sábado, 28 de julio de 2012


DOMINGO DECIMOSEPTIMO DEL TIEMPO ORDINARIO
(Ciclo b, 29 de Julio de 2012)
Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos

La liturgia de la Palabra en la segunda lectura del apóstol San Pablo a los Efesios nos manda que seamos siempre humildes, amables y comprensivos. Estas palabras me ofrecen una oportunidad para tratar la virtud de la humildad en breves reflexiones. 

HUMILDAD
"El que se ensalza, será humillado y el que se humilla será ensalzado" (Lc 14,11)

¿Qué es la humildad?
"La humildad, en cuanto virtud especial, mira principalmente a la sujeción del hombre a Dios, por el cual se somete también a los demás humillándose ante ellos", dice Santo Tomás de Aquino (II-II 161, 1-5). Consiste en el conocimiento de Dios en relación con el propio conocimiento y el de los demás, de cuyo conocimiento resulta la humildad. 
  Santa Teresa de Jesús, que no estudió la teología de las virtudes en ninguna Universidad, definió la humildad con estas palabras: "Humildad es andar en verdad" (Morada. Sexta 10,7). Y la verdad es que Dios es Todo y el hombre todo lo ha recibido  en la naturaleza o en la gracia en potencia. Con la gracia de Dios el bien que haces  es  tuyo y también de los demás por los méritos de Jesucristo.  Eres mentiroso, si dices que lo bueno que haces  es totalmente tuyo,  y humilde, si reconoces que toda la verdad de lo que eres y tienes se debe fundamentalmente  a Dios.  En cuanto al ser eres un regalo de Dios, y en cuanto al obrar justicia personal y de Dios.  
La humildad es una virtud espiritual y no una cualidad temperamental.  Ser humilde no es lo mismo que  calladito, apocado, tímido, débil de carácter, pobre; ni soberbio es lo mismo que rebelde, hablador, abierto, extrovertido, enérgico. Puedes ser humilde y soberbio con cualquier temperamento. La manera natural de ser de una persona no define su virtud. Sé humilde siendo tú mismo con tu virtuoso temperamento en obrar el bien, conociendo a Dios y conociéndote a ti mismo,  dominando tus defectos naturales. Ocúpate cada día por ser mejor, sin preocuparte demasiado de tus fallos, que no todos son ofensas a Dios, sino defectos naturales y gracias necesarias para conocer más y mejor a Dios, conocerte a ti mismo,  humillarte, hacer oración y comprender a los demás. 
En la carrera de la santidad se avanza al paso, al trote o a galope con retrocesos. Corre en el maratón de la santidad a tu paso, sin que te importe el puesto que llevas en la carrera, ni que otros te lleven la delantera, pues el caso es correr y llegar a la meta.
Fundamento de la humildad
La humildad no es ciertamente la principal de las virtudes, que es la caridad, pero es el fundamento de todas ellas. Lo que es el cimiento al edificio es la humildad a la santidad: principio de unidad y consistencia de todas las virtudes. Si quieres tener santidad de rascacielos, necesitas el fundamento de la humildad de subsuelo.   No hay cosa más difícil en este mundo que conocerse a sí mismo y conocer a los demás, pues cada hombre es un misterio. Pocos aprueban la asignatura del propio conocimiento y el de los demás con buena nota. Cuando conoces a Dios,  te humillas porque compruebas su grandeza en relación con  tu pequeñez y debilidad, y no te atreves a compararte con los demás hombres, pues desde la cima del conocimiento de Dios, Santísimo, se siente el vértigo de la propia miseria. Arrójate con los ojos cerrados a los brazos de Dios Padre, infinitamente misericordioso, y caerás sobre los brazos de Cristo crucificado. El amor propio es tan sutil que puede encontrarse entre los gozos de la alta contemplación mística. Buscando los consuelos de la contemplación, puedes caer en la idolatría de darte culto a ti mismo. 
La humildad: fruto de la humillación 
Humillar a otro ni es táctica psicológica para corregir a nadie, ni medio espiritual para hacer humildes. No se consigue solamente con actos piadosos de devoción, sino con actos costosos de humillación. Las humillaciones son gracias que Dios concede o permite  para conocer los defectos propios y ajenos; comprobar la realidad de las virtudes supuestas; descubrir la necesidad de Dios; y comprender las debilidades de los hombres.
Celebra tus humillados fracasos, alegrándote del triunfo de otros, porque todo lo bueno que se hace es bien comunitario. Las derrotas sufridas con  humildad son victorias con el poder de Dios: "Señor, Tú eres mi fuerza, mi roca, mi fortaleza, mi libertador, mi Dios, mi roca donde yo me refugio, mi escudo protector, mi salvación, mi asilo" (Sal 18,2). 
El fracaso de una vida pecadora arrepentida del pasado es una gracia  para  vivir un presente en humildad de santidad de perfección progresiva. 

  


   






martes, 24 de julio de 2012


SANTIAGO APÓSTOL
25 de Julio de 2012


En la fiesta de Santiago apóstol, Patrono de España, se me ocurre hacer unas breves reflexiones sobre el significado de la palabra apóstol.
En sentido etimológico apóstol proviene del griego con el significado de enviado a predicar el Evangelio. Los primeros apóstoles  fueron doce, elegidos por Jesucristo para predicar el Evangelio a todas las gentes: “Id, pues, y haced discípulos  a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed  que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Es evidente que es precepto del Señor. No era sólo para los apóstoles sino también para sus sucesores, porque es hasta el fin del mundo, que son los papas y obispos de la Historia de la Iglesia, sacerdotes y diáconos en sentido jerárquico, y de manera extensiva para todos los bautizados.
En sentido eclesial se pueden distinguir cuatro  clases de apóstoles: apóstol bautismal, apóstol de vocación específica, apóstol de consagración, y apóstol sacramental. 
Apóstol bautismal 
Todos los cristianos por el mero hecho de haber recibido el sacramento del bautismo estamos configurados con Cristo, “cristificados” y confirmados con el sacramento del Espíritu Santo,  somos apóstoles de la Iglesia en medio del mundo, aunque cada uno  según el don o carisma que ha recibido. El apostolado que debe ejercer es el común: la santidad personal, que es el fin primario del apostolado por medio de la oración, que es en sí misma apostolado, vida sacamental  y la acción de la vida ordinaria en gracia de Dios en la familia, en el trabajo, en la amistad, en la convivencia  y en la Sociedad, pues haciendo bien lo que se tiene que hacer y santamente lo que cada uno quiere se santifica y se influye en  todos los demás hijos de Dios, que forman parte del Cuerpo Místico de Cristo y en todos los hombres del mundo, de la manera que solamente Dios sabe. El que cumple los mandamientos, vive en gracia y obra cristianamente es un apóstol, sin hacer otra cosa más que lo que debe y quiere.
Apóstol de vocación específica
Algunos bautizados por vocación específica se sienten llamados por Dios a ejercer distintas acciones eclesiales: la caridad, la catequesis, la enseñanza, la liturgia,  la administración y otras ayudas a la Iglesia.  
Apóstol de consagración
Muchos cristianos con una vocación del Espíritu Santo ejercen  un especial apostolado en el mundo en comunidad fraterna o de otra manera con un carisma aprobado por la Iglesia en favor de los hombres. 
Apóstol sacramental
En virtud del sacramento del Orden algunos bautizados, elegidos por Dios, son consagrados obispos como pastores, instituidos por el Espíritu Santo, y no como delegados del Papa, a modo de ministros, para gobernar la Iglesia, unidos entre sí y bajo la obediencia del Papa; muchos otros son sacerdotes, ordenados por el Obispo, y como delegados suyos desempeñar una misión pastoral en una diócesis, parcela de la Iglesia Universal; y bastantes comos diáconos ayudantes de los obispos y sacerdotes.
 Hay dos clases de diáconos: diácono transitorio y diácono permanente. El diácono transitorio es un seminarista destinado para el sacerdocio,  que necesita un tiempo para terminar sus estudios teológicos y ser ordenado sacerdote célibe; y diácono permanente es un hombre casado o soltero, trabajador, honrado, piadoso, de buena reputación social, y comprometido con la Iglesia. Si el diácono está casado y se muere  la esposa, no puede volver a casarse, pero sí puede optar por ser sacerdote.  



Funciones: 
- Asistir a los obispos y sacerdotes en la celebración de los divinos misterios, sobre todo en la Eucaristía  y en la distribución de la Comunión;
- proclamar el evangelio y predicarlo; 
- administrar el sacramento del bautismo;
- presidir las exequias; 
- ser ministro de la Iglesia en la celebración del matrimonio;
- hacer la exposición y bendición con el Santísimo; 
- ejercer el servicio de la caridad eclesial;
- animar y formar a los fieles que se les encomiende; 
-  dirigir  Comunidades cristianas.
En concreto, puede desempeñar todos los oficios del sacerdote, menos celebrar la santa misa, confesar y administrar la Unción de Enfermos. 


sábado, 21 de julio de 2012



DOMINGO DECIMO SEXTO DEL TIEMPO ORDINARIO
(Ciclo b, 22 de Julio de 2012)
El Señor es mi Pastor

En el salmo responsorial de la liturgia de la Palabra de este domingo, como respuesta,  hemos proclamado juntos: “El Señor es mi Pastor, nada me falta”.  
El Buen Pastor es una alegoría que Jesús utilizó para explicar el misterio de la Iglesia. Como homilía voy a enunciar  ocho elementos de ella que la componen con breves reflexiones, dejando al lector el desarrollo personal para su meditación y otros fines: Pastor, asalariado, ovejas, rebaño, redil, puerta, lobos, ladrones.
El Pastor 
Jesús, el Buen Pastor, cuyas misiones principales en su tiempo fueron:
- conocer a cada una de sus ovejas de todo el mundo por su nombre en  profundidad y amor comprensivo y misericordioso; 
- dar la vida por ellas hasta el extremo de morir en la cruz; 
- guiar a las ovejas por el camino del Evangelio;
- apacentarlas con el  alimento de la vida eterna;
- y quedarse en la Eucaristía  hasta el fin de los tiempos. 
Esta es la misión de todo pastor: conocer a la persona, dar la vida por ella, guiarla según el Evangelio y alimentarla con la Palabra de Dios y la Eucaristía.

El sucesor de Jesús con la misma misión   es el Papa, Pastor Supremo de la Iglesia; cada Obispo en su propia Diócesis, parcela de la Iglesia Universal, si está unido a todos los Obispos del mundo y bajo la obediencia del Papa. Los sacerdotes son también pastores, colaboradores del Obispo en la parroquia o Comunidad que se les ha encomendado; son también pastores todos los religiosos y religiosas que realizan una misión eclesial bajo la obediencia del Obispo; y en sentido amplio todos los bautizados que desempeñan una misión cristiana en la familia, en la Sociedad y hasta en la política cristiana. 
Asalariado 
Asalariado es el sacerdote o ministro de la Iglesia que trabaja  solamente  por intereses personales, sin importarle las ovejas.
Ovejas en sentido estricto son los cristianos bautizados que pertenecen a la Iglesia, Cuerpo místico de Cristo; en sentido religioso los hombres que profesan una religión con sincero corazón; y en sentido universal  todos los hombres del mundo que tienen recta conciencia en el bien obrar, y también los muy pecadores en potencia de salvación. 
Rebaño  es el conjunto de ovejas bajo la dirección de un pastor que las conoce, guía, apacienta y protege de todos los peligros. Todos los hombres y mujeres del mundo forman un solo Rebaño, aunque de distinta manera. 
Redil 
Redil es el aprisco de la Iglesia donde se resguardan las ovejas para pasar las noches frías de la tentación, el refugio para librarse de los pecados, peligros diversos  y protegerse contra todo mal. 

 Puerta 
Cristo es la puerta por la que hay que entrar al Redil de la Iglesia. 
Lobos 
Lobos son los malos sacerdotes y cristianos, personas perversas, amistades contrarias y enemigas de la Iglesia, espectáculos que inducen al pecado, negocios sucios, lecturas dañinas a la fe a la Moral Católica y eventos perniciosos que suceden, aprovechados para el mal; y  ladrones son los hombres satánicos que roban la fe a las ovejas incautas, ingenuas e inocentes con astucias, engaños, falacias y  falsas doctrinas.
Todos los cristianos somos ovejas del Buen Pastor, que es Cristo y de sus representantes. Seamos dóciles y obedientes a ellos, y si ejercemos  una misión de pastoreo en la Iglesia, conozcamos a las ovejas que se nos han encomendado, las guiemos por caminos seguros y las alimentemos con el Evangelio y la Eucaristía; y los pastores cristianos que tienen una responsabilidad cristiana en la familia, en la Sociedad o en cualquier tarea humana del mundo deben ser pastores consecuentes de la fe de la Iglesia, desempeñando cristianamente su pastoreo eclesial, pues todos los bautizados somos pastores de la Iglesia, aunque de diferente manera. 

sábado, 14 de julio de 2012



DOMINGO DECIMOQUINTO  DEL TIEMPO ORDINARIO

(Ciclo b, 15 de Julio de 2012)
Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación
Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” 
        (1 Tim 2,3-4;
 
Dios quiere que todos los hombres se salven.


Dios quiere que todos los hombres se salven,  y para que este deseo se  pueda llevar a efecto  regala a cada uno, de infinitas maneras y de modo misterioso, las gracias necesarias  para su salvación  por medio de la Iglesia, Sacramento universal de salvación. 
La bondad de la persona  en sus actos en la Iglesia Católica por medio del bautismo  o fuera de ella en sus suplencias es el medio de la salvación, de muchas maneras,  en virtud del infinito poder misericordioso de Dios.     
¿Son pocos los que se salvan?
El número de los que se condenan ha sido, es y será siempre el gran interrogante para todos los teólogos, predicadores, escritores, cristianos y pensadores  de todos los tiempos, porque nada hay revelado sobre este particular. En cambio, sabemos los que se salvan que son la inmensidad de santos, beatos que ha definido la Iglesia a lo lago de la Historia de la Iglesia. 
Iba Jesús por las ciudades y aldeas predicando camino de Jerusalén, cuando  un hombre le preguntó: ¿Son pocos los que se salvan? El Maestro no respondió directamente a la pregunta,  sino que se limitó a enseñar la necesidad de esforzarse para entrar en el Reino de Dios: “Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, porque os digo que muchos intentarán entrar y no podrán” (Lc 13,24). La frase de “muchos intentarán entrar por la puerta estrecha de la salvación y no podrán” no significa que muchos no se salvarán, sino que cuesta mucho esfuerzo  entrar por la puerta estrecha de la salvación por propia cuenta, y no podrán solamente por ellos mismos, porque la salvación es una empresa limitada en la que Dios regala el capital de la gracia y el hombre pone el esfuerzo del trabajo de las buenas obras.  
Opiniones sobre la salvación
Entre los teólogos, antiguos y modernos hay tres opiniones distintas sobre la salvación universal de los hombres: rigorista, optimista y misericordiosa. 
Opinión rigorista 
La opinión rigorista afirma que son muchos, muchísimos, los hombres que no se salvan, porque según se aprecia son pocos, poquísimos los que cumplen los mandamientos, trabajan por vivir en gracia y no se preocupan de la salvación eterna. Por consiguiente, el que vive en pecado y muere en pecado mortal no se salva. 

Opinión optimista
La opinión optimista  consiste en creer que casi todo el mundo se salva, porque muchísimos pecados de los hombres son males morales, pero no pecados formales, ofensas a Dios, que merezcan el infierno, porque existen muchas causas excusantes que  eximen a los pecadores de culpabilidad de condena eterna, y además  porque Jesucristo, Dios y hombre verdadero, dio su vida y derramó su sangre divina para redimir a todos los hombres, y su redención no puede caer en saco roto. 
Opinión misericordiosa 
Sin duda alguna la opinión más aceptable es la misericordiosa. Nadie sabe, ni siquiera la Iglesia, el número de los que se condenan.   El Papa Juan Pablo II en su libro “Cruzando el umbral de la esperanza” nos dice textualmente que “cuando Jesús dice de Judas, el traidor, sería mejor para ese hombre no haber nacido, la afirmación no puede ser entendida en el sentido de una eterna condenación” (Pág. 187).   

Establezco unos principios seguros sobre la salvación de todos los hombres:  
1º La Iglesia jamás ha hablado ni puede hablar del número de los que no se condenan.
  2º Según la doctrina de la Iglesia se salva el que muere en gracia y se condena el que muere en pecado mortal (Cat 1035). ¿Pero quién muere en gracia y quién en pecado mortal? Los juicios de los hombres no son como los juicios de Dios, nos dice la Sagrada Escritura. El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice: “Morir en pecado mortal  sin estar arrepentido ni acoger el amor misericordioso de Dios, significa permanecer separados de Él para siempre  por nuestra propia y libre elección. Es un estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra “infierno” (Cat 1034).   
3º ¿Quiénes son los pecadores que cometen pecado mortal para merecer el Infierno? Sólo Dios lo sabe, porque hay en los pecadores infinitas causas excusantes para  que el pecado, llamado mortal, no merezca el Infierno eterno. 
4º Dios Padre juzga con su infinita misericordia al hombre, que es su hijo, criatura suya, y no a un extraño. ¿Cómo el hijo de Dios ofenderá a su Creador y Padre con pecados, actos humanos, limitados y temporales, por muy graves que sean, que merezcan el infierno eterno, que existe?  ¿Quiénes serán los que realmente se condenan? ¡Misterio! 
5º Y, por último, la Redención fue universal, realizada por Dios, hecho hombre, Jesucristo, que derramó su sangre divina por todos sus hijos, los hombres. Si se condenaran muchísimos, según el parecer de la opinión rigorista, el misterio de la redención de Jesucristo sería un fracaso rotundo.
Si tu vida pasada fue un hervidero de pecados, y arrepentido, te has confesado, la misericordia de Dios se ha volcado sobre ti, y te los ha perdonado. No tengas miedo por tu salvación. Si todavía chorrea sobre tu alma el agua del bautismo y conservas la inocencia, da gracias a Dios porque por el privilegio de la preventiva misericordia del Señor no has pecado, y te salvarás. Y si andas en tibieza, entre dos aguas: la gracia y el pecado, conviértete y vive la fe en la misericordia infinita de Dios, porque Dios quiere que todos los hombres se salven, y tú también.  

sábado, 7 de julio de 2012

DOMINGO DECIMOCUARTO
TIEMPO ORDINARIO
            (Ciclo b, 8 de Julio de 2012)
            Misericordia, Señor, misericordia
           
            En el salmo responsorial de este domingo el pueblo ha aclamado a la Palabra de Dios diciendo: Misericordia, Señor, misericordia, súplica  que  me va a servir de tema para  la homilía.
            Misericordia
            La misericordia  proviene etimológicamente de dos palabras latinas: miserum cor, corazón misericordioso.  Esta palabra  tiene dos acepciones distintas: virtud  y atributo divino. Como virtud es una inclinación a comprender las miserias humanas, compadecerse de ellas y tratar de corregirlas en lo posible; y como atributo divino es una parte de la Bondad infinita de Dios que perdona los pecados arrepentidos de los hombres y se compadece de sus miserias. Voy  a tratar brevemente  el atributo divino de la misericordia divina sobre todos los males que hay en el mundo y pecados que cometen los hombres.
            Males en el mundo
Es una realidad histórica y evidente que en el mundo han existido siempre, existen y existirán  pecados y males de todo tipo hasta el fin del mundo, como consecuencia del misterio del pecado original, según enseña la Iglesia Católica. Enumero los principales males sociales:
El ateismo
Observamos que muchos hombres  no creen teóricamente en  Dios o viven en un ateísmo práctico, como si no existiera, sin preocuparse ni ocuparse del problema trascendental de la salvación eterna; y luchan por vivir lo mejor posible tranquilamente como si nada hubiera después de la muerte.
Incumplimiento de los mandamientos de la Ley de Dios
Es un hecho que no necesita argumentación que solamente los cristianos comprometidos cumplen o tratan de cumplir los mandamientos con fallos humanos comprensibles, y que  los cristianos bautizados en su mayoría, no practicantes, cumplen los mandamientos de la Ley de Dios y de la Santa Madre Iglesia arbitrariamente o con ocasiones sociales. Los no creyentes cumplen los mandamientos humanos de honrar padre y madre, no matar, no robar, según estén legalizados, porque los demás mandamientos son obligaciones para los creyentes.
La política
Desgraciadamente hoy los gobiernos de todo el mundo politizan la ley moral y religiosa,  y la legislan según  se acuerde en el Parlamento democrático  por mayoría absoluta o  a capricho de los gobernantes monárquicos o dictadores de turno. Valgan algunos ejemplos: el aborto, la eutanasia, el matrimonio homosexual, divorcio exprés, pareja heterosexual y homosexual,  la  libertad absoluta en la moral personal, familiar y social que no quebrante el derecho civil establecido.
Varios males
 Existen en el mundo por muchas causas  variados males, como por ejemplo:
- atentados, robos, secuestros, persecuciones, violaciones, injusticias, prostitución, odios,  venganzas, celos, rencillas, rencores, suicidios, crímenes, guerras personales, familiares, sociales, populares, nacionales, internacionales y mundiales por egoísmo, dinero, poder, ambición,  nacionalismos o pasiones;
- persecución a la Iglesia católica abierta o solapadamente; y otros que no es necesario enumerar porque son conocidos por todos.

Soluciones
            ¿Qué podemos hacer ante tantos males?
            En primer lugar,  pensar que no todos los males que hacen los hombres son pecados en la presencia de Dios, sino males personales, familiares y sociales o pecados materiales, no formales. Porque existen en general muchas causas excusantes para que estos males no sean pecados en la presencia de Dios: incapacidad intelectual, psicológica, psíquica, ignorancia, equivocación que impiden que sean ofensas  a Dios, aunque sean pecados en la ciencia humana de la Moral Católica, en la estimación social, y punibles en la legislación penal; y en particular  pensar que los pecados de las personas cabales son personalmente únicos por la diversa capacidad intelectual de cada persona en conocer la Verdad, su cultura humana, moral y condicionantes: pasión tentación, ofuscación, desequilibrio mental y psicológico y otras muchas patologías. Los juicios de Dios no son como los de los hombres, nos dice la Sagrada Escritura. Sucede  frecuentemente que los hombres se ofenden entre sí, llevando cada uno su razón subjetiva, y a Dios lo le ofende ninguno, porque delante de Él todos pueden llevar razón. A mí me parece que no es tan fácil, como muchos piensan, cometer un pecado mortal que merezca el infierno eterno, que existe, pero sólo Dios sabe quién lo merece.
Los políticos cristianos, creyentes y de buenas costumbres deben hacer lo que puedan: mucho, bastante, poco o algo, pero jamás podrán erradicar todos los males del mundo, que  en su totalidad no tienen solución.
Los cristianos comunes de a pie, no podemos hacer otra cosa que orar y hacer lo que buenamente podamos,  cumpliendo la Ley de la Iglesia en toda su plenitud, y buscando la gloria de Dios, que es un quehacer místico en bien de todo el mundo. 
Los hombres religiosos, no cristianos, deben procurar la paz mundial, viviendo su fe con miras a Dios y al bien común.
Y los hombres  de buena voluntad, prácticamente irreligiosos,  tienen que empeñarse en hacer el bien en su recta conciencia en la construcción de una Sociedad  universalmente fraterna de amor, paz y justicia.
Los cristianos de profunda fe, después de haber agotado todos los esfuerzos humanos, debemos hacer el bien en oración constante pidiendo  a Dios con sincero corazón  misericordia, Señor, misericordia. Y dejar luego todas las cosas en manos de Dios, Padre.