sábado, 14 de julio de 2012



DOMINGO DECIMOQUINTO  DEL TIEMPO ORDINARIO

(Ciclo b, 15 de Julio de 2012)
Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación
Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” 
        (1 Tim 2,3-4;
 
Dios quiere que todos los hombres se salven.


Dios quiere que todos los hombres se salven,  y para que este deseo se  pueda llevar a efecto  regala a cada uno, de infinitas maneras y de modo misterioso, las gracias necesarias  para su salvación  por medio de la Iglesia, Sacramento universal de salvación. 
La bondad de la persona  en sus actos en la Iglesia Católica por medio del bautismo  o fuera de ella en sus suplencias es el medio de la salvación, de muchas maneras,  en virtud del infinito poder misericordioso de Dios.     
¿Son pocos los que se salvan?
El número de los que se condenan ha sido, es y será siempre el gran interrogante para todos los teólogos, predicadores, escritores, cristianos y pensadores  de todos los tiempos, porque nada hay revelado sobre este particular. En cambio, sabemos los que se salvan que son la inmensidad de santos, beatos que ha definido la Iglesia a lo lago de la Historia de la Iglesia. 
Iba Jesús por las ciudades y aldeas predicando camino de Jerusalén, cuando  un hombre le preguntó: ¿Son pocos los que se salvan? El Maestro no respondió directamente a la pregunta,  sino que se limitó a enseñar la necesidad de esforzarse para entrar en el Reino de Dios: “Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, porque os digo que muchos intentarán entrar y no podrán” (Lc 13,24). La frase de “muchos intentarán entrar por la puerta estrecha de la salvación y no podrán” no significa que muchos no se salvarán, sino que cuesta mucho esfuerzo  entrar por la puerta estrecha de la salvación por propia cuenta, y no podrán solamente por ellos mismos, porque la salvación es una empresa limitada en la que Dios regala el capital de la gracia y el hombre pone el esfuerzo del trabajo de las buenas obras.  
Opiniones sobre la salvación
Entre los teólogos, antiguos y modernos hay tres opiniones distintas sobre la salvación universal de los hombres: rigorista, optimista y misericordiosa. 
Opinión rigorista 
La opinión rigorista afirma que son muchos, muchísimos, los hombres que no se salvan, porque según se aprecia son pocos, poquísimos los que cumplen los mandamientos, trabajan por vivir en gracia y no se preocupan de la salvación eterna. Por consiguiente, el que vive en pecado y muere en pecado mortal no se salva. 

Opinión optimista
La opinión optimista  consiste en creer que casi todo el mundo se salva, porque muchísimos pecados de los hombres son males morales, pero no pecados formales, ofensas a Dios, que merezcan el infierno, porque existen muchas causas excusantes que  eximen a los pecadores de culpabilidad de condena eterna, y además  porque Jesucristo, Dios y hombre verdadero, dio su vida y derramó su sangre divina para redimir a todos los hombres, y su redención no puede caer en saco roto. 
Opinión misericordiosa 
Sin duda alguna la opinión más aceptable es la misericordiosa. Nadie sabe, ni siquiera la Iglesia, el número de los que se condenan.   El Papa Juan Pablo II en su libro “Cruzando el umbral de la esperanza” nos dice textualmente que “cuando Jesús dice de Judas, el traidor, sería mejor para ese hombre no haber nacido, la afirmación no puede ser entendida en el sentido de una eterna condenación” (Pág. 187).   

Establezco unos principios seguros sobre la salvación de todos los hombres:  
1º La Iglesia jamás ha hablado ni puede hablar del número de los que no se condenan.
  2º Según la doctrina de la Iglesia se salva el que muere en gracia y se condena el que muere en pecado mortal (Cat 1035). ¿Pero quién muere en gracia y quién en pecado mortal? Los juicios de los hombres no son como los juicios de Dios, nos dice la Sagrada Escritura. El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice: “Morir en pecado mortal  sin estar arrepentido ni acoger el amor misericordioso de Dios, significa permanecer separados de Él para siempre  por nuestra propia y libre elección. Es un estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra “infierno” (Cat 1034).   
3º ¿Quiénes son los pecadores que cometen pecado mortal para merecer el Infierno? Sólo Dios lo sabe, porque hay en los pecadores infinitas causas excusantes para  que el pecado, llamado mortal, no merezca el Infierno eterno. 
4º Dios Padre juzga con su infinita misericordia al hombre, que es su hijo, criatura suya, y no a un extraño. ¿Cómo el hijo de Dios ofenderá a su Creador y Padre con pecados, actos humanos, limitados y temporales, por muy graves que sean, que merezcan el infierno eterno, que existe?  ¿Quiénes serán los que realmente se condenan? ¡Misterio! 
5º Y, por último, la Redención fue universal, realizada por Dios, hecho hombre, Jesucristo, que derramó su sangre divina por todos sus hijos, los hombres. Si se condenaran muchísimos, según el parecer de la opinión rigorista, el misterio de la redención de Jesucristo sería un fracaso rotundo.
Si tu vida pasada fue un hervidero de pecados, y arrepentido, te has confesado, la misericordia de Dios se ha volcado sobre ti, y te los ha perdonado. No tengas miedo por tu salvación. Si todavía chorrea sobre tu alma el agua del bautismo y conservas la inocencia, da gracias a Dios porque por el privilegio de la preventiva misericordia del Señor no has pecado, y te salvarás. Y si andas en tibieza, entre dos aguas: la gracia y el pecado, conviértete y vive la fe en la misericordia infinita de Dios, porque Dios quiere que todos los hombres se salven, y tú también.  

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