“Señor, enséñanos a
orar”
1 Oración
2 Definición
3 Clases de oración
1 Oración
La oración no es un “concesionario” de gracias que se consiguen observando rigurosamente ciertas normas de ciencia experimental; ni un soborno espiritual por el que se obtienen de Dios favores a cambio de oraciones, sacrificios, limosnas y ciertos actos, de modo condicional, final o causal: “te doy, si me das, te doy para que me des, y te doy porque me has dado”; ni una magia sacra de prestidigitación por la que se reciben gracias por el hábil manejo de fuerzas ocultas; ni un estudio piadoso sobre la vida de Jesús o temas evangélicos; ni una petición de bellas oraciones compuestas con artificio literario que se presentan a Dios con presuntuosa ostentación, por el que se consiguen favores, como hacían los fariseos reprendidos por Jesús: "No os convirtáis en charlatanes como los paganos, que se imaginan que serán escuchados por su mucha palabrería. No hagáis como ellos porque vuestro Padre conoce las necesidades que tenéis antes de que vosotros se las pidáis" (Mt 6,7).
2 Definición
Aparcando las muchas definiciones clásicas que existen
sobre la oración expongo la de Santa Teresa de Jesús: “Orar es tratar
de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama”. Tratar
es comunicarse con Dios de muchas maneras más que con las que los hombres nos
comunicamos unos con otros: palabras, escritos, signos, arte, música. El hombre
se comunica o trata con Dios además de la manera humana, cada uno como es, sabe
y puede, mediante el lenguaje místico de pensamientos, deseos, afectos,
sentimientos y el corazón.
La oración es fuerza
sobrenatural que forma,
reforma y transforma al hombre para que vea todas las cosas con los
ojos de Dios; el quehacer supremo del apostolado; el
medio necesario para la santificación de la vida cristiana; la escuela del
conocimiento de Cristo, del hombre y de la realidad de la vida.
3 Clases de oración
Se puede decir de modo genérico que hay tantas cases de oración como orantes, pues cada uno ora como es, de manera que la oración resulta personal. La tradición cristiana ha expresado tres modos principales de hacer la oración: la oración vocal, la meditación y la oración contemplativa, según enseña el Catecismo de la Iglesia Católica (Cat compendio 568).
La
oración vocal
La oración vocal consiste en rezar oraciones contenidas en la Biblia,
compuestas por la Iglesia, los santos, autores cristianos, incluso inventadas
por uno mismo que brotan de modo espontáneo del corazón. Las oraciones
más conocidas y populares son: el avemaría, el credo, la salve, el
gloria, el ángelus, las oraciones de la mañana, de la noche, la bendición de la
mesa, las oraciones antes y después de recibir la Comunión, el santo rosario, y
el vía crucis. La más importante de todas las oraciones es, sin
duda, la oración del Padrenuestro, compuesta por Jesucristo. Contiene
las siete gracias que debemos pedir para conseguir la vida eterna: que
el nombre de Dios sea siempre santificado; venga a todos los hombres su reino;
se cumpla siempre su santísima voluntad; nos dé Dios el pan nuestro de cada día
y todos los bienes necesarios para la vida; el perdón de los pecados; no nos
deje caer en la tentación; y nos libre Dios de todo mal.
La mayor parte de la gente suele pedir gracias humanas y materiales, que
son concedidas por Dios, si están subordinadas a la salvación eterna, según el
juicio de Dios.
La
meditación
La meditación es una reflexión orante, en la que interviene la
inteligencia, la imaginación, la emoción, el deseo de profundizar en nuestra fe
y fortalecer la voluntad de seguir a Cristo; es una etapa preliminar hacia la
unión de amor con el Señor (Cat 570).
A lo largo
de la Historia de la Iglesia, en la antigüedad y después hasta la edad de oro
han existido varios métodos de meditación, muy distintos y variados. A partir
del siglo XVI se perfilaron los métodos de Fray Luis de Granada, San Pedro de
Alcántara, el P. Jerónimo Gracián y otros. Se pueden concretar en seis partes:
preparación, lección, meditación, contemplación, acción de gracias y petición.
El método más clásico, recomendado por los Papas, es el de San Ignacio de
Loyola en el libro de Ejercicios espirituales. El método
ignaciano se puede resumir en los siguientes puntos: aplicación de las tres
potencias: memoria, entendimiento y voluntad; contemplación imaginaria de los
misterios de la vida de Cristo; aplicación de los cinco sentidos; tres modos de
orar: examen en torno a los mandamientos, pecados capitales etc; consideración
de cada una de las palabras del Padre nuestro; oración al compás, que consiste
en la repetición de frases o jaculatorias, mientras se va meditando
ellas; contemplación para alcanzar amor ascendiendo de las criaturas al
Creador con reflexión.
La
oración contemplativa
La oración contemplativa es una mirada sencilla a Dios en el
silencio, un don de Dios, un momento de fe pura, durante el cual el que ora
busca a Cristo, se entrega a la voluntad amorosa del Padre y recoge su ser bajo
la acción del Espíritu Santo (Cat 571).
Contemplar en grado supremo es
estar con Dios en un estado elevado de íntima unión en el que toda la
persona se sitúa en un plano superior, vive en un ambiente sobrenatural
más o menos gozoso. Santa Teresa de Jesús decía que la "sublime
contemplación de unión mística no consiste en sentir, sino en gozar sin
entender lo que se goza. Basta un momento de unión contemplativa para que
queden bien pagados todos los trabajos de la vida" (Vida 18-19).
Hay que advertir que el fervor
espiritual puede ser fruto de la consolación del Espíritu Santo o psicosis de
un desviado sentimentalismo religioso, un desahogo psicológico, un refugio
humano o un desequilibrio nervioso.
Nadie piense que practicando la oración se consigue
llegar a la contemplación mística, como opina un famoso escritor español del
siglo pasado. El progreso en la ciencia de la oración depende fundamentalmente
de la capacidad de gracia recibida del Espíritu Santo y
complementariamente de la colaboración humana.
Dios no valora más la oración del místico que se
pierde "endiosado" en las altas esferas de la contemplación que la
oración del pobre y humilde cristiano que sólo sabe orar rezando o hablando con
Dios, a su manera.
No busques el fervor sensible
que te recoja, sino la gracia de Dios que alimente tu espíritu, aunque sea sin
apetito o por vía de sonda mística: "Busca al Dios de los
consuelos y no los consuelos de Dios", como decía Santa Teresa de
Jesús.
La oración como es también un acto humano cuenta con
la distracción, más o menos evitable o no evitable, pero no pierde su eficacia,
como pasa con la obra que se está haciendo, que queda terminada y hasta
perfecta, aunque mientras se está haciendo se piense en otras cosas.
La habitual contemplación de
profundo recogimiento es una gracia singular que el Espíritu Santo regala a
quienes quiere. Los orantes contemplativos no son más santos que los orantes activos
de contemplación apostólica. El que se habitúa a la vida de
oración activa experimenta frecuentemente ráfagas de contemplación, más o menos
permanentes o transitorias. La intimidad con Cristo se vive a solas sin
compartirla con nadie. Sólo Dios puede sentirse a gusto en el secreto de tu
corazón, que es el lugar donde Él se encuentra contigo mismo, sin que haya
plaza para otro. "Cuando reces, entra en
tu habitación, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está presente en lo
secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará (Mt 6,6)".
No hay comentarios:
Publicar un comentario