DOMINGO IV DEL TIEMPO ORDINARIO
EL
AMOR, VIRTUD PRINCIPAL
En una palabra: quedan la fe, la esperanza, el amor:
estas tres. La más grande es el amor
(Cor 13,13)
En la segunda
lectura de la liturgia de la Palabra, Dios por medio de San Pablo nos dice que
la virtud más grande que existe es el amor, tema sobre el que voy a hacer unas
reflexiones espirituales en cuatro apartados:
¿Qué es el amor?
Silogismo sobre las
virtudes:
El amor es superior a todos los
dones
Cualidades del amor
¿Qué es el amor?
“El término amor se ha convertido hoy en una de las palabras
más utilizadas y también de las que más se abusa, a la que damos acepciones
totalmente diferentes, dice el Papa Benedicto XVI en su encíclica Deus charitas
est” (n
2).
El Diccionario de la Real Academia Española
dice que el amor es un sentimiento que mueve a desear la realidad amada, otra
persona, grupo humano o alguna cosa como un bien propio. Generalmente se
entiende como una inclinación sensible a una persona por sus cualidades corporales
o espirituales, a una vocación, oficio o cosa.
Sin fe se utiliza frecuentemente
en sentido de pasión sexual.
El Papa Benedicto XVI
nos enseña que “el amor es ocuparse del otro y preocuparse
por el otro” (n 6). El verdadero amor no consiste sólo en amar a Dios, sino principalmente
en sentirse amado por Dios que nos envió a su Hijo para redimirnos: “En esto consiste el amor: no en que
nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y nos envió a su Hijo,
como propiciación por nuestros pecados” (1
Jn 4,10). Se ama a la persona amada como ella es: con sus cualidades, virtudes,
limitaciones, defectos y pecados, propios de la fragilidad humana, pero
con obras,
que son amores y no buenas razones, como dice un refrán castellano.
Al amor
se opone al egoísmo en sus múltiples
versiones, que es buscarse a sí mismo en el otro o en las cosas.
Silogismo sobre las virtudes
El amor es la virtud más grande
de todas las virtudes
Para demostrar
esta tesis San Pablo enumera los dones más estimados de este mundo: el dominio
de lenguas, el don de predicación, el conocimiento de los secretos de todo el
saber, la fe que mueve montañas, la generosidad de dar a los pobres todos los
bienes propios, y hasta dejarse quemar
vivo. Y afirma que todos estos dones sin amor son como un metal que resuena o un címbalo que aturde
(1 Cor 13,1). Y al final de su
razonamiento concluye: En una palabra,
quedan la fe, la esperanza y el amor: estas tres. La más grande es el amor, porque no pasa nunca (1 Cor 12,
31;13,1-13). Su pensamiento
podría estructurarse en forma escolástica de la siguiente manera:
La virtud que más dura es la más grande.
Es así que la
virtud que más dura es el amor.
Luego el amor
es la virtud más grande.
Todas las
virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza y sus derivadas, incluso las
virtudes teologales de la fe y esperanza, son temporales, pues existen en las
personas de este mundo mientras viven. La fe, necesaria para la salvación eterna, permanece en el hombre mientras vive, pues en
el Cielo no hay fe sino visión, ni tampoco esperanza, sino posesión y gozo de
Dios eternamente. En cambio, el
amor es la virtud más grande en el
tiempo, la forma esencial de todas las virtudes
y en la eternidad es el Cielo,
visión y gozo de Dios, que es Amor.
Cualidades del amor
El amor
verdadero según San Pablo tiene ocho cualidades importantes.
Es comprensivo en la manera de ser, pensar y obrar del
prójimo, comprende y excusa sus
defectos por razones de amor o caridad,
y no condena a nadie en el corazón; servicial
porque el amor por su propia naturaleza es difusivo, inclina a darse y dar; no tiene envidia de los bienes del otro
porque el bien es objetivo y no subjetivo; no
presume ni se engríe de sus propios bienes porque el cristiano sabe que no son suyos, sino recibidos de Dios en la naturaleza o en la gracia; no es mal educado ni egoísta porque el
amor exige comportamiento privado y social;
no se irrita pues el amor verdadero es equilibrado, paciente, en el que no
caben broncas, alteraciones nerviosas, impaciencias, resentimientos; no
lleva cuentas del mal que recibe y se ocupa
en hacer el bien sin mirar a quien, aunque sea de raza distinta,
nacionalidad diferente, de ideología religiosa y política contrarias a la
propia; no se alegra de la injusticia, pues
el que ama cristianamente sufre la injusticia que no se puede remediar y goza
con la verdad. En alguna cárcel leí alguna vez esta sentencia: odia el delito y
compadece al delincuente; goza con la
verdad; disculpa sin límites, cree
sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites pues el amor cristiano
ama y vive la verdad; disculpa siempre los defectos y pecados con comprensión; cree en la bondad íntima del corazón del hombre que la confunde con
la maldad; espera la corrección o el
perdón; aguanta sin medida todo dolor
y prueba, sin doblegarse ante las dificultades y tristes realidades de la vida.
Porque el cristiano ama con el
corazón de Dios.
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