domingo, 21 de abril de 2019

Domingo de Resurrección. Ciclo C


          RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO                                                                                         
            Naturaleza de la resurrección de Jesucristo           
            Liturgia de la Palabra
            Comentario espiritual

            Naturaleza de la resurrección de Jesucristo

            La resurrección de Jesucristo se podría resumir en las siguientes frases:

  • El desenlace glorioso del drama de la vida de Jesús, hecho histórico del que no se puede dudar.
  • El dogma fundamental de la fe católica.
  • El triunfo de la gracia sobre el pecado.
  • La victoria de la vida sobre la muerte.
  • La  esperanza para el cristiano que sabe que, viviendo con Cristo, sufriendo y muriendo con Cristo, resucitará con Cristo.


            La transformación de la vida terrena por la vida eterna gloriosa, ahora en el tiempo la resurrección del alma en el Cielo o en el Purgatorio temporalmente.  Cuando este mundo termine y todas las cosas sean transformadas, todos los muertos resucitarán, y las almas que están en el Cielo se unirán a sus propios cuerpos, y las que estén en el Purgatorio terminarán su purgación, y unidas a sus propios cuerpos en personas resucitadas gozarán eternamente del Cielo.
            Las almas condenadas  resucitarán también y se unirán a sus propios cuerpos para padecer eternamente el Infierno en cuerpo y alma. Pero el fin primario de la resurrección es la glorificación de la persona humana.
             
            Liturgia de la Palabra

            En la primera lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles de la liturgia de la Palabra del domingo de resurrección se nos dice que San Pedro predicó la resurrección a los judíos incrédulos con estas palabras: A Jesús lo mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo verno a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido  con Él después de la resurrección.  
            En el salmo responsorial, el pueblo proclama que la resurrección es nuestra alegría y nuestro gozo, motivo de acción de gracias, porque es eterna su misericordia. Por eso debemos buscar los bienes de arriba, donde está Cristo y no los de la tierra, que gustan pero no satisfacen del todo, porque cuanto más se buscan más hambre de ellos se tiene.
En el Evangelio de este domingo se narra que María fue al sepulcro, cuando aún estaba oscuro y vio la losa quitada del sepulcro; y en lugar de concluir que si el cadáver no estaba allí, era porque había resucitado, porque esta profecía la había oído de los labios de Jesús centenares de veces, su inmediata reacción  fue ir corriendo a decir a Pedro y Juan que el cuerpo muerto de Jesús había sido robado y no sabemos donde lo han puesto. Pedro y Juan, alarmados por esa triste noticia, sin pensar que tal vez podía ser porque había resucitado,  fueron corriendo al sepulcro a comprobar el hecho. Juan corrió más porque era más joven y llegó al sepulcro antes. Pedro entró en el sepulcro, vio las vendas en el suelo y el sudario enrollado en un sitio aparte. Y entonces creyeron, pues hasta entonces no habían entendido la Escritura que afirma que Jesús había de resucitar de entre los muertos.
           
            Comentario espiritual

            Para los que vivimos profundamente la fe y amamos a Dios en la Persona de Jesucristo con limitaciones y defectos todo lo que sucede es para un bien  que tenemos  que aceptar (Rm 8,28).
            Cuando meditamos los personajes del Evangelio, apóstoles y discípulos, y comprobamos en ellos virtudes y defectos, nos sentimos animados a vivir con más plenitud la fe de la Iglesia, porque los defectos constitucionales de los santos no siempre ni todos son pecados, sino debilidades humanas, que  Dios  comprende con la infinita misericordia de Padre para con sus hijos.
            María Magdalena, San Pedro, San Juan, los demás apóstoles y las piadosas mujeres  escucharon muchas veces de labios de Jesús que iba a resucitar al tercer día. Seguramente  conocían la resurrección del hijo de la viuda de Naín, la de la hija de Jairo y la de Lázaro, pero cuando se trataba de la resurrección de Jesús, parece que dudaron. Pero no es así, pues es  comprensible, porque cuesta creer más en la resurrección de Jesús muerto con quien habían tratado entonces cuando estaba vivo, que creerlo ahora con fe heredada de siglos. Lo importante es amar a Jesús con todo nuestro ser y nuestras fuerzas, y todos los condicionamientos, limitaciones y debilidades dejarlos en manos de Dios infinitamente misericordioso.



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