FESTIVIDAD DE TODOS LOS SANTOS
(1 De Noviembre)
Hoy los católicos celebramos la fiesta de todos los santos y mártires canonizados por la Iglesia Católica desde su fundación hasta nuestros días, que son innumerables. Sus vidas, doctrina, obras y comportamientos son estudiados rigurosamente por expertos, y cumplidas las normativas pertinentes y conseguir los milagros reglamentarios por la Historia son definidos santos por el Papa; y son presentados al pueblo cristiano como modelos de virtudes en la santidad e intercesores nuestros delante de Dios.
Hay también multitud de cristianos que están en el Cielo como beatos, que según las circunstancias quedan para siempre con esta calificación o pueden ser canonizados en su día.
Existen también multitud de cristianos venerables y siervos de Dios, que están en proceso de beatificación hasta que el Papa tras riguroso examen de sus vidas sean declarados beatos o santos, si procede.
Son millones los santos del silencio, cristianos que murieron en gracia de Dios, después de llevar en el mundo una vida santa en gracia operativa y purgar sus culpas y pecados en el Purgatorio de la Vida, sin necesidad del Purgatorio dogmático de la Iglesia Católica. Yo no creo la opinión de predicadores, escritores, teologuillos o santos que piensan que todos después de la muerte forzosamente tienen que pasar por el Purgatorio, pues todos mueren con necesidad de alguna purgación, teoría que nunca ha enseñado la Iglesia. Pueden ser nuestros padres, hijos, hermanos, amigos, conocidos o desconocidos que están en el Cielo, tan cerca o más de Dios que los que los renombrados y reconocidos santos, beatos, siervos de Dios y venerables de la Iglesia.
Los santos y beatos:
- son modelos de santidad a quienes los cristianos tenemos que imitar sus virtudes, no en sus actos que algunos son inimitables, personales, sino en sus actitudes;
- e intercesores para pedirles las gracias que necesitamos, si son convenientes o necesarias para nuestra salvación eterna.
Medios para conseguir la santidad:
Son muchos los medios que tenemos a nuestro alcance para conseguir la santidad. Los principales son:
- el cumplimiento de los mandamientos de la Ley de Dios y de la Santa Madre Iglesia, imprescindible para vivir en gracia de Dios;
- la oración que es acción santificadora y apostólica;
- principalmente el sacramento de la Eucaristía y Penitencia y otros sacramentos, recibidos con espíritu de fe y no por costumbre o rutina;
- las diversas obras buenas, ejercidas en estado de gracia;
- las múltiples acciones teológicas de apostolado: la enseñanza, catequesis, caridad, y servicios eclesiales, potenciados por la gracia.
- el trabajo santificador y apostólico;
- el dolor aceptado y sufrido con Cristo paciente;
- y la vida ordinaria, a imitación de Jesús de Nazaret que redimió a todos los hombres durante treinta años con el ocultamiento silencioso de la oración y simple trabajo bajo obediencia, casi toda la vida; y la de Santa María del Silencio que corredimió al género humano, juntamente con Jesucristo Redentor durante toda su vida. Porque todo cuanto se haga, bueno o indiferente, en estado de gracia santifica.
DÍA DE TODOS LOS DIFUNTOS
(2 de Noviembre)
La fiesta de los difuntos la inició San Odilón, abad del monasterio de Cluny, en el sur de Francia en el año 998, dedicando el 2 de Noviembre para pedir por los fieles difuntos. En el decurso de los tiempos la Iglesia dedicó este día al calendario católico. Aunque cualquier día es bueno para orar por los difuntos, la Iglesia el 2 de Noviembre, para rezar por los difuntos, también por aquellos que no reciben sufragios de familiares y amigos.
Principales sufragios:
- El sacrificio de la Santa Misa es el mejor y más valioso de todos los sufragios;
- la comunión sacramental o espiritual;
- la comunión sacramental o espiritual;
- las oraciones de la Iglesia: el padrenuestro, el ave María, el credo, la Salve;
- oraciones compuestas por santos o autores cristianos, incluso improvisadas por uno mismo;
- pensamientos, sentimientos, jaculatorias;
- la penitencia, de cualquier tipo que sea;
- cualquier obra buena;
- y la limosna en cualquier cuantía según las posibilidades económicas de cada uno.
PURGATORIO
La existencia del Purgatorio es una verdad de fe definida por la Iglesia en el Concilio de Lyón (1274), por Benedicto XII (1336), en el Concilio de Florencia (1439) y ratificada después en el Concilio de Trento (1534-1563); verdad que hay que creer y de la que no se puede dudar sin pecar. El reciente Concilio Vaticano II, Concilio pastoral, sintetiza este dogma con estas palabras:
“Los que mueren en gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en las alegrías del Cielo” (Cat 1030).
La Iglesia llama Purgatorio a esta purificación final, que es completamente distinta del castigo de los condenados en el Infierno.
En consecuencia, la doctrina de la Iglesia sobre el Purgatorio se resume en dos proposiciones:
1ª Los que mueren en gracia, pero imperfectamente purificados están seguros de su salvación, pero necesitan una purgación antes de entrar en el Cielo.
2ª La purgación en el Purgatorio es completamente distinta del castigo de los condenados.
Todo lo demás que se escriba, predique o diga es teoría inventada, revelación privada, visión particular o pura fantasía religiosa.
Para caminar seguros en esta materia tan discutida entre los teólogos modernos, y no pocos cristianos de la nueva ola, expongo la doctrina de la teología tradicional sobre el Purgatorio, basándome principalmente en Santo Tomás de Aquino.
ERRORES
Los ateos, agnósticos y racionalistas, que niegan toda doctrina sobrenatural, no admiten la existencia del Purgatorio, porque no puede ser probada por la razón humana.
Basílides
Basílides en el siglo II fue el primero que negó la existencia del Purgatorio, de cuya falsa doctrina surgieron numerosas escuelas que afirmaban la trasmigración de las almas después de la muerte a otros cuerpos más o menos perfectos, conforme a los méritos alcanzados en la existencia anterior por un tiempo o hasta el fin del mundo. Esta doctrina fantástica se opone a la fe de la Iglesia, que enseña la existencia de una sola alma, creada por Dios e infundida en un solo cuerpo, formando una sola persona. La muerte separa el cuerpo del alma, que es juzgada por Dios para recibir sentencia eterna: el Cielo definitivo, o aplazado en el Purgatorio, o el Infierno. En el fin del mundo todos los cuerpos resucitarán y se unirán a su propio cuerpo para ser en personas resucitadas, juzgadas en el Juicio Final y vivir eternamente en el Cielo o en el Infierno, según el premio o castigo que cada uno haya merecido en la tierra.
Los protestantes
Los protestantes, cristianos que se separaron de la Iglesia Católica en el siglo XVI, negaron la existencia del Purgatorio. Lutero afirmó que el que tenga fe se salvará sin Purgatorio, y el que no la tenga se condenará por muchas obras buenas que haya realizado. Tengo entendido que los protestantes andan hoy divididos en esa materia, pues unos, los más liberales, admiten una especie de Purgatorio, porque las almas se purifican por sus propios actos, sin admitir sufragios por las almas.
Sagrada escritura
La mayor parte de los teólogos afirman que en el Antiguo Testamento no existen textos claros para probar la existencia del Purgatorio. Solamente la Iglesia admite uno del libro de los Macabeos: “Obra santa y piadosa es orar por los muertos. Por eso hizo que fuesen expiados los muertos, para que fuesen absueltos de sus pecados” (2 Macabeos 12,41-46).
Los expertos en la Sagrada Escritura afirman que en el Nuevo Testamento existen nueve textos que prueban la existencia del Purgatorio. Quizás el más claro de ellos es el siguiente: “Por eso os digo que cualquier pecado o blasfemia serán perdonados a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu Santo no será perdonada. Y quien diga una palabra contra el Hijo del hombre será perdonado, pero quien hable contra el Espíritu Santo no será perdonada ni este mundo ni en el otro” contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este mundo ni en el otro” (Mt 12,31-32).
La exégesis católica tradicional ha visto en estas palabras de Jesucristo una clara alusión al Purgatorio, al menos de manera indirecta. El pecado contra el Espíritu Santo, que no se perdona ni en este mundo ni en el otro, es el del hombre impenitente, que no se arrepiente de su pecado por obstinación.
Naturaleza del purgatorio
Admitida por fe la existencia del Purgatorio, según el dogma de la fe católica, advertimos que la Iglesia nada ha definido sobre su naturaleza. Simplemente enseña que el Purgatorio es un estado de purgación, sin explicar las clases de penas. Teniendo en cuenta este dato, los teólogos clásicos formulan teológicamente su naturaleza de esta manera.
El Purgatorio es un estado en un sitio desconocido, en el que las almas de los que murieron en gracia de Dios, pero imperfectamente purificados, sufren después de su muerte una purificación antes de entrar en el Cielo. Explican con argumentos humanos, más o menos teológicos, su naturaleza. Las almas separadas del cuerpo, que son espíritus, no ocupan lugar local en el espacio.
Los teólogos escolásticos, como Santo Tomás de Aquino, San Buenaventura, San Alberto Magno, y otros teólogos eminentes enseñan que en el Purgatorio existen dos clases de penas: pena de daño: privación de la visión beatífica, y pena de sentido: “fuego real y corporal”, entendido como una purificación sensiblemente “espiritual” porque lo humanamente corporal no puede atormentar el alma, que es un ser espiritual.
La pena principal del Purgatorio consiste en la dilación o aplazamiento de la visión beatífica de Dios que tiene carácter de suma pena o castigo, porque las almas sufren al tener que esperar un tiempo para ver y gozar de Dios eternamente, aunque están seguras de su salvación.
Existen escritores y santos contemplativos místicos que describen el Purgatorio con caracteres espeluznantes que espantan y causan horror, donde las almas se queman en llama viva; y pintores que con pinceles más o menos artísticos pintan cuadros en los que Papas, Obispos, sacerdotes y cristianos están abrasándose en llamas. Estas expresiones son figuraciones o imaginaciones fantasmagóricas que inventan y exageran la realidad del Purgatorio, enseñado por la Iglesia.
Algunos teólogos, como San Agustín, Santo Tomás, y San Buenaventura afirman que la pena de la purgación es mayor que la que se puede sufrir en este mundo. Pero yo pienso que si es así, la pena está suavizada y mitigada por la certeza absoluta de la salvación: poder ver y gozar de Dios un día por toda la eternidad es inmenso consuelo de esperanza que compensa con fortaleza las penas del Purgatorio.
Consuelos de las almas del purgatorio
Los consuelos de las almas del Purgatorio se pueden reducir a dos:
1ª La certeza absoluta de saber que están seguras de la salvación eterna.
2ª El cumplimiento de la voluntad Dios
Además de la seguridad absoluta de la salvación eterna, las almas del Purgatorio tienen la plena conformidad con la voluntad de Dios, justa porque saben que las penas son merecidas. Y, por decirlo de alguna manera, disminuye el sufrimiento no en la intensidad de la purificación, sino a medida que el tiempo va pasando.
Es una piadosa idea pensar que la Virgen María, Madre también de las almas del Purgatorio, les ayudará para su purificación, como cuenta la tradición cristiana, basada en fundamentos creíbles de revelaciones privadas imaginarias.
Psicología de las almas del Purgatorio
Como las almas no tienen cuerpo, no ven, ni oyen, ni sienten, ni imaginan, al modo humano, pues son funciones de la persona humana. Conocen a Dios como Creador de todas las cosas y recuerdan a sus familiares y amigos. Ellas entre sí se ven, contemplan y se comunican intuitivamente, a la manera de los ángeles. No pueden relacionarse con los habitantes de la Tierra, como dicen ciertas teorías falsas sin fundamento, a no ser por una especial disposición milagrosa de Dios.
La tradición de la Iglesia ha exhortado siempre a orar por los difuntos. El fundamento de esta oración la describe el Concilio Vaticano II con las siguientes palabras:
“La Iglesia peregrina, perfectamente consciente de esta comunión de todo el Cuerpo Místico de Jesucristo, desde los primeros tiempos del cristianismo honró con gran piedad el recuerdo de los difuntos” (LG 50).
La muerte es el final de la vida terrena, pero no de nuestro ser inmortal, porque terminado el tiempo de gracia y de misericordia en la tierra con la resurrección de todos los muertos, ya no existirá el Purgatorio sino el Cielo y el Infierno. .
Desde el principio del cristianismo, la Iglesia ha enseñado, y últimamente lo repite en el Catecismo de la Iglesia Católica, que los cristianos podemos ayudar con sufragios a los difuntos; y además ha honrado la memoria de los difuntos, ofreciendo sufragios de oraciones, penitencias, limosnas, indulgencias y obras buenas, en particular el sacrificio eucarístico por ellos, (DS 856), para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios (Cat 1032).
Los cristianos de fe profunda tenemos que saber que nuestros familiares y amigos difuntos, al morir no nos dijeron adiós para siempre sino hasta luego, y no debemos afligirnos como “los hombres sin esperanza. Pues si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo, a los que han muerto, Dios, por medio de Jesús, los llevará con Él. Y así estaremos siempre con el Señor. Con estas palabras debemos consolarnos”, como nos dice el apóstol San Pablo (Tes 4,13-14.17b-18).
El modo con el que Dios aplica los sufragios de los vivos a los difuntos pertenece al secreto de su infinita sabiduría misericordiosa. La Iglesia recomienda también la visita a los cementerios y el cuidado de las tumbas. El Concilio subraya que “la fe, apoyada en sólidos argumentos, ofrece a todo hombre que reflexiona una respuesta a su ansiedad sobre su destino futuro, y le da al mismo tiempo la posibilidad de una comunión en Cristo con los hermanos queridos arrebatados ya por la muerte, confiriéndoles la esperanza de que ellos han alcanzado en Dios la vida verdadera” (GS 18).
Finalmente el Purgatorio es un misterio de fe que no se puede imaginar y no nos debe asustar, sino animar a vivir siempre en las manos de Dios ahorrando Purgatorio en el tiempo y mereciendo Cielo, sabiendo que Dios es nuestro Padre, infinitamente sabio y misericordioso que comprende y perdona siempre nuestros pecados, que no pocas veces son ignorancias, errores, inculturas, debilidades humanas y patologías fisiológicas, psicológicas y psicopáticas.
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