Su madre fue una de aquellas
piadosas mujeres que siguieron fielmente a Jesús y le asistieron con sus
bienes, incluso en los momentos cruciales de su crucifixión y muerte (Mt
27,55-56; Mc 15,40;Lc 8,3).
Por su carácter impetuoso, ambos
recibieron de Jesús el apelativo de Boanerges o hijos del trueno (Mc 3,17),
pues pidieron al Señor que bajara fuego del Cielo (Lc 9,54) para quienes no
comprendían a su Maestro. Parece que este apelativo se debe a la anécdota
evangélica que voy a contar.
Cuando llegó
la hora de partir Jesús de este mundo al Padre, decidió ir a Jerusalén. Y para cumplir su propósito envió a unos
emisarios suyos a que fueran delante de él a buscarle posada en una de las aldeas de samaritanos, que había en
el camino. Pero sus habitantes no quisieron alojarlo, por la extraña y simplona
razón de que tenía intención de ir a Jerusalén. Enterados sus discípulos
Santiago y Juan del caso, se enfadaron mucho, y, enfurecidos, acudieron al
Señor a decirle: “Si quieres, decimos que caiga un rayo y acabe con ellos” (Lc
9,54).
Se me ocurre pensar que estas
duras palabras salieron de los labios de Santiago y no de Juan, que tenía un
temperamento pacífico y controlado. Sucede generalmente en grupos de amigos,
compañeros y extraños, que se reúnen por intereses comunes, que uno asume la
representación de todos, aunque nadie se la encomiende.
Santiago se pasó, pues el hecho
de que aquella aldea no quisiera alojar a Jesús en la posada, no sabemos por
qué, no era tan grave como para pedir a Dios que la castigara mandando del
Cielo un rayo que la fulminara. Es admirable el comportamiento de Jesús que
reprende cariñosamente el defecto de sus discípulos, justificando, tal vez, la
libertad del posadero para hospedar en su casa a quienes quiera.
Esta actitud tan virtuosa nos
enseña a dejar la justicia en manos de Dios, y no desear males a nadie. Los
hombres juzgamos las apariencias externas de las acciones, sin conocer la
intención secreta de los corazones, que es una exclusiva reservada a Dios.
Los dos hermanos, hijos de Zebedeo, discípulos predilectos de Jesús, juntamente con su amigo Pedro, aparecen en el Evangelio en los siguientes pasajes:
- en la
llamada oficial de Jesús en el Lago de
Tiberíades (Mt 4,21-22);
- en la lista de los Apóstoles (Mt 10,2-4;Mc 3,16-19;Lc 6,14-16;Hech 1,13;
- en la resurrección de la hija de Jairo (Mc 5,37);
- en la transfiguración en el monte Tabor (Mt 17,1-13);
- en el discurso escatológico sobre la destrucción de Jerusalén y fin del mundo (Mc 13,1-4);
- con su madre Salomé, cuando pedía a Jesús un puesto de privilegio, uno a la derecha y otro a la izquierda en su reino para sus dos hijos (Mt 20,20-23);
- en la agonía del huerto de Getsemaní (Mc 14,33);
Formaba, junto con su hermano Juan, y con
Pedro, el grupo de los tres discípulos preferidos (Mt 17,1;26,37;Mc 5,37;13,3).
El apóstol Santiago el Mayor, Patrono de
España, a quien se le tiene mucha devoción en todo el mundo, principalmente en
Europa, no tuvo diálogos personales con Jesús. Aparece en el Evangelio como
personaje de referencia, como se puede comprobar en los textos antes citados.
Por eso, de este insigne apóstol solamente reseñaremos una síntesis biográfica,
que es realmente escasa.
De su hermano Juan explicaremos, en documento
aparte, el único diálogo que mantuvo con Jesús en la última Cena.
Tenemos pocos datos en el Evangelio para
hacer una radiografía psicológica de la personalidad de este apóstol. A pesar
de ser uno de los discípulos preferidos, aparece en el Evangelio como personaje
extra en relación con los diálogos de Jesús.
Santiago era un joven inteligente, de
carácter espontáneo, que decía las palabras sin pasarlas antes reposadamente
por el control de la razón. Podía más en él la fuerza del corazón que la
atinada prudencia del razonamiento. Temperamentalmente inquieto y nervioso, no
podía estarse quieto ni un momento. Compañero servicial como el primero, estaba
al quite de todo cuanto sucedía, y dispuesto a echar una mano allí donde se
precisaba cualquier servicio. Por su genio activo y abierto era emprendedor y eminentemente
misionero, destacando en él las virtudes de la sinceridad y la justicia.
Tal vez pudo ser un hombre de genio vivo,
defensor de la ley y de los derechos de Dios, y simpatizante del partido de los
Celotes, que fanáticamente esperaban la inminente venida del Mesías, y luchaban
contra las esclavitudes que padecía entonces el pueblo de Israel, por culpa del
abusivo Imperio Romano.
Su madre, que tenía amistad especial con
Jesús, le pidió la ambiciosa gracia de que sus dos hijos estuvieran sentados a
la derecha y a su izquierda en su Reino, ingenua petición que equivalía
humanamente casi a pedir al Señor que sus dos hijos fueran vicepresidente
primero y vicepresidente segundo del Gobierno del Reino iba a fundar.(Mt
20,20-28;Mc 10,35-45). ¡Qué enseñanza nos ofrece este pasaje del Evangelio, que
denota la ambición humana del hombre y la envidia entre iguales!
Debemos dar la vida por Cristo y esperar de
Él su infinita misericordia, sin desear tener en el Cielo los mejores puestos,
sino aquél que nos corresponda, según los secretos designios de Dios Padre.
La tradición extrabíblica de su venida a
España y la aparición de la Virgen del Pilar en carne mortal en Zaragoza es una
devoción española, muy arraigada en nuestro Pueblo, que no se puede demostrar
ni negar históricamente con argumentos apodícticos.
Sufrió el martirio bajo Herodes Agripa I
(Hech 12,2) en el año 44.
No hay comentarios:
Publicar un comentario