Domingo
vigésimo
Tiempo
ordinario, ciclo c
“¿Pensáis
que he venido a traer al mundo la paz?
No, sino división”.
Este pensamiento tan profundo del
evangelista San Lucas debe explicarse para ser bien entendido, porque tiene un
sentido místico. ¿No es Cristo, el Amor increado, perfecto y eterno, Rey de la
Paz, que, siendo Dios, se rebajó de su dignidad divina y se hizo hombre para que los hombres se reconciliaran con
Dios? ¿Cómo se entiende que San Lucas diga que Jesús no ha venido al mundo a
traer la paz sino la división? ¿Cómo se coordina esta frase con el hecho de la vida, excepcional, única, pasión
horripilante con dolores extremos de Jesús, que no se pueden imaginar, muerte
inhumana y resurrección gloriosa,
conceptos que no caben dentro de las capacidades intelectuales del hombre? ¿No
canta la Iglesia en la santa misa el himno de la paz: gloria a Dios en el Cielo
y en la tierra paz a los hombres que ama al Señor? Entonces ¿por qué San Lucas
afirma que Jesús dijo que ha venido al
mundo no a traer la paz sino la división en contra de la doctrina de la
Iglesia?
La solución está en saber distinguir
la intención de Jesús al pronunciar estas palabras, porque hay dos verbos causar y ocasionar que muchas veces se utilizan con el mismo o parecido
significado.
Jesús, que es Dios, por ser sabio y santo no puede
causar la división, que es un mal. Todo lo que Jesús hizo durante toda su vida
fue el bien, como no podía ser de otra manera. Sin embargo, ocasionó, sin
querer, en sus enemigos el odio, su pasión y muerte que en su última instancia
fue la Redención. Pensando teológicamente el bien debería causar siempre el
bien, pero como el hombre está corrompido por el pecado, ocasiona o causa en
los hombres el mal, que en definitiva resulta siempre un bien, por aquello que
dice la teología popular: “no hay mal que
por bien no venga”. La teología católica enseña que el bien y el mal tienen
su providencia divina de bien. Gracias al mal que hay en el mundo han existido,
existen y existrán muchos buenos
cristianos, santos sin cuento, y multitud de mártires en la Iglesia. Los que
seguimos a Cristo producimos en las familias separación o división en sus
miembros: “tres contra dos y dos contra
tres; estarán divididos: el padre contra
el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la
madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra”. Jesús ha
venido al mundo a traer la paz a
todos los hombres, pero muchos arman la guerra por ignorancia, confusión o
malicia, pero el mal en su desenlace final resulta un bien universal.
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