sábado, 2 de febrero de 2013


DOMINGO IV DEL TIEMPO ORDINARIO

            EL AMOR, VIRTUD  PRINCIPAL
            En una palabra: quedan la fe, la esperanza, el amor: estas tres.   La más grande es el amor (Cor 13,13)

En la segunda lectura de la liturgia de la Palabra, Dios por medio de San Pablo nos dice que la virtud más grande que existe es el amor, tema sobre el que voy a hacer unas reflexiones espirituales en cuatro apartados:
            ¿Qué es el amor?
Silogismo sobre las virtudes:
El amor es superior a todos los dones 
Cualidades del amor

            ¿Qué es el amor?
“El término amor se ha convertido hoy en una de las palabras más utilizadas y también de las que más se abusa, a la que damos acepciones totalmente diferentes, dice el Papa Benedicto XVI en su encíclica Deus charitas est” (n 2).     
 El Diccionario de la Real Academia Española dice que el amor es un sentimiento que mueve a desear la realidad amada, otra persona, grupo humano o alguna cosa como un bien propio. Generalmente se entiende como una inclinación sensible a una persona por sus cualidades corporales o espirituales, a una vocación, oficio o cosa.  Sin fe se utiliza  frecuentemente en sentido de pasión sexual.
El Papa Benedicto XVI  nos enseña que  “el amor es ocuparse del otro y preocuparse por el otro” (n 6). El verdadero amor no consiste sólo en amar a Dios, sino principalmente en sentirse amado por Dios que nos envió a su Hijo para redimirnos: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y nos envió a su Hijo, como propiciación por nuestros pecados” (1 Jn 4,10).  Se ama a la persona amada  como ella es: con sus cualidades, virtudes, limitaciones, defectos y pecados, propios de la fragilidad humana, pero con  obras, que son amores y no buenas razones, como dice un refrán castellano.  
  Al amor se opone al egoísmo en sus múltiples versiones, que es buscarse a sí mismo en el otro o en las cosas.   

Silogismo sobre las virtudes
El amor es la virtud más grande de todas las virtudes 

Para demostrar esta tesis San Pablo enumera los dones más estimados de este mundo: el dominio de lenguas, el don de predicación, el conocimiento de los secretos de todo el saber, la fe que mueve montañas, la generosidad de dar a los pobres todos los bienes  propios, y hasta dejarse quemar vivo. Y afirma que todos estos dones sin amor son como un metal que resuena o un címbalo que aturde (1 Cor 13,1).  Y al final de su razonamiento concluye: En una palabra, quedan la fe, la esperanza y el amor: estas tres. La más grande es el amor,  porque no pasa nunca (1 Cor 12, 31;13,1-13). Su pensamiento podría estructurarse en forma escolástica de la siguiente manera:

La  virtud que más dura es la más grande.
Es así que la virtud que más dura es el amor.
Luego el amor es la virtud más grande.

Todas las virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza  y templanza y sus derivadas, incluso las virtudes teologales de la fe y esperanza, son temporales, pues existen en las personas de este mundo mientras viven. La fe, necesaria para la salvación eterna,  permanece en el hombre mientras vive, pues en el Cielo no hay fe sino visión, ni tampoco esperanza, sino posesión y gozo de Dios eternamente.  En cambio, el amor  es la virtud más grande en el tiempo, la forma esencial de todas las virtudes  y en la eternidad es el Cielo,  visión y gozo de Dios, que es Amor.

Cualidades del amor
El amor verdadero según San Pablo tiene ocho cualidades importantes.
Es  comprensivo  en la manera de ser, pensar y obrar del prójimo, comprende y excusa  sus defectos   por razones de amor o caridad, y no condena a nadie en el corazón; servicial porque el amor por su propia naturaleza es difusivo, inclina a darse y dar; no tiene envidia de los bienes del otro porque el bien es objetivo y no subjetivo; no presume ni se engríe de sus propios bienes porque el cristiano sabe que no son suyos, sino recibidos  de Dios en la naturaleza o en la gracia; no es mal educado ni egoísta porque el amor exige comportamiento privado y social; no se irrita pues el amor verdadero es equilibrado, paciente, en el que no caben broncas, alteraciones nerviosas, impaciencias, resentimientos;   no lleva cuentas del mal que recibe y se ocupa  en hacer el bien sin mirar a quien, aunque sea de raza distinta, nacionalidad diferente, de ideología religiosa y política contrarias a la propia; no se alegra de la injusticia, pues el que ama cristianamente sufre la injusticia que no se puede remediar y goza con la verdad. En alguna cárcel leí alguna vez esta sentencia: odia el delito y compadece al delincuente; goza con la verdad; disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites pues el amor cristiano ama y vive la verdad; disculpa siempre los defectos y  pecados con comprensión; cree en la bondad íntima del corazón del hombre que la confunde con la maldad; espera la corrección o el perdón; aguanta sin medida todo dolor y prueba, sin doblegarse ante las dificultades y tristes realidades de la vida. Porque el cristiano ama con el corazón de Dios.







No hay comentarios:

Publicar un comentario