sábado, 11 de enero de 2020

Bautismo de Jesús. Ciclo A


Significado del bautismo

Después de pasar Jesús en Nazaret treinta años de vida oculta, totalmente entregado a la oración y al trabajo de la vida ordinaria en obediencia, realizando su primera y larga etapa de Mesías Redentor, se dirigió al Jordán para ser bautizado por Juan Bautista, con el fin de prepararse para la segunda parte de su vida pública redentora: pasión, muerte y resurrección.

La palabra bautismo, de origen griego, significa acción de lavado, purificación. El bautismo no era un acto sagrado, exclusivamente judío, pues en los pueblos paganos de la antigüedad, desde años inmemorables, era una ceremonia corriente que se celebraba, de diversas maneras, en muchas religiones politeístas. En algunos lugares el bautismo consistía en sacrificar víctimas humanas, ofrecidas a los dioses. Refiere Papini en su vida de Cristo que en Curio de Chipre, en Terracita, Marsella, en tiempos históricos indefinidos, se arrojaba todos los años un hombre al mar, para que, mediante el sacrificio expiatorio de su bautismo el pueblo quedara purificado de sus pecados.

El bautismo judío en el Antiguo Testamento consistía en un rito de ablución corporal, símbolo de limpieza interior o purificación de impurezas legales. No era un sacramento sino un rito sagrado que recibían los judíos que, habiendo escuchado la palabra de Dios, se convertían, confesaban sus pecados de manera genérica y se consagraban al servicio del Señor. San Juan bautista aconsejaba el bautismo para prepararse para la venida del Mesías.

Bautismo de Jesús

El bautismo judío que recibió Jesús no fue una alegoría contada poéticamente con cierto simbolismo místico por autores de los primeros siglos del cristianismo, como dicen algunos intérpretes modernos racionalistas, sino un hecho real de visión sobrenatural: la revelación del misterio de la Santísima Trinidad.

Según se deduce del Evangelio de San Lucas (Lc 3,21), Jesús fue bautizado dentro de una celebración comunitaria. Cuando a Jesús le tocó su vez, Juan se fijó instintivamente en sus ojos, y sintió la corazonada de encontrarse en la presencia del Mesías. Entonces Juan, resistiéndose a bautizarlo, le dijo:
¿Tú acudes a mí? Si soy yo quien necesito que tú me bautices”.
Jesús le contestó:
Déjalo ya, que así es como nos toca a nosotros cumplir todo lo que Dios quiera” (Mt 3,14-15).

Entonces Juan lo bautizó. Y en el mismo instante de su bautismo, el firmamento se rompió en dos mitades, como si fuera el telón de un escenario, y un rayo de luz celeste, muy potente, enfocó toda la Persona divina de Jesús, quedando la Naturaleza en penumbra; y del espacio luminoso descendió una blanca paloma en ágil y rápido vuelo, que se posó por encima de la cabeza de Jesús, sin tocarla, y quedó en posición estática. La paloma ha sido tradicionalmente en la literatura profana y bíblica símbolo de amor, candor, pureza, sencillez, fidelidad y paz. Se hizo un impresionante y majestuoso silencio, y en medio de un ambiente sobrecogedor se dejó oír una voz, dulcemente sonora, que haciendo eco al chocar contra las montañas, decía:
Tú eres mi Hijo, a quien yo quiero, mi predilecto” (Mc 1,11).

La interpretación común de los Santos Padres y la teología católica tradicional entienden que en esta escena se reveló el misterio de la Santísima Trinidad, no conocido en el Antiguo Testamento. La primera Persona del Padre estaba representada en la voz que hablaba; la segunda en el Hijo, Jesús en quien se estaba bautizando; y la tercera, el Espíritu Santo, en la paloma misteriosa de belleza sin igual.
La Iglesia resume perfectamente el significado del bautismo de Jesús con estas palabras: El bautismo de Jesús es, por su parte, la aceptación y la inauguración de su misión de Siervo doliente... y es anticipo del bautismo de su muerte sangrienta” (Cat 536).

¿Por qué fue bautizado Jesús?

No se puede admitir católicamente la teoría de los ebionitas y adopcionistas del siglo II que afirmaban que “Jesús fue un pecador, como cualquier otro hombre, que se purificó y “divinizó” al ser adoptado por Dios en el bautismo”. Esta suposición es contraria a la fe católica, pues Jesús no pecó ni pudo pecar, porque es la Persona divina del Hijo humanizada, incompatible con el pecado.

El bautismo de Jesús fue un rito judío simbólico de penitencia, de consagración a Dios y en Jesucristo preparación para celebrar la segunda parte del misterio de la vida pública, pasión, muerte y resurrección, misterio pascual, y ejemplo para que los cristianos vivamos siempre la vida en conversión penitencial.


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