jueves, 14 de agosto de 2025

Asunción de María Santísima a los cielos.

 


Voy a tratar de explicar en poco tiempo el misterio que estamos celebrando hoy: La Asunción de María Santísima en cuerpo y alma a los Cielos, dogma que definió el Papa Pío XII el 1 de Noviembre de 1950.

Este misterio significa que María, después de haber vivido un tiempo en la Tierra, no sabemos cuánto, sin saber si murió o habiendo muerto, cosa que históricamente no se puede demostrar, ni está definido, resucitó y está en el Cielo.

Parece lo más lógico que María muriera, y sin que su cuerpo llegara a corromperse, resucitó y en cuerpo y alma fue Asunta a los Cielos, como pasó con Jesucristo que murió y al tercer día resucitó. Tiene que haber una igualdad teológica de Jesús con María, que son el principio de salvación de los hombres, Jesús como Redentor y María como Corredentora. Si Jesús vivió, murió y resucitó, es lógico que María también viviera, muriera y resucitara.

María Santísima, siendo juntamente con Cristo Corredentora del género humano, fue también redimida no del pecado original, que no tuvo, sino con una redención que los teólogos llaman preventiva, en cuanto que siendo preservada del pecado original, fue redimida por Jesucristo, de manera que la razón humana no alcanza a entender ni a explicar. 

En nuestra Parroquia tenemos el altar del tránsito, que está situado junto a la capilla de las Vírgenes, que representa este misterio. María se encuentra como dormida, es decir, muerta, en un sepulcro dentro de una urna de cristal, y encima aparece resucitada. Es una representación de la muerte y asunción de María resucitada a los Cielos. 

María no es solamente una mujer privilegiada, persona excepcional única, sino que realmente es la criatura más perfecta que ha salido de las manos de Dios; y ha resucitado, porque es la Madre de Dios y juntamente con Cristo forma un solo co-principio de salvación, como Madre de Dios y Madre de todos los hombres. Está en el Cielo  para ejercer su misión de Corredentora y Madre espiritual de todos los hombres en su plenitud, pues es Medianera de todas las gracias. De ninguna manera mejor puede cumplir este sagrado oficio que resucitada desde el Cielo. 

María no es la causa de la divina gracia sino el medio de su transmisión, como el espacio no es la causa de la luz sino el medio que comunica a la Tierra la luz que el sol produce; o como la madre no es la causa de la vida del hijo, sino el medio de la comunicación de la vida que sólo Dios crea.  

Nosotros, hermanos, tenemos que vivir como María una vida sencilla y simple, pues su profesión fue ama de casa. No hizo otra cosa durante toda su vida, que lo que una mujer hace en el hogar, desempeñar las faenas del servicio doméstico. María Santísima no desarrolló una vida espectacular: no predicó el Evangelio, ni hizo correrías apostólicas, que sepamos, ni realizó ningún milagro, sino que llevando una vida sencilla en Nazaret cumplió su misión de Madre de Dios y madre de todos los hombres. Con su vida nos enseña, igual que Jesús con su larga vida oculta de unos treinta años,  que la vida, por humilde y sencilla que sea, tiene sentido cristiano y apostólico. 

María, por privilegio especial mereció resucitar con Cristo, para ser no sólo la Medianera de todas las gracias sino también para ser la primicia de nuestra propia resurrección. Nosotros, secundando el ejemplo de nuestra Madre María, y de Jesús en su vida oculta, debemos hacer que nuestra vida, por excelsa y sublime que sea, se convierta en una vida de santificación con sentido eminentemente apostólico, con el fin de que pasado el destierro en la Tierra, podamos conseguir a pulso el Cielo para gozar eternamente de la visión eterna de Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, misterio de la Santísima Trinidad, juntamente con los ángeles y los santos, en unión de María resucitada o María asunta a los Cielos. 

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