombre es libre cuando elige el bien que debe. La ley no es un obstáculo para la libertad, sino una necesidad para su ejercicio, pues  orienta educa,  protege, perfecciona y santifica al hombre. El hombre, por ser un ser creado, está regido por las leyes físicas en cuanto al cuerpo y por la ley moral en cuanto al alma. 

            ¿Qué es la libertad en sentido católico?
            El Catecismo de la Iglesia Católica del papa Juan Pablo II la define con estas palabras:
La libertad es el poder de obrar o no obrar, de hacer esto o aquello, de ejecutar acciones liberadas. Radica en la razón y en la voluntad. La libertad es en el hombre una fuerza de crecimiento y de maduración en la verdad y la bondad. La libertad alcanza su perfección cuando está ordenada a Dios, nuestra bienaventuranza(Cat 1731).

La libertad  hace al hombre responsable de sus actos en la medida en que éstos son voluntarios. El progreso en la virtud, el conocimiento del bien, y la ascesis acrecientan el dominio de la voluntad sobre los propios actos (Cat 1734).

La libertad  de poder elegir entre el bien y el mal de suyo, es más bien un defecto de la libertad que una propiedad de ella. El hecho de que el hombre elija el mal en lugar del bien, se debe al misterio del pecado original que trastocó todas las facultades del ser humano. La elección de la desobediencia y del mal es un abuso de la libertad y conduce a la esclavitud del pecado (Rm 6,17). San Pablo nos dice  que nuestra vocación es la libertad, no una libertad para que se aproveche el egoísmo, sino la libertad de la esclavitud del amor de unos para con los otros.

Cuanto más santo es el hombre, más cerca de Dios está, es más libre, porque la santidad consiste en la elección de la mayor y mejor elección de bienes, hasta acercarse al Bien Supremo, que es Dios, el Ser eterno, infinitamente libre y perfecto. “En la medida en que el hombre hace más el bien, se va haciendo más libre. No hay verdadera libertad sino en el servicio del bien y de la justicia” (Cat 1733).

 La verdadera libertad consiste en amar con todo el corazón, con toda el alma y todas las fuerzas y al prójimo como a uno mismo, que es la expresión completa del amor a Dios sobre todas las cosas. Dios es el amor supremo, a quien hay que amar, no en bien de Dios, que es inmensamente feliz y nada necesita, sino en bien del hombre, que todo lo ha recibido y necesita. Cuanto más pecador es el hombre, menos libre es y más esclavo del mal. Serás señor de las cosas, si no estás dominado por ellas. Pecar no es otra cosa que ejercer la esclavitud del hombre, perder la libertad, y ser esclavo de las pasiones. La imputabilidad y la responsabilidad de una acción  pueden disminuir e incluso quedar suprimidas a causa de la ignorancia, la inadvertencia, la violencia, el temor, los hábitos, las afecciones desordenadas y otros factores psíquicos o sociales (Cat 1735).
Dedicarse totalmente al ejercicio de la virtud es ejercer progresivamente el oficio de la libertad, que es la profesión de la santidad. El que cumple la voluntad de Dios y la acepta en todo lo que sucede es el hombre más santo del hombre porque es perfectamente libre, santo, como Dios. 

sábado, 22 de junio de 2019

Corpus Christi. Ciclo C

Hoy celebramos la solemnidad del Santísimo cuerpo y sangre de Jesús, conocida popularmente con el nombre de Corpus Christi.
 En la Persona divina de Jesús se pueden concebir siete  acepciones del cuerpo de Cristo: cuerpo humano, cuerpo transfigurado, cuerpo muerto, cuerpo resucitado y glorioso, Cuerpo eucarístico y Cuerpo místico.

CUERPO HUMANO
El cuerpo humano de Jesucristo es su naturaleza humana, unido  a la segunda Persona de la Santísima Trinidad: el Hijo, virginalmente engendrado por obra y gracia del Espíritu Santo: verdadero Dios y verdadero hombre. Es igual que  otro cuerpo humano en todo menos en el pecado, 

CUERPO TRANSFIGURADO
El cuerpo transfigurado  es el mismo cuerpo humano de Jesús que en el monte Tabor, en presencia de Moisés y Elías,  fue visto por San Pedro, San Juan y Santiago con un resplandor deslumbrador de gloria, que humanamente no se puede conseguir. Fue  un símbolo humano, imperfecto, de la eterna glorificación de Jesús en el Cielo y de todos los cuerpos glorificados.

CUERPO MUERTO
Es el cuerpo muerto de Jesús, separado del alma, unido y unidos a la divinidad.

CUERPO RESUCITADO Y GLORIOSO
Es el mismo cuerpo de Jesús muerto, que resucitó, y ahora está glorioso en el Cielo, modelo de los cuerpos gloriosos al fin de los tiempos.

CUERPO EUCARÍSTICO  
Es el mismo Cuerpo de Jesucristo que está en el Cielo y  se hace presente en la Eucaristía, bajo las especies  de pan y vino.
La Eucaristía fue instituida por Jesús el Jueves Santo en el Cenáculo, estando reunido con los apóstoles con estas palabras: “Tomad y comed todos de él, porque esto es mi cuerpo que será entregado por vosotros. Después tomó en sus manos el cáliz de mi Sangre, Sangre de la alianza  nueva y eterna, que será derramada por vosotros y todos los hombres, para el perdón de los pecados. Haced esto en conmemoración mía”.
“Cristo está en la Eucaristía de modo verdadero, real y sustancial con su Cuerpo y con su Sangre, con su alma y su Divinidad. Cristo, todo entero, Dios y hombre, está presente en ella de manera sacramental, es decir, bajo las especies eucarísticas de pan y de vino por medio de la transubstanciación que significa la conversión de toda la sustancia del pan en la sustancia del Cuerpo de Cristo, y de toda la sustancia de vino en la sustancia de su Sangre” (Catecismo de la Iglesia Católica. Compendio 273. 282.2839).

Corpus Christi
La celebración de la Eucaristía se remonta a los primeros tiempos del cristianismo, al siglo II con varias reformas importantes en el decurso de los siglos.
La solemnidad del Corpus Christi se celebra desde los años 1192-1258. Su principal finalidad  es:
- celebrar la Eucaristía y actualizar místicamente el mismo sacrificio que Jesús ofreció por nosotros en la cruz;
 - proclamar y aumentar la fe en la Eucaristía;
ser  objeto de adoración, culto y alimento de las almas.

            La Eucaristía es fuente y culmen de toda la vida cristiana. En ella alcanzan su cumbre la acción santificante de Dios sobre nosotros y nuestro culto a Él. La Eucaristía  contiene todo el bien espiritual de la Iglesia: el mismo Cristo, nuestra Pascua. Expresa y produce la unidad del pueblo de Dios y produce la comunión en la vida divina y la unidad del pueblo de Dios. Mediante la celebración eucarística nos unimos a la liturgia del Cielo y anticipamos la vida eterna (Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, nº 274)

            Cuerpo místico
            Es la unión de todos los hombres, principalmente los bautizados, con Cristo, su cabeza, en la Iglesia de muchas maneras, formando un Cuerpo Místico en el que hay comunicación de vida divina e intercomunicación de bienes.




sábado, 15 de junio de 2019

Domingo de la Santísima Trinidad. Ciclo C

      SANTÍSIMA TRINIDAD

            La Santísima Trinidad es un misterio absoluto que supera la capacidad cognoscitiva del hombre. Su conocimiento es analógico, pues el hombre utiliza conceptos humanos que no se pueden aplicar a Dios, Ser eterno, infinitamente perfecto. La esencia de Dios es incomprensible. Para entenderla utilizamos conceptos humanos que no se corresponden con los divinos. Sin embargo, aunque el conocimiento de Dios para el hombre es imperfecto, es verdadero. Solamente en el cielo los bienaventurados ven el misterio de Dios, tal como es, por medio de una potencia sobrenatural que Dios infunde en el alma, llamada luz de la gloria. Pero no conocen la naturaleza de Dios  cuantitativamente, tanto cuanto Dios se conoce así mismo en las tres divinas personas y como conoce las cosas. El conocimiento de Dios solamente se consigue por la fe con conceptos humanos o atributos que son perfecciones que concebimos en Dios, sacados de las criaturas, quitando sus imperfecciones y elevando las perfecciones al infinito con la imaginación.  Así, decimos, Dios es absolutamente simple, infinitamente perfecto, sabio, poderoso, santo, bondadoso, absolutamente inmutable, eterno, omnipotente. Y después el resultado es que la realidad de Dios queda desconocida.

Creemos en un solo Dios, no varios, y en Él tres Personas Divinas, y cada una de ellas posee la esencia divina que es numéricamente la misma. Las Personas divinas son el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Las tres son realmente distintas, y no tres dioses. No se reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente Dios: El Padre es lo mismo que es el Hijo, el Hijo lo mismo que es el Padre, el Padre y el Hijo son lo mismo que el Espíritu Santo, es decir un solo Dios por naturaleza. Cada una de las tres personas tiene la misma sustancia o naturaleza divina (Cat 253).

Las personas divinas son realmente distintas entre sí.
Dios es único pero no solitario. Padre, Hijo, Espíritu Santo no son simplemente nombres que designan modalidades del ser divino, pues son realmente distintos entre sí. El que es el Hijo, no es el Padre, y el que es el Padre, no es el Hijo, ni el Espíritu Santo. Son distintos entre sí por sus relaciones de origen: El Padre es quien engendra, el Hijo quien es engendrado, y el Espíritu Santo es quien procede (Cat 254).

 Toda la economía divina es  obra común de las tres personas divinas. Porque la Trinidad, del mismo modo que tiene una sola y misma naturaleza, así también tiene una sola misma operación. Todas las operaciones divinas ad extra son comunes a las tres divinas personas, pero al Padre se le atribuye la Creación, al Hijo la Redención y al Espíritu Santo la santificación, pero las tres personas son creadores, redentores y santificadores, porque tienen la misma naturaleza divina.

            El concepto que el hombre tiene sobre Dios, naturaleza divina y persona divina es múltiple, y no se puede comparar con el concepto de persona humana, naturaleza humana y naturaleza de las cosas.

            El misterio de la Santísima Trinidad, que es imposible conocer humanamente, se sabe, se cree y se vive por la fe o contemplación mística con oración y acción de obras buenas y santas con la esperanza de que algún día podamos ver y comprender el misterio, tal como es, en el Cielo. 
           







sábado, 8 de junio de 2019

Pentecostés. Ciclo C

        
         
En Pentecostés, con la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles, y se piensa que también sobre María Santísima, empieza estructuralmente la Iglesia. El magisterio de la Iglesia, a lo largo de su Historia, fue concretando con estudios bíblicos y teológicos de la Revelación los actos en los que viene el Espíritu Santo a la Iglesia. Se pueden reducir a cuatro: Pentecostés bíblico, Pentecostés sacramental y Pentecostés teológico.

Pentecostés bíblico

El libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 2,1-6) nos cuenta este hecho histórico con estas palabras: “Todos los discípulos estaban juntos el día de Pentecostés. De repente un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban”, que podría ser el Cenáculo o una casa de alguno de los discípulos. “Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería.
            Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos  de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados porque cada uno los oía hablar  en su propio idioma”.
Este acontecimiento no es una alegoría o representación literaria que los primeros cristianos compusieron para significar  ideas abstractas religiosas o místicas, como piensan los racionalistas, sino una realidad sobrenatural histórica, causada por el Espíritu Santo para inaugurar el principio de la Iglesia Católica.

Pentecostés eclesial

La Iglesia  ha recibido del Espíritu Santo la facultad de santificar el Cuerpo Místico de Cristo, hecho que ha estudiado  con argumentos bíblicos y teológicos fundados en la Revelación; y ha determinado los actos en los que  el Espíritu Santo viene a la Iglesia; y enseña que es Pentecostés eclesial cuando la Iglesia  convoca oficialmente actos importantes, como concilios, sínodos, reuniones pastorales y espirituales, asambleas. Estos acontecimientos, deben estar presididos y dirigidos por la jerarquía de la Iglesia.  También el Espíritu Santo desciende en encíclicas, escritas por el Papa.

Pentecostés sacramental

En la celebración de los siete sacramentos viene el Espíritu Santo en los que los administran y en los que los reciben con las debidas disposiciones. Cuando una persona recibe el sacramento del bautismo, el Espíritu Santo baña todo el ser del alma y la convierte en un complejo sobrenatural de gracia, virtudes y dones especiales del Espíritu Santo; y entonces es Pentecostés bautismal. El bautismo es un endiosamiento de la persona humana.
Cuando persevera con perfección progresiva en la vida cristiana, y un cristiano recibe el sacramento de la confirmación, llamado también sacramento el Espíritu Santo, recibe en plenitud la fortaleza de la fe, para vivirla, defenderla, y en algunos casos hasta para dar la vida  por Jesucristo, si fuera preciso; y entonces es Pentecostés del Espíritu Santo.
 Cuando un pecador pide perdón a Dios en el sacramento de la Penitencia recibe la absolución trinitaria en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y se celebra el Pentecostés del perdón.
 Cuando el cristiano recibe la Eucaristía, el Espíritu Santo establece su trono en el alma para vivir con Dios en comunidad trinitaria, y entonces es Pentecostés eucarístico
Cuando un bautizado y confirmado recibe en estado de gracia los sacramentos hasta el fin de su vida, y recibe el sacramento de la Unción de enfermos, consigue el pasaporte  para entrar en el Reino de los Cielos.  
Cuando  un cristiano  recibe el sacramento del Orden sacerdotal,  se cristifica por la fuerza del Espíritu Santo para ser otro Cristo en la tierra predicar la Palabra de Dios, celebrar los sacramentos, dirigir espiritualmente a los cristianos y comunidades cristianas.
Y, por fin, cuando un hombre y una mujer  se aman cristianamente, y quieren unirse sacramentalmente en matrimonio católico para propagar la especie humana y ayudarse mutuamente, para la generación y educación de la prole  es Pentecostés matrimonial
    
Pentecostés teológico

El cristiano en virtud del bautismo está capacitado para que toda su vida sea Pentecostés, haciendo que sus pensamientos, deseos, palabras y obras estén unidos al Espíritu Santo; y, sobre todo, cuando hace oración, realiza cualquier obra buena de la vida ordinaria, caritativa, apostólica en estado de gracia, el Espíritu Santo actúa en el alma y desde el alma es Pentecostés teológico.

sábado, 1 de junio de 2019

Ascensión del Señor. Ciclo C

ASCENSIÓN DEL SEÑOR

La vida de Jesús se puede conceptuar en tres momentos evangélicos: Encarnación,  Drama de la vida de Jesús y Ascensión a los Cielos.

LA ENCARNACIÓN

En el mismo momento en que el Hijo de Dios  encarnó en las entrañas purísimas de Santa María, Virgen, por obra y gracia del Espíritu, sin dejar de ser Dios, empezó la redención. Como Persona Divina eligió la humillación, humanamente inconcebible, de rebajar su categoría divina a categoría humana, haciendo que todos los actos de su evolución humana fueran redentores. Se sometió a un proceso  de gestación humana hasta que llegó el momento de su nacimiento virginal.

    DRAMA DE LA VIDA DE JESÚS

            La vida redentora de Jesús comprende tres etapas  principales: vida oculta, que duró unos treinta años; vida pública, cuyo tiempo fue de unos tres años; vida de pasión, muerte y resurrección dentro del espacio de tres días del cómputo del tiempo judío en aquella época, y ascensión a los Cielos por toda la eternidad.

            Vida oculta 

Nacido Jesús virginalmente de su madre, María, empezó la etapa de la vida oculta redentora desde el silencio, sin que nadie supiera que era Dios. Cuando, como bebé, sonreía, lloraba y realizaba actos inconscientes, propios de la edad, era Dios que redimía con sonrisas, lágrimas y actos divinamente humanamente divinos; cuando, como niño, ayudaba a su madre en las tareas domésticas de la casa, o le prestaba un servicio de obediencia, ejercía la redención universal de todos los hombres; y de la misma manera cuando en la edad del trabajo aprendía el oficio en el taller de su padre, bajo su obediencia y dirección, cada vez con más maestría, desempeñaba la misión redentora en el mundo. Jesús, como hombre, en cada etapa de su vida se ponía en contacto con el Padre para fortalecer su humanidad con la oración,  para cumplir desde el silencio y el anonimato su misión salvadora en el mundo.  Jesús en su larga vida oculta parecía solamente un simple hombre, siendo Dios, porque hacía obras humanas, divinizadas, ocultando su divinidad, para enseñarnos que era Dios quien salva,  santifica y redime. Jesús nos enseñó que la vida oculta, realizada en estado de gracia con oración, amor y sacrificio redime, santifica y desempeña una acción apostólica en el mundo. 
    
            Vida pública

            La vida pública que reporta fama, dinero, amistad, influencias, popularidad tiene el peligro de idolatrar a la persona y también la ventaja para hacer el bien y apostolado. Jesús ocupó tres años de  su vida para predicar la nueva noticia, el Evangelio, hacer milagros, demostrar su divinidad, que era el Mesías, enviado por Dios, para redimir a todos os hombres. Es un modelo de vida apostólica, consagrada, para hacer el bien con la predicación de Palabra de Dios, el ejercicio de la caridad con los pobres y enfermos y prestación de servicios varios a los hermanos.

            Vida de pasión, muerte y resurrección

            Además de la pasión que Jesús padeció en su vida pública por parte de sus enconados enemigos, que formaba parte de su misión profética y mesiánica, Jesús sufrió la injusticia de ser condenado a muerte, siendo inocente, coronado de espinas, en son de rey burlado; cruelmente flagelado como un delincuente pernicioso y público, y castigado con la pena de la crucifixión al vivo, reservada para los delincuentes más sanguinarios en el gobierno de Roma en Palestina y terminar su vida con una muerte horripilante y facinerosa que culminó con el premio de la Resurrección, propia para todos aquellos que viven en la tierra endiosados y sufren con paciencia el dolor que humanamente se rechaza y no se quiere, y se acepta porque no hay más remedio o por razones espirituales de fe, y es parte esencial de la redención.  Hay que  trabajar por evitarlo, como cristianos, y si no tiene solución, padecerlo con espíritu redentor, como medio de reparación de los propios pecados y de los demás hombres y santificación de la Iglesia. Y para aquellos que tienen vocación de mártires, que sufran el dolor con el gozo de ver a Dios en el Cielo y santificar a los hombres en la tierra.

            ASCENSIÓN A LOS CIELOS

            El  cristiano que durante toda su vida ascendió a los cielos viviendo las etapas de la vida oculta, la vida pública, pasión y muerte,  cristificándose,  cuando deje esta vida, entrará en el Cielo a gozar el fruto de la Ascensión: la visión y gozo de los frutos de la Redención por años sin término que no tienen fin.