sábado, 16 de noviembre de 2024

Trigésimo tercer domingo. Tiempo ordinario. Ciclo B

 


La Palabra de Dios en el evangelio de hoy nos dice que  después de una gran tribulación, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los ejércitos celestes temblarán”. 
Con estas señales  apocalípticas nos  habla del fin del mundo.

Voy a sintetizar  en este documento el tema del Fin del mundo, dejando para otra ocasión, si se me presenta, los trágicos sucesos sobrenaturales que sucederán después: la resurrección de los muertos y el Juicio final.  

Este mundo en que vivimos, llamado también  Cosmos o Universo no  es eterno, fue creado, pues tuvo su principio y tendrá su fin. Algunos cristianos, hermanos nuestros, piensan con buena voluntad pero sin fundamento científico ni teológico,  que el fin del mundo está a la vuelta de la esquina. También algunos tesalonicenses en tiempo de San Pablo  pensaban  que el mundo estaba a punto de terminar, y por eso vivían en la ociosidad, muy ocupados en no hacer nada, a quienes el apóstol recomendó en nombre del Señor que trabajaran pacíficamente y así ganaran para comer, porque el que no quiera trabajar que no coma (2ª Tes, 3, 10-12).

La doctrina del Fin del Mundo está revelada en la Sagrada Escritura tanto en el Antiguo como Nuevo Testamento: (Is 65,17; cf 66,22; Mt 24,29;Lc 21,23; 1 Co 15-24; 1 Pe 4,7; 2 Pe 3,12-13; Ap 21,1) y en la Tradición de la Iglesia. Las ciencias naturales afirman también este acontecimiento.

Recientemente el Catecismo de la Iglesia Católica del beato Papa Juan Pablo II resume la doctrina sobre el Fin del Mundo en estos términos:

“En cuanto al cosmos, la Revelación afirma la profunda comunidad de destino del mundo y del hombre.

El Universo visible está destinado a ser transformado, “a fin de que el mismo mundo restaurado a su primitivo origen,   ya sin ningún obstáculo esté al servicio de los justos” participando en su glorificación en Jesucristo resucitado.

Ignoramos el momento de la consumación de la tierra y de la humanidad y no sabemos cómo se transformará el Universo. Ciertamente, la figura de este mundo, deformada por el pecado, pasa, pero se nos enseña que Dios ha preparado una nueva morada y una nueva tierra en la que habita la justicia y cuya bienaventuranza llenará y superará los deseos de paz  que se levantan en los corazones de los hombres (GS 39,1; Cat 1046-1049)- 

Este texto contiene tres  principios generales:

        1º El Universo visible que conocemos será transformado a su primitivo origen que desconocemos en su amplitud, para que participe de la glorificación de Jesucristo resucitado, porque toda la Creación forma parte de la Redención

       2º No sabemos el momento de la consumación de la Tierra y el de la Humanidad, ni cómo se transformará el Universo. En cuanto al día y a la hora de estos trágicos acontecimientos, nos dice el Evangelio: “nadie lo conoce, ni los ángeles ni el Hijo, entendido en cuanto hombre, sino solo el Padre 

         3º Este mundo deformado por el pecado terminará y será cambiado por una nueva morada y una nueva tierra donde habite la justicia y sea la total y plena bienaventuranza  de los justos, que superará los deseos de felicidad y paz que habitan en el corazón del hombre.

Este mundo que habitamos no será aniquilado o convertido en un caos, pues  todo el Universo,  creado por Dios para el hombre,  será transformado en otra realidad diferente, infinitamente superior y mejor. La Sagrada Escritura llama a esa transformación “cielos nuevos y nueva tierra”.  En esta morada, que será el Cielo definitivo, estarán:

  •  La Santísima Trinidad.
  • Jesucristo resucitado y glorioso en cuerpo y alma, como Cabeza del Cuerpo Místico de la Iglesia y de toda la Creación renovada.
  • Toda la corte celestial de ángeles y arcángeles.
  • María Santísima resucitada en cuerpo y alma, como Madre de los Bienaventurados y Reina y Señora de todo lo creado.
  • Los resucitados con Cristo en condiciones de lugar y estado que no conocemos, viendo y gozando de Dios eternamente de su Ser Trinitario.

En este Universo nuevo Cristo tendrá su morada entre los hombres como objeto de gozo para todos los resucitados y toda la Creación.  Sus características  no están reveladas, por lo que todo lo que se piense, diga, escriba sobre esta morada sobrenatural y mística de los nuevos Celos y la Nueva Tierra supera las categorías humanas del entendimiento humano y de la imaginación.

Resurrección de los muertos y juicio final

Después del fin del mundo todos los muertos resucitarán y Jesús resucitado vendrá acompañado de todos los ángeles juzgará a todos los hombres y revelará hasta sus últimas consecuencias: lo que cada uno haya hecho de bien o haya dejado de hacer durante su vida terrena. Entonces todos los hombres resucitados, condenados y gloriosos,  de todos los tiempos conoceremos el sentido último de toda la obra de la Creación y de toda la economía de la salvación; y comprenderemos los caminos admirables por los que su Providencia habrá conducido todas las cosas a su último fin (Cat 1038-1040). Los malos irán al castigo eterno y los justos al Cielo. Terminará el Purgatorio y sólo quedarán eternamente el Cielo y el infierno.

Cuando el tiempo esté fuera de juego, todo será eternidad, y ya no existirán hechos, pues todo será SIEMPRE, DIVINIDAD: amor y gozo que superan toda ciencia de ficción, humana, teológica  y sobrenatural.

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