En Pentecostés,
con la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles, y se piensa que también
sobre María Santísima, empieza estructuralmente la Iglesia. El magisterio de la
Iglesia, a lo largo de su Historia, fue concretando con estudios bíblicos y
teológicos de la Revelación los actos en los que viene el Espíritu Santo a la
Iglesia. Se pueden reducir a cuatro: Pentecostés bíblico, Pentecostés
sacramental y Pentecostés teológico.
Pentecostés bíblico
El libro de los
Hechos de los Apóstoles (Hch 2,1-6) nos cuenta este
hecho histórico con estas palabras: “Todos los discípulos estaban
juntos el día de Pentecostés. De repente un ruido del cielo, como de un viento
recio, resonó en toda la casa donde se encontraban”, que podría ser el
Cenáculo o una casa de alguno de los discípulos. “Vieron aparecer unas
lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se
llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras,
cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería.
Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones
de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados
porque cada uno los oía hablar en su propio idioma”.
Este acontecimiento
no es una alegoría o representación literaria que los primeros cristianos
compusieron para significar ideas abstractas religiosas o místicas, como
piensan los racionalistas, sino una realidad sobrenatural histórica, causada
por el Espíritu Santo para inaugurar el principio de la Iglesia Católica.
Pentecostés eclesial
La Iglesia
ha recibido del Espíritu Santo la facultad de santificar el Cuerpo Místico de
Cristo, hecho que ha estudiado con argumentos bíblicos y teológicos
fundados en la Revelación; y ha determinado los actos en los que el Espíritu
Santo viene a la Iglesia; y enseña que es Pentecostés eclesial cuando la
Iglesia convoca oficialmente actos importantes, como concilios, sínodos,
reuniones pastorales y espirituales, asambleas. Estos acontecimientos, deben
estar presididos y dirigidos por la jerarquía de la Iglesia. También el
Espíritu Santo desciende en encíclicas, escritas por el Papa.
Pentecostés sacramental
En la celebración
de los siete sacramentos viene el Espíritu Santo en los que los administran y
en los que los reciben con las debidas disposiciones. Cuando una persona recibe
el sacramento
del bautismo, el Espíritu Santo baña todo el ser del alma y la convierte en
un complejo sobrenatural de gracia, virtudes y dones especiales del Espíritu
Santo; y entonces es Pentecostés bautismal. El
bautismo es un endiosamiento de la persona humana.
Cuando
persevera con perfección progresiva en la vida cristiana, y un cristiano recibe
el sacramento de la confirmación, llamado también sacramento el Espíritu
Santo, recibe en plenitud la fortaleza de la fe, para vivirla, defenderla, y en
algunos casos hasta para dar la vida por Jesucristo, si fuera preciso; y
entonces es Pentecostés del Espíritu Santo.
Cuando un
pecador pide perdón a Dios en el sacramento de la Penitencia recibe la absolución
trinitaria en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y se celebra
el Pentecostés del perdón.
Cuando el
cristiano recibe la Eucaristía, el Espíritu Santo establece su trono en el alma
para vivir con Dios en comunidad trinitaria, y entonces es Pentecostés
eucarístico
Cuando un
bautizado y confirmado recibe en estado de gracia los sacramentos hasta el fin
de su vida, y recibe el sacramento de la Unción de enfermos, consigue el
pasaporte para entrar en el Reino de los Cielos.
Cuando un
cristiano recibe el sacramento del Orden sacerdotal, se
cristifica por la fuerza del Espíritu Santo para ser otro Cristo en la tierra
predicar la Palabra de Dios, celebrar los sacramentos, dirigir espiritualmente
a los cristianos y comunidades cristianas.
Y, por fin,
cuando un hombre y una mujer se aman cristianamente, y quieren unirse
sacramentalmente en matrimonio católico para propagar la especie humana y
ayudarse mutuamente, para la generación y educación de la prole es Pentecostés
matrimonial
Pentecostés teológico
El cristiano en
virtud del bautismo está capacitado para que toda su vida sea Pentecostés, haciendo
que sus pensamientos, deseos, palabras y obras estén unidos al Espíritu Santo;
y, sobre todo, cuando hace oración, realiza cualquier obra buena de la vida
ordinaria, caritativa, apostólica en estado de gracia, el Espíritu Santo actúa
en el alma y desde el alma es Pentecostés teológico.
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