EL BUEN SAMARITANO

1. Comentario.
2 Amor al prójimo.
3 Clases de prójimo.
4 Amarás al prójimo como a ti mismo.
5 Amor al enemigo.
1 Comentario
El Buen Samaritano es una parábola que inventó Jesús para responder a la pregunta que le hizo un doctor de la Ley: ¿Quién es el prójimo?
El prójimo no es como un sacerdote que bajaba de Jerusalén a Jericó y encontró en el camino a un judío en el suelo, molido a palos por unos bandidos que le robaron, y lo dejaron desnudo y medio muerto. Y al verlo, dio un rodeo y pasó de largo; ni tampoco como un levita, experto en la Sagrada Escritura, que se acercó adónde estaba el herido, y al verlo, se desentendió del tema y se marchó sin hacer nada. Luego pasó por allí un samaritano que iba de viaje, y al verlo le dio lástima, se acercó a él, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, lo montó después en su jumento, y lo llevó a una posada para que lo cuidaran. Al día siguiente dio dos denarios al posadero y le dijo: Cuida de él y lo que gastes de más, yo te lo pagaré a la vuelta. Jesús dijo al doctor de la ley: Éste es el verdadero prójimo, el que hace bien al prójimo, también al enemigo. Haz tú lo mismo.
2 Amor al prójimo
“Amarás al prójimo como a ti mismo” (Mt 22,39).
No existe hada más que un mandamiento, primero, principal y único de la Ley de Dios: amar a Dios sobre todas las cosas, tema fundamental de la vida cristiana y sobre el que juzgará Dios a todos los hombres en el examen del juicio personal y final(Mt 25, 31ss).
El amor al prójimo no es nada más que una consecuencia lógica del amor a Dios, como también el amor a las cosas. Son dos aspectos diferentes de un mismo amor. No existe verdadero amor a Dios sin el amor efectivo al prójimo.
3 Clases de prójimo
Según la doctrina de Santo Tomás de Aquino el amor al prójimo se extiende a todos los seres que poseen la comunicación de la gracia o la capacidad de conseguirla: Solamente no son prójimos los demonios y condenados que están en el infierno, porque están eternamente desconectados de la bienaventuranza.
4 Amarás al prójimo como a ti mismo
Amar al prójimo como a ti mismo no significa amar al otro tanto cuanto uno se ama a sí mismo, pues no es un amor cuantitativo sino cualitativo, modal y sobrenatural. Valga una comparación. Amamos a todos los miembros de nuestro cuerpo de la misma manera, aunque no a todos con la misma preferencia o intensidad. Amamos más, por ejemplo, un ojo que un dedo de un pie que no se ve y no es tan necesario para la vida del cuerpo, pero a todos los miembros de nuestro cuerpo los amamos igualmente, de manera preferencial y necesaria. Así debemos amar a todo prójimo, pero de distinta manera cuantitativa. Por ley natural se ama más a un hijo o a un amigo que a un extraño o al enemigo, a quien hay que amarlo con amor de caridad por amor a Cristo, pero no con la misma intensidad.
5 Amor al enemigo
El amor al enemigo no es un consejo de perfección evangélica sino un precepto universal para todos los hombres. Está claramente preceptuado en la Sagrada Escritura. El motivo principal de perdonar a quien nos ha ofendido es el ejemplo del Señor que perdonó a quienes lo crucificaron con excusas antes de morir: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34).
No se puede excluir a nadie del amor al prójimo, ni siquiera al enemigo a quien hay que amar como miembro del Cuerpo Místico de Cristo. Negando el perdón a nuestros hermanos, el corazón se cierra y se hace impermeable a la misericordia de Dios. Así nos lo enseña la Iglesia en el Catecismo de la Iglesia católica del Papa Juan Pablo II: “Al negarse a perdonar a nuestros hermanos y hermanas, el corazón se cierra, su dureza lo hace impermeable al amor misericordioso del Padre; en la confesión del propio pecado, el corazón se abre a su gracia” (Cat 2840). El amor al enemigo consiste esencialmente en no odiar y no vengarse. Excluye dos cosas: el odio y la venganza en el corazón, términos incompatibles con el perdón. Odiar no es lo mismo que sentir la ofensa en lo más íntimo del corazón, ni tampoco exigir la justicia
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