sábado, 4 de noviembre de 2023

Trigésimo primer domingo. Tiempo Ordinario. Ciclo A

Como respuesta a la Palabra de Dios, proclamada en la primera lectura de la liturgia, todos juntos hemos aclamado: “Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tu manos”.      

Vamos a ocupar el tiempo de la homilía en hablar de la misericordia de Dios.         


¿Qué se entiende por misericordia?         

Misericordia es una palabra latina compuesta de dos palabras: miserum cor, que significa corazón misericordioso.         

A primera vista nos parece que Dios no es misericordioso, porque existen en el mundo muchos males o miserias que no remedia. Hay miserias naturales  como, por ejemplo, volcanes, aluviones, inundaciones, terremotos, huracanes, que causan muchas desgracias humanas, ruinas, pobrezas, y proceden de la Naturaleza, creada y gobernada por Dios. ¿Dónde está la misericordia de Dios para con los miles de hombres que padecen estas múltiples miserias?         

Hay otro tipo de miserias corporales, como son dolores, enfermedades físicas que hacen sufrir lo indecible ¿Por qué nacen tantos niños enfermos, subnormales, discapacitados, que hacen sufrir a los padres, familiares y amigos y causan tantos problemas a la Sociedad? ¿No es Dios Padre, Todopoderoso? ¿Por qué quiere o permite tantos males que dependen de Él, se preguntan con angustia los hombres sin fe, y nos preguntamos también nosotros los creyentes? 

Los que  tenemos fe damos la respuesta: “sea lo que Dios quiera”, sin entender nada, sabiendo que todo lo que sucede por voluntad de Dios, será por razones misteriosas de bien, que no entendemos ¿Cómo se concilia la misericordia de Dios eterna con las miserias que padecemos su hijos, los hombres?

¿Qué podemos decir de las enfermedades psíquicas del espíritu? ¡Cuántas personas desequilibradas, con trastornos mentales, con cabezas averiadas o rotas! ¿Dónde está la misericordia de Dios eterna?

¿Y qué decir de los graves e innumerables pecados que existen en el mundo? No hace falta nada más que echar un vistazo para comprobar que hoy el pecado es una moda, una costumbre aceptada, un diversión aplaudida, que a la larga causa una lacra de males. ¿Por qué los buenos sufren, mereciendo la recompensa de premios y favores y, en cambio, los malos triunfan, son aplaudidos y premiados? ¿Por qué Dios, infinitamente justo no castiga el mal y premia el bien?

La fe nos dice que el concepto del bien y del mal es absoluto, divino, en relación a la vida eterna, y no humano según el gusto de los hombres, que llaman bien a lo que gusta y mal a lo que la naturaleza rechaza.

Los males humanos no son males en sí mismos, sino son males de medio para un fin supremo y último, que es Dios.

De la misma manera que una madre quiere la operación del niño pequeño, que es dolorosa, y que para él es un mal que no entiende, pero que a la larga es un bien último, la salud, así sucede con los males humanos, que hacen sufrir, no gustan, pero son necesarios para los bienes eternos.

No existe nada más que un mal en el mundo, que es el pecado, para el que siempre Dios tiene misericordia infinita y perdona a quienes le ofenden y, arrepentidos, le piden perdón; y también a muchos otros a quienes, sin arrepentirse, les concede gratuitamente la gracia del conocimiento del pecado y de su perdón, incluso sin que ellos pidan estas gracias; es más, con muchos obra Dios en su propia naturaleza, por vía libre, con su gracia, de modo misterioso, porque es bondad infinitamente misericordiosa.

Los otros males de orden físico son temporales, no eternos, relativos, no absolutos. El refrán castellano recoge esta idea con sentido teológico: “No hay mal que por bien no venga”. Y tiene que ser así, pues Dios es el Ser eterno, el bien Sumo que filosóficamente es incompatible con el mal, y es Padre de todos los hombres, y no puede querer el mal para ellos, sino permitir el mal que ellos libremente eligen.

Quiero explicar otro sentido de la misericordia de Dios eterna. ¿Cómo se entiende que la misericordia de Dios es eterna, si el mal es temporal, dura mientras exista el tiempo? ¿Acaso cuando termine este mundo, fin del mal, Dios seguirá siendo misericordioso en el Cielo?

La misericordia eterna se entiende en dos etapas: en el tiempo y en la eternidad. Mientras el hombre exista en el mundo, habrá pecados y la misericordia de Dios es necesaria, es como un deber del ejercicio del amor de Dios, Padre, para con sus hijos los hombres, débiles y pecadores.

En el Cielo gozan de la misericordia de Dios glorificada, aquella que tuvieron en la tierra, que se convierte en el Cielo en gloria y alabanza, como dice la Sagrada Escritura: “Cantaré eternamente las misericordias del Señor”. Cuando llegue el fin del mundo, y toda la Creación se convierta en los Nuevos Cielos y la Nueva tierra, la misericordia del Señor será glorificada eternamente, porque ¿Qué es el Cielo sino la  gracia de la misericordia de Dios que existió en el tiempo, hecha visión y gozo para siempre?

1 comentario:

  1. Creo que no se corresponde con las lecturas de hoy, pero también me vale. Muchas gracias

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