sábado, 21 de junio de 2025

Solemnidad del Corpus Christi

 


Hoy celebramos la solemnidad del Santísimo cuerpo y sangre de Jesús, conocida popularmente con el nombre de Corpus Christi.

En la Persona divina de Jesús se pueden concebir siete  acepciones del cuerpo de Cristo: cuerpo humano, cuerpo transfigurado, cuerpo muerto, cuerpo resucitado y glorioso, Cuerpo eucarístico y Cuerpo místico.

CUERPO HUMANO

El cuerpo humano de Jesucristo es su naturaleza humana, unido  a la segunda Persona de la Santísima Trinidad: el Hijo, virginalmente engendrado por obra y gracia del Espíritu Santo: verdadero Dios y verdadero hombre. Es igual que  otro cuerpo humano en todo menos en el pecado, 

CUERPO TRANSFIGURADO

El cuerpo transfigurado  es el mismo cuerpo humano de Jesús que en el monte Tabor, en presencia de Moisés y Elías,  fue visto por San Pedro, San Juan y Santiago con un resplandor deslumbrador de gloria, que humanamente no se puede conseguir. Fue  un símbolo humano, imperfecto, de la eterna glorificación de Jesús en el Cielo y de todos los cuerpos glorificados.

CUERPO MUERTO

Es el cuerpo muerto de Jesús, separado del alma, unido y unidos a la divinidad.

CUERPO RESUCITADO Y GLORIOSO

Es el mismo cuerpo de Jesús muerto, que resucitó, y ahora está glorioso en el Cielo, modelo de los cuerpos gloriosos al fin de los tiempos.

CUERPO EUCARÍSTICO  

Es el mismo Cuerpo de Jesucristo que está en el Cielo y  se hace presente en la Eucaristía, bajo las especies  de pan y vino.

La Eucaristía fue instituida por Jesús el Jueves Santo en el Cenáculo, estando reunido con los apóstoles con estas palabras: “Tomad y comed todos de él, porque esto es mi cuerpo que será entregado por vosotros. Después tomó en sus manos el cáliz de mi Sangre, Sangre de la alianza  nueva y eterna, que será derramada por vosotros y todos los hombres, para el perdón de los pecados. Haced esto en conmemoración mía”.

“Cristo está en la Eucaristía de modo verdadero, real y sustancial con su Cuerpo y con su Sangre, con su alma y su Divinidad. Cristo, todo entero, Dios y hombre, está presente en ella de manera sacramental, es decir, bajo las especies eucarísticas de pan y de vino por medio de la transubstanciación que significa la conversión de toda la sustancia del pan en la sustancia del Cuerpo de Cristo, y de toda la sustancia de vino en la sustancia de su Sangre” (Catecismo de la Iglesia Católica. Compendio 273. 282.2839).

Corpus Christi

La celebración de la Eucaristía se remonta a los primeros tiempos del cristianismo, al siglo II con varias reformas importantes en el decurso de los siglos.

La solemnidad del Corpus Christi se celebra desde los años 1192-1258. Su principal finalidad  es:

- celebrar la Eucaristía y actualizar místicamente el mismo sacrificio que Jesús ofreció por nosotros en la cruz;

 - proclamar y aumentar la fe en la Eucaristía;

ser  objeto de adoración, culto y alimento de las almas.

La Eucaristía es fuente y culmen de toda la vida cristiana. En ella alcanzan su cumbre la acción santificante de Dios sobre nosotros y nuestro culto a Él. La Eucaristía  contiene todo el bien espiritual de la Iglesia: el mismo Cristo, nuestra Pascua. Expresa y produce la unidad del pueblo de Dios y produce la comunión en la vida divina y la unidad del pueblo de Dios. Mediante la celebración eucarística nos unimos a la liturgia del Cielo y anticipamos la vida eterna (Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, nº 274)

Cuerpo místico

Es la unión de todos los hombres, principalmente los bautizados, con Cristo, su cabeza, en la Iglesia de muchas maneras, formando un Cuerpo Místico en el que hay comunicación de vida divina e intercomunicación de bienes

 

sábado, 14 de junio de 2025

Santísima Trinidad. Ciclo C

 


La Santísima Trinidad es un misterio absoluto que supera la capacidad cognoscitiva del hombre. Su conocimiento es analógico, pues el hombre utiliza conceptos humanos que no se pueden aplicar a Dios, Ser eterno, infinitamente perfecto. La esencia de Dios es incomprensible. Para entenderla utilizamos conceptos humanos que no se corresponden con los divinos. Sin embargo, aunque el conocimiento de Dios para el hombre es imperfecto, es verdadero. Solamente en el cielo los bienaventurados ven el misterio de Dios, tal como es, por medio de una potencia sobrenatural que Dios infunde en el alma, llamada luz de la gloria. Pero no conocen la naturaleza de Dios  cuantitativamente, tanto cuanto Dios se conoce así mismo en las tres divinas personas y como conoce las cosas. El conocimiento de Dios solamente se consigue por la fe con conceptos humanos o atributos que son perfecciones que concebimos en Dios, sacados de las criaturas, quitando sus imperfecciones y elevando las perfecciones al infinito con la imaginación.  Así, decimos, Dios es absolutamente simple, infinitamente perfecto, sabio, poderoso, santo, bondadoso, absolutamente inmutable, eterno, omnipotente. Y después el resultado es que la realidad de Dios queda desconocida.

Creemos en un solo Dios, no varios, y en Él tres Personas Divinas, y cada una de ellas posee la esencia divina que es numéricamente la misma. Las Personas divinas son el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Las tres son realmente distintas, y no tres dioses. No se reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente Dios: El Padre es lo mismo que es el Hijo, el Hijo lo mismo que es el Padre, el Padre y el Hijo son lo mismo que el Espíritu Santo, es decir un solo Dios por naturaleza. Cada una de las tres personas tiene la misma sustancia o naturaleza divina (Cat 253).

Las personas divinas son realmente distintas entre sí.

Dios es único pero no solitario. Padre, Hijo, Espíritu Santo no son simplemente nombres que designan modalidades del ser divino, pues son realmente distintos entre sí. El que es el Hijo, no es el Padre, y el que es el Padre, no es el Hijo, ni el Espíritu Santo. Son distintos entre sí por sus relaciones de origen: El Padre es quien engendra, el Hijo quien es engendrado, y el Espíritu Santo es quien procede (Cat 254).

Toda la economía divina es  obra común de las tres personas divinas. Porque la Trinidad, del mismo modo que tiene una sola y misma naturaleza, así también tiene una sola misma operación. Todas las operaciones divinas ad extra son comunes a las tres divinas personas, pero al Padre se le atribuye la Creación, al Hijo la Redención y al Espíritu Santo la santificación, pero las tres personas son creadores, redentores y santificadores, porque tienen la misma naturaleza divina.

El concepto que el hombre tiene sobre Dios, naturaleza divina y persona divina es múltiple, y no se puede comparar con el concepto de persona humana, naturaleza humana y naturaleza de las cosas.

El misterio de la Santísima Trinidad, que es imposible conocer humanamente, se sabe, se cree y se vive por la fe o contemplación mística con oración y acción de obras buenas y santas con la esperanza de que algún día podamos ver y comprender el misterio, tal como es, en el Cielo. 

 

sábado, 7 de junio de 2025

Pentecostés. Ciclo C

 


Serenamente y en un análisis teológico, ¿cuándo tuvo lugar el Pentecostés de María Santísima? Sucedió, según una piadosa creencia de la teología de la Iglesia, en el mismo día y en el mismo momento en que lo recibieron los Apóstoles, según nos refiere el libro de los Hechos de los Apóstoles. ¿Estaban reunidos en el Cenáculo? Nadie lo duda, el Espíritu Santo vino espectacularmente sobre los Apóstoles y María Santísima, a modo de lenguas de fuego y en medio de una tempestad majestuosa de carácter misterioso en el Pentecostés histórico.           

Pero en realidad, María Santísima recibió el Pentecostés personal  en el mismo momento en que Ella fue concebida Inmaculada en el seno de su madre, es decir, en el mismo instante en que María fue persona. La concepción Inmaculada de María superó al sacramento del bautismo que recibimos los cristianos. Al ser concebida María sin pecado original o en plenitud del Espíritu Santo, aún antes de nacer, esta  concepción hizo las veces de un sacramento superior al del bautismo, que no necesitaba porque no contrajo el pecado original. Y produjo en Ella superiores gracias que confiere el bautismo, quedando convertida en Hija de Dios y potencialmente en Madre de la Iglesia y Madre del Cuerpo Místico.  

Nosotros también, hermanos, aunque de diferente manera, hemos recibido la plenitud del Espíritu Santo en dos ocasiones sacramentales: en el bautismo y en la confirmación. 

En los primeros siglos de la Iglesia no estaba clara  la distinción teológica entre el bautismo y la confirmación, porque se administraban simultáneamente, de manera que no era fácil distinguir cuándo empezaba el bautismo y cuándo la confirmación, pues se administraban en un mismo acto.  Con el tiempo estos dos sacramentos se separaron y empezaron a celebrarse en ocasiones distintas. 

Hace más de setenta años los niños recién bautizados eran confirmados, sin mirar la edad, cuando el Obispo hacía la visita pastoral a las parroquias, que sucedía de tarde en tarde. Yo fui confirmado en los brazos de mi madre. 

Gracias a Dios, con el tiempo la pastoral ha avanzado mucho, y con más sentido teológico hoy no se administra el sacramento de la confirmación hasta que los adolescentes o jóvenes no hayan conseguido una madurez suficiente en la fe. 

Demos gracias a Dios porque hemos sido concebidos en gracia en el sacramento del bautismo y confirmados en el Sacramento del Espíritu Santo y por medio de María, Madre de la divina gracia. 

La fuerza del Espíritu Santo no se limita a dos ocasiones circunstanciales o históricas, el bautismo y la confirmación, sino que cada vez que recibimos un sacramento cualquiera, viene a nosotros el pentecostés sacramental de la gracia. Es más, hablando con mayor profundidad teológica, siempre que realizamos un acto de piedad, hacemos una acción caritativa, una obra de misericordia y nos ponemos en contacto con Dios para pedir su gracia, celebramos místicamente un pentecostés teológico.           

Hablando con mayor amplitud de miras, el Espíritu Santo viene y actúa en todos y en cada uno de los hombres de buena voluntad, que hacen el bien, aunque no sean católicos. Y entonces se celebra en ellos el Pentecostés  misterioso. 

Es verdad que nosotros tenemos los cauces ordinarios de la comunicación de la gracia, pero ¿quién puede poner trabas y limitaciones a la omnipotencia del Espíritu Santo, que es también sabiduría infinitamente misericordiosa para la salvación de todos los hombres? Aquellos creyentes que están convencidos de su propia fe, de buena voluntad, y aquellos otros que en la práctica viven, como si Dios no existiera, porque no lo conocen, o dejaron a Dios de lado por razones diversas, cuentan también con la venida del Espíritu Santo, cuando realizan una obra buena. Y entonces celebran el Pentecostés misericordioso. Porque al Cuerpo y al alma de la Iglesia pertenecemos todos los hombres del mundo de una u otra manera.

 Vamos a pedir a la Santísima Virgen que es Madre de Dios y madre de  la Iglesia que nos dé a nosotros, los católicos,  la fortaleza necesaria para vivir el pentecostés sacramental de la Iglesia y el pentecostés sacramental y teológico de nuestra vida operativa de obras buenas. Pidamos al Espíritu Santo que venga a nuestra Comunidad parroquial y a nuestras familias y a cada uno de nosotros, para que todos vivamos celebrando un pentecostés viviente, donde se adore a Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. 

Pidamos también para que aquellos otros, que están fuera de la Iglesia, pero dentro del Corazón de Cristo, que son hombres de bien, celebren el pentecostés místico y misericordioso de hacer el bien, de la manera que solamente el Espíritu Santo sabe.