martes, 1 de enero de 2019

Santa María; Madre de Dios. Ciclo C Octava de Navidad

AÑO NUEVO FELIZ
1 de Enero de 2019
Ciclo C, Octava de Navidad

El día 25 de Diciembre del año pasado celebrábamos litúrgicamente la Navidad, el nacimiento del Hijo de Dios, hecho Hombre. El domingo pasado,  día 30,  la Fiesta de la Sagrada Familia, porque el Hijo de Dios, nacido de Santa María Virgen, vivió en familia durante treinta años, bajo la dirección y protección de San José, esposo de la Virgen María, Madre del Niño Jesús. Y hoy 1 de Enero del año 2019 celebramos la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios.
            Parece con cierta lógica mía que dentro del tiempo litúrgico de Navidad se debería celebrar la fiesta de San José, y no el día 19 de Marzo, que  cae en plena cuaresma, donde parece que no tiene lugar. De esta manera, se celebraría con más sentido, tal vez, la Navidad: el nacimiento de Jesús, la solemnidad de la Madre de Dios, la  Sagrada familia y la fiesta de San José.  Pero la Iglesia celebra la fiesta  de San José en plena Cuaresma por razones litúrgicas  que yo no conozco, pero que  apruebo.
            Dejando aparcada esta opinión mía,  hoy celebramos tres fiestas: una humanaAño Nuevootra litúrgicaSolemnidad de Santa María, Madre de Dios, y otra eclesiástica,  Día de la Paz. 
Hagamos  algunas reflexiones breves sobre estos temas.

            Año Nuevo
            Hoy  todos nos felicitamos el año que estrenamos con una frase usual: ¡feliz año nuevo! para desearnos lo mejor. Realmente cada año es nuevo, y también cada mes, cada día, cada hora y cada minuto, porque cada fiesta  pasa, se repite y se celebra otra distinta, no la misma, aunque se hagan las mismas cosas, iguales, parecidas o mejores o peores.
            ¿En qué consiste la felicidad que nos deseamos?
            La felicidad puede concebirse bajo tres perspectivas diferentes: felicidad humana, felicidad espiritual, y felicidad cristiana.
            La felicidad humana consiste generalmente en tener salud, poseer bienes materiales, desempeñar un cargo de relieve social o político, un puesto de trabajo bien remunerado, tener autoridad, cuanto más importante mejor, disfrutar mucho de las cosas, comer exquisitos y variados manjares  y degustar bebidas agradables o alcohólicas.  Eso es un año feliz para el que no ve las cosas nada más que con los ojos del mundo y las considera en relación al bienestar humano.

            Felicidad espiritual
La verdadera felicidad no consiste en la posesión de esos bienes, porque se puede ser feliz en la salud y en la enfermedad, en el desempeño de un trabajo de prestigio o de baja calidad social, ejercer una autoridad o ser súbdito, ser rico o pobre, comer a la carta y beber a capricho y comer lo necesario para vivir dignamente, tener cultura o ser analfabeto. Para muchos la felicidad consiste en satisfacer las aspiraciones del hombre: buscar y encontrar la verdad, cultivar la ciencia, bucear en la sabiduría y gozar con ella, fomentar el amor, la justicia,  la política, el arte, la amistad… Pero no todos son felices con la satisfacción de esos deseos, porque algunos, consiguiendo esas buenas aspiraciones, son desgraciados, porque fácilmente  pueden degenerar en males o vicios por muchas causas.  Todas estas cosas ayudan a la felicidad, pero no la constituyen. En cambio, otros son felices con las cosas más elementales de la vida. La verdadera felicidad humana consiste en vivir conforme o contento con lo que uno es y tiene.

Felicidad cristiana
Para nosotros, cristianos de fe, el año feliz consiste en pasar  un año nuevo lleno de la gracia de Dios, de gracias humanas, espirituales y materiales necesarias para  cumplir la voluntad de Dios en orden a la vida eterna, aceptando todos  los acontecimientos de la vida, de cualquier manera que se manifiesten.  Lo explica perfectamente San Ignacio de Loyola en  el principio y fundamento de su libro Ejercicios espirituales con estas palabras profundamente teológicas:
“El hombre ha sido creado para alabar, hacer reverencia  y servir a Dios nuestro Señor, y mediante esto salvar su alma, y las otras cosas sobre la haz de la tierra son creadas para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para que el hombre es creado. De donde se sigue, que el hombre tanto ha de usar de ellas, cuanto le ayuden a este fin, y tanto debe quitarse de ellas, cuanto para ello le impiden. Por lo cual es menester hacernos indiferentes  a todas las cosas creadas, en todo lo que es concedido a la libertad  de nuestro libre albedrío, y no le esté prohibido; en tal manera que no queramos de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y, por consiguiente, en todo lo demás; solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce par el fin que somos creados”.
En pocas palabras: Somos creados por Dios y para Dios. Por consiguiente tenemos que aceptar todo lo que nos lleve a Él y rechazar todo lo que de Él nos separe.  Por lo tanto, tenemos que hacernos indiferentes a todas las cosas, de tal manera que no queramos de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y solamente desear y elegir lo que más nos conduce para el fin que somos creados”. Es decir cumplir la voluntad de Dios en todo lo que quiere o permite,  menos el pecado.
             Os deseo y me deseo un año distinto nuevo en amor, gracia y  sin pecado grave. De esta manera este año nuevo y los que vivamos hasta que nos llegue la muerte serán siempre felices en la Tierra, y después obtendremos eternamente  la visión y gozo de Dios en el Cielo, felicidad que humanamente no se puede concebir.

            Solemnidad de Santa María, Madre de Dios
            Este tema denso en contenidos teológicos y pastorales no lo vamos a tratar con extensión. Lo reservamos para otras ocasiones que se nos presenten. Ahora sucintamente reseñamos ideas generales.
 En la oración colecta de la Misa de este día pedimos a Dios, nuestro Señor, que por la maternidad virginal de María nos conceda los bienes de la salvación, como Madre de Dios y Madre de todos los hombres, Corredentora del género humano  y Medianera de todas las gracias.
            En efecto, la Madre de Dios es madre de todos los hombres, porque por medio de Ella nos llegan a cada persona las gracias de la salvación, las materiales subordinadas a las sobrenaturales en orden a la vida eterna. Digámoslo gráficamente: María es como el espacio que trasmite a los hombres la luz del Sol de la gracia, que es Jesucristo, como el sol de la naturaleza trasmite a la Tierra su luz y calor por medio del espacio.  

            Día de la Paz
            ¿En qué consiste la paz que Dios quiere para todos los hombres?
            La paz no consiste en la ausencia de guerra, ni en la abundancia de bienes, porque se puede ser inmensamente rico, y vivir en guerra consigo mismo por desequilibrios, pasiones y enemistades.  Existen personas que nadan en riquezas, y  se tiran los trastos a la cabeza, y no son felices; y quienes  tienen poder y dinero, y viven en guerra en la sociedad, familia, sociedad y tampoco son felices.
            La guerra temperamental producida por el carácter más o menos violento, exaltado, nervioso, anárquico debe compaginarse con la paz espiritual. Se puede estar tranquilo en la conciencia y tener los nervios de punta, caso que es objeto de tratamiento psicológico o psíquico. 
            El  apóstol Santiago nos dice que las envidias y peleas y todo tipo de males provienen del desorden de las pasiones; y causan la guerra en las familias y en los ambientes de la Sociedad. Como remedio para estos males está la sabiduría de Dios, que es amante de la paz que proviene de la sabiduría de Dios, que  nada tiene que ver con la sabiduría humana, que es el conocimiento de la ciencia, que puede engendrar soberbia y no paz. “No el mucho saber harta y satisface el alma, sino el saborear las cosas de Dios internamente”, nos dice San Ignacio de Loyola.

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