Con estas palabras la Iglesia nos
invita a vivir el adviento santamente con amor mutuo y fortaleza espiritual
para presentarnos santos e irreprochables ante Dios, nuestro Padre en el tiempo
de Adviento y durante toda la vida para celebrar la Navidad litúrgica y la
eterna en el Cielo.
Voy a tratar sucintamente el
tema del Adviento en cinco consideraciones: Adviento en
sentido profano, origen del adviento, adviento del
Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento, Adviento litúrgico y distintos
advientos cristianos
Adviento en sentido profano
La palabra adviento proviene de la palabra latina
adventus que significa venida o llegada. Es el tiempo de espera de la llegada
de una persona o de un acontecimiento.
En la época romana del tiempo de
Jesucristo, el adviento era un tiempo de preparación para la venida de un
Emperador o de un personaje importante, durante el cual se hacían muchas obras
y reformas: se construían caminos, se allanaban baches en las carreteras para
preparar el paso por donde tenían que pasar los ilustres visitantes esperados,
y se programaban diversos actos para celebrar el solemne acontecimiento.
En los tiempos inmediatos a la
venida del Mesías, Juan Bautista utilizó el estilo romano de adviento para
anunciar la venida del Mesías, el Señor, invitando al pueblo judío a prepararse
a este acontecimiento mediante la conversión: “Allanad el camino del
Señor, como dijo el profeta Isaías, convertíos y preparad el camino para la
venida del Señor, el Mesías” (Mt 3,1-2; 4,17; 10,7).
Origen del adviento cristiano
El origen del Adviento es casi desconocido en la
historia de la liturgia de la Iglesia. Parece que desde finales del siglo IV y
durante el siglo V en España y Francia los cristianos empezaron a celebrar el
tiempo de adviento con una intensa vida de oración y penitencia. En Francia,
por normativa del Concilio de Tours, los monjes se preparaban para la Navidad
ayunando todos los días del mes de Diciembre, intensificando su vida de piedad
y penitencia. Los clérigos, y probablemente bastantes fieles ayunaban y
cantaban el oficio divino tres días por semana: lunes, miércoles y viernes,
desde el 11 de Noviembre, fiesta de San Martín, hasta Navidad. Con el decurso
del tiempo el adviento revistió un carácter tan oracional y penitente que llegó
a considerarse como una segunda cuaresma; y se celebraba en un tono gozoso,
lleno de esperanza inefable ante la venida litúrgica de la Navidad con
proyección escatológica. El tiempo del adviento en concreto fue muy variado,
duraba desde cinco a seis semanas. Pero durante el pontificado de S. Gregorio
Magno, el año 604, el adviento quedó definido en cuatro semanas o domingos, tal
como se celebra hoy, aunque la liturgia de la Palabra varió mucho en el paso de
los siglos.
La Historia de la Iglesia se
puede conceptuar en dos advientos distintos: el adviento del Antiguo
Testamento y el del Nuevo Testamento.
Adviento del Antiguo Testamento
El adviento del Antiguo
Testamento empezó en el mismo momento en que el primer hombre, Adán, pecó, a
quien Dios después de castigarle quitándole el estado original,
sobrenatural y preternatural en que lo creó, hizo la profecía de la venida o
adviento del Mesías, Redentor en el protoevangelio en términos
enigmáticos, como explican los teólogos bíblicos: “Pongo hostilidad
entre ti y la mujer, entre su descendencia y su descendencia: esta te aplastará
la cabeza, cuando tú hieras el talón” (Gn 3,13). Esta
promesa fue interpretada por el Pueblo de Dios, por inspiración divina, desde
el principio, como profecía mesiánica, y propagada oralmente hasta que se
constituyó el antiguo Pueblo de Dios con Abrahán. A partir de esa época
surgieron muchas profecías escritas en la Biblia: en el tiempo de los
patriarcas, en los salmos y profetas en varias etapas hasta que llegó la plenitud de
los tiempos, cuando el Hijo de Dios, la
segunda Persona divina de la Santísima Trinidad encarnó en las
entrañas purísimas de la Virgen María y asumió de ella la naturaleza humana,
quedando Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Redentor del pecado
del hombre. Nacido virginalmente de Santa María Virgen, vivió
treinta años oculto en Nazaret, dedicado a la oración y a la vida ordinaria en
obediencia realizando la redención; después durante tres años predicó el
Evangelio en vida pública con milagros para demostrar que Él era Dios e instituir
la Iglesia; y, por fin, padeció, murió en la cruz, resucitó y ascendió a los
Cielos con la promesa de volver al fin de los tiempos. Y terminó el adviento
del Antiguo Testamento.
Adviento del Nuevo Testamento
El adviento del Nuevo Testamento
empezó después de la Ascensión de Jesús a los Cielos. Cuando Jesús desapareció
de la vista de los apóstoles, dos ángeles, revestidos en figura de
hombres blancos, les anunciaron la segunda y definitiva venida de Jesús al fin
de los tiempos que vendrá a consumar eternamente la Obra de la Redención con
estas palabras aseverativas: “Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados
mirando al Cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al Cielo, volverá
como le habéis visto marcharse. (Hch 1,8-11).
¿Cuándo y cómo
aparecerá Jesús?
En el prefacio tercero de Adviento se nos anuncia, de manera genérica, la
venida de Jesús con estas palabras: “Cristo, tu Hijo, Señor y Juez de
la historia, aparecerá, revestido de poder y gloria, sobre las nubes del Cielo.
En aquel día terrible y glorioso pasará la figura de este mundo y nacerán los
cielos nuevos y la nueva tierra”. Entonces Cristo Rey juzgará a todos los
hombres y consumará el misterio de la redención humana, entregando al Padre un
reino eterno y universal. (Cat 2816-2821).
Los cristianos del siglo I creyeron firmemente que la segunda venida del
Señor iba a ser un acontecimiento inminente, como aparece claramente en la
segunda carta del Apóstol San Pablo a los Tesalonicenses (2 Ts 2,1-3). Pero “el
día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del Cielo ni el Hijo del hombre,
sólo el Padre” (Mc 13,32).
Adviento litúrgico
La Iglesia celebra el Adviento
litúrgico en cuatro semanas antes de Navidad con perspectiva personal de la
venida del Señor a la hora de la muerte de cada hombre con sentido escatológico
del fin de los tiempos.
Distintos advientos
cristianos
Cada cristiano debe vivir el
adviento personal preparándose para la navidad del Señor a la
hora de su muerte con el adviento sacramental para la navidad
de la gracia en cada sacramento, principalmente en el de la Eucaristía, en el
que nace sacramentalmente Jesucristo resucitado y glorioso, y en cada
sacramento en el que nace su gracia; con el adviento
teológico durante todo el año litúrgico con el fiel y riguroso
cumplimiento de la Ley de Dios, la aceptación de la cruz que sucede,
aceptada y ofrecida a Dios, la oración, la penitencia,
la caridad, y cada obra buena que haga para celebrar la
Navidad litúrgica en el tiempo la eterna en el Cielo.
La Iglesia pide la venida gozosa
y esperanzadora del Señor en su Reino en la celebración de la Eucaristía,
después de la consagración del pan y del vino, cuando el celebrante anuncia al
pueblo: Este es el sacramento de nuestra fe; y el pueblo
responde: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven,
Señor, Jesús! Y los cristianos también pedimos la venida
del Reino cuando rezamos el padrenuestro: “Venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo”.
Cuando las realidades de este
mundo terminen, y toda la creación haya sido renovada, ya no habrá adviento,
porque todo será Navidad eterna, visión y gozo de Dios
con plenitud de felicidad totalmente desconocida humanamente, que satisfará en
plenitud las aspiraciones inimaginables del ser humano