sábado, 13 de abril de 2019

Semana Santa. Ciclo C


  SEMANA SANTA
 PASIÓN, MUERTE Y RESURRECIÓN
           
 Planificación  de la Redención


Dios, en las tres Personas Divinas de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, decretó desde la eternidad, en común consenso, que el Hijo realizara la Redención. Cuando llegara la plenitud de los tiempos, por  obra del Espíritu Santo, no de hombre, el Hijo de Dios encarnaría en las entrañas purísimas de una mujer, única, María, Inmaculada para que fuera Madre de Dios y Corredentora del género humano. Y así sucedió en el tiempo.  La Redención empezó el momento de la concepción. Después continuó con el nacimiento de Jesús nacido virginalmente de Santa María, asumiendo de ella la naturaleza humana, sin dejar de ser Dios. Por ser Persona Divina con todos los actos, humanamente divinizados, de su vida oculta, pública, de pasión muerte y resurrección realizó personalmente la Redención hasta el día de la Ascensión a los Cielos. Ahora Cristo, resucitado y glorioso, por medio de la Iglesia está terminando en sus miembros lo que faltó a la redención de Cristo hasta  el fin de los tiempos. Cuando este mundo se acabe, la Iglesia terrestre se convertirá en Iglesia celeste de los Nuevos Cielos y la Nueva Tierra, el fruto de la Redención: la visión y gozo de Dios en felicidad eterna de Amor.
En Semana Santa celebramos litúrgicamente los últimos acontecimientos de Jesús en la tierra sobre los que voy a hacer unas breves reflexiones de cada uno de ellos: Domingo de Ramos, Jueves Santo, Viernes Santo y Sábado Santo.

           

Domingo de Ramos


El Domingo de Ramos Jesús entró en Jerusalén triunfalmente pisando el camino que los buenos judíos habían alfombrado con mantos y ramas cortadas de los árboles gritando: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! Porque de buena fe estaban equivocados, convencidos de que Jesús era el  Mesías, que iba a librar a su pueblo, Israel, de la esclavitud de Roma, y por eso lo vitoreaban con gritos y aplausos de alegría. Había también otros judíos indiferentes que contemplaban el acto por simple curiosidad; y no faltaron los judíos malos que  vieron el espectáculo con intenciones diabólicas de matar a Jesús. Esos fueron aquellos que el Viernes  Santo pidieron a  Pilato la libertad para Barrabás, notable preso, salteador de caminos, y para Jesús de Nazaret la crucifixión, como nos dice el Evangelio: ¿A quién de los dos queréis que os suelte: a Barrabás o a Jesús, el llamado Mesías? El populacho a gritos contestó: a Barrabás. ¿Y qué haré con Jesús, el rey de los judíos? Ellos gritaron: Crucifícalo.

En este mundo, los hombres buenos y malos convivimos mezclados de distinta manera. Con todos tenemos que tratarnos como mínimo con educación y respeto, como hermanos que somos e hijos de un mismo Padre, incluso con los enemigos.

Jueves Santo


El Jueves Santo es el gran día en que Jesús instituyó el sacerdocio y la  Eucaristía, sacrificio que se ofrece al Padre por los pecados del mundo, sacramento en el que se convierte el pan y el vino en el cuerpo y la Sangre de Cristo, alimento del alma para la vida eterna, eje alrededor del cual gira toda la vida cristiana y apostólica de la Iglesia. La Eucaristía es la misma presencia de Jesús glorioso del Cielo, hecho sacramento. Y también celebramos el precepto del Amor mutuo de unos a otros en distinta calidad como, se dice en la liturgia de la Santa Misa.

Viernes santo


Con su pasión horripilante, Cristo nos enseñó  que el dolor  redime, santifica, y apostoliza en el Cuerpo Místico de Cristo. El dolor, efecto del pecado original, mal humano, es gracia necesaria para la salvación, como enseña la Sagrada Escritura.  

El hombre en su peregrinación por la tierra hacia la meta de la vida eterna tiene que llevar la cruz a cuestas hasta la muerte, como Jesús en siete expresiones distintas: personal, familiar, cultural, laboral, social, política y circunstancial.  

El cristiano ante la cruz que es desgracia humana, pero gracia divina para la Redención, no debe adoptar una postura de pasividad, dejando el dolor en manos de nadie. Es necesario y obligatorio que busque las soluciones que estén en su mano, y no esperar a que las cosas se arreglen por sí solas o venga la solución de Dios por un milagro.  La rebeldía es actitud negativa, atea, pagana, racionalista, inútil,  y con ella se aumenta el dolor sin solución de fe ni esperanza.  La mejor solución humana y cristiana es aceptar el dolor con paciencia y resignación cristiana y poner todos los remedios posibles para combatirla o suprimirla, si es posible. La Palabra de Dios nos dice que “Dios no prueba por encima de nuestras fuerzas”.

Con el dolor aprendemos el conocimiento propio de nuestro ser y valer, de nuestra debilidad, impotencia, capacidad limitada, y comprendemos a los  que sufren como nosotros o quizás más, y, como hermanos e hijos de un mismo Padre, nos unimos a Cristo sufriente, Redentor y a los sufridores de todos los hombres para corredimir los pecados del mundo, como miembros del Cuerpo Místico de Cristo y nos ahorrarnos penas del Purgatorio.

 Sábado Santo


Jesucristo con su muerte en la cruz consumó su vida redentora en la tierra, como pórtico de la Resurrección. La muerte con Cristo no es terminar de vivir, sino cambiar la vida temporal por la vida eterna de felicidad y gozo. La resurrección de Cristo es modelo y garantía de la resurrección de todos los muertos al final de todos los tiempos, Porque  Cristo nació, siendo Dios,  el nacimiento humano tiene sentido, porque Cristo vivió la vida se hace divina, porque Cristo murió, la muerte tiene precio de gloria, porque Cristo resucitó, también nosotros resucitaremos  con Él,  porque en la vida y en la muerte somos del Señor y para el Señor (Rm 14,8).  


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