sábado, 8 de mayo de 2021

Sexto domingo. Pascua. Ciclo B

 



La palabra amor es quizás una de las palabras que más utilizamos los hombres y más manipulamos para distintos fines y en diversos sentidos. El amor se vive y difícilmente se define.

El amor, en sentido humano, es una pasión, una fuerza interior o un sentimiento que nos inclina a querer a otro por muchos motivos, de manera desinteresada, por sus cualidades físicas subjetivadas: por su belleza en general o particular, por su cara, sus ojos, su expresión, su mirada, su tipo, su porte, su estilo; por sus cualidades espirituales morales, como, por ejemplo, la bondad, dulzura, amabilidad, trato, buen corazón, generosidad, o intelectuales como, por ejemplo, ciencia, sabiduría, inteligencia y otras.

Cuando uno se siente atraído por esas cualidades, sin ningún interés, te amo porque te amo, sin esperar nada a cambio, existe el fundamento del amor o el enamoramiento. Pero si el amor no es correspondido, si en él no existe un intercambio de bienes, no hay verdadero amor, pues el amor que no es correspondido es más dolor que gozo.

El verdadero amor requiere la necesidad de amar y la correspondencia de ser amado. Es causal te amo porque me amas; es final te amo para que me ames; es temporal te amo cuando me ames. El amor que no tiene el alimento del amor, no de cosas, es enamoramiento o frustración del amor.

El amor más puro que existe es el amor de la madre al hijo a quien ama porque le ama, sin esperar nada, aunque es un amor de sano egoísmo, porque el amor al hijo es en el fondo un amor a sí misma: te amo porque amándote me estoy amando yo en ti.

Cuando el amor se fundamenta en motivos de interés, por ejemplo, el dinero, la clase social, el sexo, el negocio, es egoísmo más que amor: te amo porque me amo, porque en ti me siento amado, por contigo aumenta mi felicidad personal.

El amor espiritual es otra cosa, es amar al otro por motivos sobrenaturales: por amor a Dios. Tiene por fin primario Dios y por objeto el hombre.

Es universal, de manera que del amor cristiano no se puede excluir a nadie, ni siquiera al enemigo. Hay que amar a todos, aunque de distinta manera.

El amor verdadero, humano, sensible, para que sea cristiano hay que sobrenaturalizarlo. Se puede dar verdadero amor cristiano sin sentimiento, porque es el cumplimiento de un deber, de una obligación.

El amor cristiano es el cumplimiento de un mandamiento, como nos enseña San Juan en el evangelio de hoy: Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.

El amor del hombre a Dios es lógico: se ama a Dios porque en su amor esperamos la felicidad. Sin embargo el amor de Dios al hombre es ilógico, pues nos ama gratuitamente, no para esperar nada de nosotros, sino para enriquecernos con su amor. “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y nos envió a su Hijo, como propiciación por nuestros pecados” El amor de Dios al hombre es porque sí; y el amor del hombre a Dios es porque todo.

El amor a Dios se demuestra en el cumplimiento de los mandamientos: mandamientos de la ley de Dios, como hombres; mandamientos de la Santa Madre Iglesia, como cristianos; y mandamientos del propio estado, trabajo, social y de convivencia.

Es la esencia de la felicidad como es en Dios la esencia de su ser trinitario, según nos dice el apóstol San Juan en la segunda lectura: Dios es Amor.

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