Significado
del bautismo
Después
de pasar Jesús en Nazaret treinta años de vida oculta, totalmente
entregado a la oración y al trabajo de la vida ordinaria en
obediencia, realizando su primera y larga etapa de Mesías Redentor,
se dirigió al Jordán para ser bautizado por Juan Bautista, con el
fin de prepararse para la segunda parte de su vida pública
redentora: pasión, muerte y resurrección.
La
palabra bautismo, de origen griego, significa acción de lavado,
purificación. El bautismo no era un acto sagrado, exclusivamente
judío, pues en los pueblos paganos de la antigüedad, desde años
inmemorables, era una ceremonia corriente que se celebraba, de
diversas maneras, en muchas religiones politeístas. En algunos
lugares el bautismo consistía en sacrificar víctimas humanas,
ofrecidas a los dioses. Refiere Papini en su vida de Cristo que en
Curio de Chipre, en Terracita, Marsella, en tiempos históricos
indefinidos, se arrojaba todos los años un hombre al mar, para que,
mediante el sacrificio expiatorio de su bautismo el pueblo quedara
purificado de sus pecados.
El
bautismo judío en el Antiguo Testamento consistía en un rito de
ablución corporal, símbolo de limpieza interior o purificación de
impurezas legales. No era un sacramento sino un rito sagrado que
recibían los judíos que, habiendo escuchado la palabra de Dios, se
convertían, confesaban sus pecados de manera genérica y se
consagraban al servicio del Señor. San Juan bautista aconsejaba el
bautismo para prepararse para la venida del Mesías.
Bautismo
de Jesús
El
bautismo judío que recibió Jesús no fue una alegoría contada
poéticamente con cierto simbolismo místico por autores de los
primeros siglos del cristianismo, como dicen algunos intérpretes
modernos racionalistas, sino un hecho real de visión sobrenatural:
la revelación del misterio de la Santísima Trinidad.
Según
se deduce del Evangelio de San Lucas (Lc
3,21), Jesús fue bautizado dentro de una
celebración comunitaria. Cuando a Jesús le tocó su vez, Juan se
fijó instintivamente en sus ojos, y sintió la corazonada de
encontrarse en la presencia del Mesías. Entonces Juan, resistiéndose
a bautizarlo, le dijo:
“¿Tú
acudes a mí? Si soy yo quien necesito que tú me bautices”.
Jesús
le contestó:
“Déjalo
ya, que así es como nos toca a nosotros cumplir todo lo que Dios
quiera”
(Mt 3,14-15).
Entonces
Juan lo bautizó. Y en el mismo instante de su bautismo, el
firmamento se rompió en dos mitades, como si fuera el telón de un
escenario, y un rayo de luz celeste, muy potente, enfocó toda la
Persona divina de Jesús, quedando la Naturaleza en penumbra; y del
espacio luminoso descendió una blanca paloma en ágil y rápido
vuelo, que se posó por encima de la cabeza de Jesús, sin tocarla, y
quedó en posición estática. La paloma ha sido tradicionalmente en
la literatura profana y bíblica símbolo de amor, candor, pureza,
sencillez, fidelidad y paz. Se
hizo un impresionante y majestuoso silencio, y en medio de un
ambiente sobrecogedor se dejó oír una voz, dulcemente sonora, que
haciendo eco al chocar contra las montañas, decía:
“Tú
eres mi Hijo, a quien yo quiero, mi predilecto”
(Mc 1,11).
La
interpretación común de los Santos Padres y la teología católica
tradicional entienden que en esta escena se reveló el misterio de la
Santísima Trinidad, no conocido en el Antiguo Testamento. La primera
Persona del Padre estaba representada en la voz que hablaba; la
segunda en el Hijo, Jesús en quien se estaba bautizando; y la
tercera, el Espíritu Santo, en la paloma misteriosa de belleza sin
igual.
La
Iglesia resume perfectamente el significado del bautismo de Jesús
con estas palabras: “El bautismo de Jesús
es, por su parte, la aceptación y la inauguración de su misión de
Siervo doliente... y es anticipo del bautismo de su muerte
sangrienta” (Cat 536).
¿Por
qué fue bautizado Jesús?
No
se puede admitir católicamente la teoría de los ebionitas y
adopcionistas del siglo II que afirmaban que “Jesús fue un
pecador, como cualquier otro hombre, que se purificó y “divinizó”
al ser adoptado por Dios en el bautismo”. Esta suposición es
contraria a la fe católica, pues Jesús no pecó ni pudo pecar,
porque es la Persona divina del Hijo humanizada, incompatible con el
pecado.
El
bautismo de Jesús fue un rito judío simbólico de penitencia, de
consagración a Dios y en Jesucristo preparación para celebrar la
segunda parte del misterio de la vida pública, pasión, muerte y
resurrección, misterio pascual, y ejemplo para que los cristianos
vivamos siempre la vida en conversión penitencial.
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