FESTIVIDAD DE CRISTO REY
25 de Noviembre de 2018
El año civil, como todos sabemos, empieza el 1 de Enero y termina el 31 de Diciembre. Es distinto del año litúrgico que empieza el primer domingo de Adviento y termina en la solemnidad de Cristo Rey. Durante él la Iglesia celebra en ciclos A, B y C la Vida, Pasión, Muerte, Resurrección y Ascensión de Jesús a los Cielos. Hoy celebramos el fin del año litúrgico, la solemnidad de Cristo Rey del ciclo B, tema que voy a exponer esquemáticamente con sentido teológico espiritual.
Los conceptos humanos que tenemos sobre rey y reino no se corresponden con los de Cristo Rey y su Reino, realidades misteriosas que sólo se pueden entender con analogías desde la fe.
Cuando afirmamos que Cristo es Rey no es de igual manera ni parecida como cuando decimos, por ejemplo, que Juan Carlos I es Rey de España, ni siquiera en sentido metafórico, acomodaticio, como cuando llamamos a Santo Tomás de Aquino el rey de la Filosofía y Teología, a Murillo, Velázquez, Miguel Ángel, Ribera reyes del arte de la belleza pictórica, ni, como es evidente, en sentido popular cariñoso como cuando una madre llama a su hijo rey.
Cristo es Rey en sentido sobrenatural, misterioso, real, propio y único por dos títulos Creador y Redentor.
Creador
Nos dice el evangelio de San Juan que “Mediante ella (la Palabra, el Hijo, Jesús) se hizo todo; sin ella no se hizo nada de lo hecho se hizo todo” (Jn 1,1-2). Luego Cristo, como Dios, Creador de todas las cosas de la nada, es Dueño y Señor de todo lo creado, Rey, que gobierna todas sus cosas con sabiduría y bondad.
El apóstol San Pablo especifica esta verdad, doctrinalmente teológica, con este versículo inspirado: “Él (Jesucristo) es imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque por medio de Él fue creado el universo celeste y terrestre, lo visible y lo invisible (Col 1,16).
Luego Cristo es Rey de todo el Universo celeste y terrestre, visible e invisible que gobierna toda la Creación que forma parte de la Redención.
Redentor
Jesucristo, Dios, Creador, es además Rey por el título de Redentor. .
En el Antiguo Testamento, el Mesías, Cristo, fue profetizado como Rey universal de la Creación y Redentor, si bien muchos judíos interpretaron la redención solamente como una liberación del injusto poder al que estuvo sometido el Pueblo de Dios en todos los tiempos, principalmente en la era romana. Pensaban que el pueblo de Dios sería un reino humanamente religioso de justicia y paz con la abundancia de bienes.
Cristo Rey
La profecía de Cristo Rey y su reino en el Antiguo Testamento se cumplió y perfeccionó con exactitud en el Nuevo Testamento, como aparece en el conjunto de los Evangelios, en los Hechos de los Apóstoles y en las cartas apostólicas. Jesucristo afirmó con contundencia esta verdad de Rey y su Reino ante Pilato, de esta manera clara y precisa:
“Pilato preguntó a Jesús: ¿Eres tú el rey de los judíos?
Jesús le replicó:
Mi reino no es de este mundo.
Pilato le dijo:
Conque ¿tú eres rey?
Jesús le contestó:
Tú lo dices: Soy Rey. Yo para esto he nacido y para eso he venido al mundo: para ser testigo de la verdad (Jn 18,33-37).
Efectivamente Jesús es Rey y su Reino no es de este mundo, es decir como los de este mundo. El Reino de Cristo, la Iglesia, es distinto a todos los otros reinos de la tierra en naturaleza, composición, gobierno y fin. Su naturaleza es compleja: divina y humana, terrestre y celeste, corporal y espiritual, temporal y eterna (LG 8). Está compuesto por todos los hombres del mundo; gobernado por Cristo Rey, y ministerialmente por el Papa y los Obispos; su gobierno es la ley del amor (Jn 13,34); su identidad es la dignidad y la libertad de los hijos de Dios, en cuyos corazones habita el Espíritu Santo como en un Templo; y su fin es la gloria de Dios y la salvación de todos los hombres con la perspectiva suprema y última de la redención o renovación de los nuevos cielos y la nueva tierra al fin del mundo.
Características del Reino de Cristo
Las características el Reino de Cristo están claramente definidas en el prefacio de la solemnidad de Cristo Rey con estas palabras:
“Consagraste Sacerdote eterno y Rey del Universo a tu único Hijo, nuestro Señor Jesucristo, ungiéndolo con óleo de alegría, para que, ofreciéndose a si mismo como víctima perfecta y pacificadora en el altar de la cruz, consumara el misterio de la redención humana, y, sometiendo a su poder la creación entera, entregara a su majestad infinita un reino eterno y universal: el reino de la verdad y la vida, el reino de la santidad y la gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz.
REINO ETERNO concebido desde toda la eternidad en el seno íntimo de la Santísima Trinidad. Tuvo su origen en el tiempo inmediatamente después del pecado original de Adán con la promesa de la Redención (Gén 3,15). Evoluciona en tres etapas: Antiguo Testamento, Nuevo Testamento y concluirá en el Reino de los Cielos al fin de los tiempos, porque existirá siempre.
REINO UNIVERSAL para todos los hombres de cualquier raza y color; condición social, ricos y pobres; ideología humana diversa y cultura múltiple; religión católica, cristiana u otra, vivida con sincero corazón; condición moral diferente, buenos y malos. Este reino, anunciado en el Antiguo Testamento, fue instituido por Jesucristo, Rey, como Iglesia, sacramento universal de salvación por el que salva a la inmensa mayoría de los hombres, en virtud de la justicia misericordiosa de Dios por diversas causas: deficiencias naturales de incapacidad intelectual e irresponsabilidad moral, enfermedad congénita o adquirida, incultura, ignorancia, culturas diferentes y otras.
REINO DE LA VERDAD ABSOLUTA Y ÚNICA, como dijo Jesús: “Yo para eso he venido al mundo: para ser testigo de la verdad” (Jn 18,37). Porque todo lo que no es Cristo es: verdad humana, imperfecta, relativa, subjetiva, parcial, variable, mentira o confusión con la verdad.
REINO DE LA VIDA eterna, inmutable, de la que participan analógicamente en la Iglesia todos los hombres de múltiples maneras. Cristo es la Vida divina, y toda vida que no sea la suya es natural, humana, perecedera o muerte.
REINO DE LA SANTIDAD Y LA GRACIA porque la Iglesia es santa porque Jesucristo, su fundador, es Santo; su fin es santo, la salvación eterna; los medios son santos, la gracia, sacramentos, oración, ejercicio de virtudes, santas obras; y en la Iglesia peregrina y celeste hay millones de santos. Reino de gracia en el que todo es gracia, menos el pecado.
REINO DE LA JUSTICIA sobrenatural, auténtica, infalible por la que Cristo Rey, Redentor, premia a los buenos y castiga a los malos con equidad y misericordia divina, sin equivocación; y no como la justicia humana que en bastantes casos suele estar equivocada, y frecuentemente es interesada, corrupta, politizada o comercializada.
REINO DE AMOR auténtico y verdadero, porque la Iglesia es el Cielo en la tierra en semilla, que exige su desarrollo con dificultades, luchas, victorias y derrotas, cualidades y defectos, virtudes y pecados con la perspectiva del Reino de los Celos, que es Amor de visión y gozo eterno, cristalizado por la resurrección de Cristo, en unión con la Santísima Trinidad, todos los ángeles y santos ahora, y después al fin del mundo con toda la Creación renovada y convertida en los Nuevos cielos y la Nueva Tierra.
REINO DE LA PAZ que no consiste en ausencia de guerras, ni en la abundancia de bienes materiales, ni en la unión pacífica de los pueblos, sino en el cumplimiento de la Ley en todas sus amplitudes; en la relación humana familiar, social y laboral, justa; y, en definitiva, en la aceptación de la voluntad de Dios, de cualquier manera que se manifieste. La omnipotente sabiduría de Dios en su infinita providencia hace que todos los actos buenos, aunque estén motivados por distintas causas justas, produzcan los frutos de la paz.
Oración a Cristo Rey
Cristo, Rey, Hijo unigénito del Padre,
que has creado de la nada el Universo,
escenario de la redención de los hombres,
donde, sin dejar de ser Dios,
te hiciste hombre
para redimir al género humano del pecado.
Haz, Señor, que todos los redimidos
por tu sabiduría, amor y misericordia
formemos un solo reino de verdad y vida,
santidad y gracia, justicia, amor y paz.
Amén.
Cristo Rey:
Reina siempre en mi mente
para pensar siempre en Ti,
y contigo en todas las cosas.
Vive en mi corazón como en tu propia casa
y en él convivan conmigo
todos los hombres y todo lo creado.
Que todas mis palabras sean
para la gloria y alabanza de Dios, Padre
con la fuerza inmanente del Espíritu Santo;
y todas mis obras sean santificantes para mi
y santificadoras para todos los hombres
y santificadoras para todos los hombres
y apostólicas en todas las cosas
para vivir cristificado en la tierra,
y después eternamente glorificado en el Cielo.
Reina, Señor, en todos los corazones
y en todo el mundo
para que Tú seas Rey del Universo
y gobiernes con sabiduría, bondad y misericordia
a todos los hombres. Amén.
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