“Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer”.
El evangelio de este domingo nos habla de la virtud cristiana de la fe, basada en la esperanza que desemboca en la caridad, la más perfecta de todas las virtudes. Es tan importante que la palabra de Dios nos dice con hipérbole que el que la tiene profundamente tiene capacidad para hacer que una morera se arranque de raíz del suelo y se plante en el mar. La fe es un don divino, absolutamente necesaria para conseguir el Reino de los Cielos, que cambia la óptica de la visión verdadera de las cosas, haciendo que se vean con los ojos de Dios. Sustancialmente consiste en la fiel obediencia a la voluntad divina, manifestada en el cumplimiento de los mandamientos y en la aceptación resignada o alegre de todo lo que sucede.
El fin supremo del hombre, la obra más perfecta del globo terráqueo, es la síntesis de todas las perfecciones creadas, porque contiene algo material, algo vegetal, algo espiritual y algo divino, Esta obra maestra de perfección tiene el fin supremo de glorificar a Dios, utilizando los bienes de la tierra, de los que es administrador, en orden a conseguir la vida eterna en el Cielo. De lo que se deduce que debe usarlos tanto cuanto le ayude a cumplir la voluntad de Dios, y mediante esto conseguir el Reino de los Cielos, meta final de felicidad eterna. Cuando los hombres hacemos lo que está mandado, que es lo que tenemos que hacer somos unos pobres siervos Luego la fe es creencia en Dios, vivencia de lo que Él quiere, y cumplimiento de lo que se tiene que hacer.
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