DOMINGO
QUINTO DEL TIEMPO ORDINARIO
CICLO
A, DÍA 9 DE FEBRERO
Campaña contra el hambre
En la primera
lectura de la liturgia de la Palabra de este domingo, Dios nos dice: Comparte tu pan con el hambriento. Manos
unidas ha escogido este texto para lanzar la campaña contra el hambre en el
mundo; texto que yo voy a utilizar para hablar de este tema.
Entre los muchos
males que sobrevinieron al hombre con el pecado original, se hizo presente la
injusticia social, de manera que en el mundo hay bastantes hombres que poseen
mucho, son muy ricos, y muchísimos que son muy pobres, contra la voluntad de
Dios que quiere que toda la riqueza sea distribuida equitativamente entre los
hombres en proporción justa, como medio para que todo puedan conseguir la
felicidad eterna.
Dios condena el hambre como pecado contra la justicia
social. Es un hecho, tristemente comprobado, que hay en el mundo una tremenda
desigualdad de posesión de bienes, que clama al Cielo, de tal manera que millones de niños, hombres
y mujeres se mueren de hambre, habiendo suficientes medios de producción en la
Tierra para que todo el mundo tenga lo suficiente o necesario para vivir
dignamente, como decía el Papa bueno, Juan XXIII por culpa, digamos de todos
los hombres en general. Es verdad que el problema de garantizar el bien común
integral de los hombres corresponde, en primer lugar, a las autoridades civiles y políticos, pero no es
menos cierto que también a la Iglesia que trabaja por el bien común del hombre,
hijo de Dios; y corresponde también a cada cristiano que debe cumplir la
justicia social. Por consiguiente, nadie debe excluirse del gravísimo problema
de hambre que existe en el mundo. La Iglesia tiene la misión suprema de salvar
al hombre, con el fin específico sobrenatural de la salvación eterna, que
incluye también los medios materiales y humanos
para conseguirlo; y tiene además el deber evangélico de atender a los
más pobres, por mandato de Jesucristo. En este día, en que celebramos el día de
la jornada mundial del hambre en el mundo, cada hombre y cristiano debe
cuestionarse: ¿Qué debo hacer yo en la campaña contra el hambre en el mundo, si
no tengo en mis manos el poder? ¿Cómo voy yo a dar algo, si necesito todo o
casi todo para vivir? Tal vez sea este tu caso, pero creo que todos podemos dar, algunos mucho, otros bastante y algunos
algo, teniendo en cuenta que Dios premia nuestra generosidad, no por la
cantidad de lo que damos, sino por la calidad del amor con que lo damos. El que
da lo que tiene y puede da todo. Recordemos el ejemplo de la viejecita del
Evangelio que echó en el cepillo todo lo que tenía para vivir y Jesús dijo que
había echado más que otros que echaban en cantidad monedas valiosas.
El bautismo
nos obliga a vivir en Dios y con Dios, siendo hermanos con todos los hombres de
distinta manera, y debemos ayudar también a los que son pobres que son también
hermanos nuestros a quienes tenemos que ayudar con nuestros bienes que son
también de ellos en cierto sentido. A
nosotros nos sobran muchas cosas, mucha ropa que tenemos almacenada en el
armario para uso de nadie; nos sobra acaso dinero que no necesitamos para vivir
ni para la previsión razonable del futuro, y ese dinero también es de los que
lo necesitan. Hay en el mundo mucha falta de comida para millones de hombres,
mujeres y niños que se mueren de hambre inculpablemente; y muchos niños que no
saben leer ni escribir porque no tienen colegios ni maestros que les ayuden a
conseguir una cultura media en su País; y muchos enfermos que necesitan la
salud y no disponen de hospitales, ni de medicinas ni médicos que los curen; y
muchos niños, hijos de nadie, abandonados, que no tienen una familia ni una
sociedad digna y justa, y están abocados al dolor y a la muerte, por no tener
orfanatos o casas de acogidas que los atiendan, al menos espiritualmente.
Y además de
todo esto, que es mucho, no tienen Iglesias ni misioneros que les enseñen a conocer
y amar a Dios, a la Virgen María, madre de todos los hombres, a
rezar y a saber que existe un Dios, Padre, y que nos espera una vida eterna,
llena de gozo en la visión y posesión de Dios eternamente, como premio a los
males que han sufrido con paciencia en
esta vida, por culpa de la injusticia de los hombres.
Las causas
entre otras son:
1ª Dios es Creador y Padre de todos los hombres.
2ª Todos los
hombres somos hijos de Dios y hermanos entre sí.
3ª Todos los
bienes de la Tierra fueron creados por
Dios para el bien de todos los hombres, de manera que cada uno tenga
adecuadamente lo justamente necesario para que pueda vivir honradamente.
4ª En casos
extremos de necesidad, todos los bienes son comunes, de tal manera que el que
no tiene nada por pobreza involuntaria, puede apropiarse de los bienes propios
de otro para comer, como un derecho.
Seamos generosos en la campaña contra el
hambre que organiza Manos Unidas, dando para los pobres que pasan hambre no de los bienes que nos sobran, sino
también de los que necesitamos, si es que queremos ser cristianos y compartir
el amor de Dios entre los hombres.
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