Hagamos
unas reflexiones espirituales, simbólicas, sobre cinco puntos del
episodio de la Epifanía: los Magos, viaje, oro, incienso y mirra.
Los
Magos
Los
magos eran científicos en astronomía, hombres de fe, no reyes, como
piensa la tradición de devoción popular. Algunos autores bíblicos
suponen con cierto fundamento que eran judíos o descendientes de
ellos, que conocían la Sagrada Escritura, y por inspiración divina
hicieron un viaje de Oriente a Occidente, a Belén, guiados por una
estrella para adorar al Niño Dios, el Mesías, el Redentor del
mundo.
Los
Magos son símbolos de los buenos cristianos que hacen el viaje desde
el Oriente de su nacimiento hasta el Occidente de su muerte llevando
siempre consigo oro. Incienso y mirra para ofrecérselos a Jesús,
Redentor y Salvador del mundo.
Viaje
El
viaje que los Magos hicieron puede ser símbolo de la travesía
personal que cada hombre hace desde el oriente de su nacimiento hasta
el occidente de su muerte en este valle de lágrimas, como rezamos en
la salve, En ese trayecto hay que pasar muchos sufrimientos por los
desniveles y vericuetos del camino, cuestas, bajadas y subidas,
lugares tortuosos que ofrecen peligros, que hay que evadir con
habilidad y astucia, dificultades que nos regala el Señor para
aprovecharlas para nuestra santificación. Debemos pisar tierra firme
con tiento, sabiendo dónde posamos los pies, como peregrinos en
marcha hacia la meta, llevando consigo los dones del incienso, oro y
mirra, la escucha meditada de la Palabra de Dios, la recepción
frecuente y fervorosa de los sacramentos y la acción de las obras
buenas que alimentan el alma, para que cuando llegue nuestra muerte,
podamos adorar, ver y gozar en el Cielo eternamente del Niño Jesús, hecho hombre, glorioso y resucitado.
Estrella
La
estrella que los Magos vieron en Oriente y le llevaron a adorar al
Niño Dios puede ser para nosotros símbolo de nuestra fe en Jesús,
el Mesías, el Salvador, guiados por la estrella de la fe, que
ilumina a los cristianos el camino que lleva al Belén del Cielo,
enseñado por el magisterio auténtico de la Iglesia, como órgano de
la Verdad: y no la estrella de los teólogos opinantes y ocurrentes
por propia cuenta, o la de los escritores o periodistas que propagan
las verdades que les interesan por propios fines o intereses.
La
fe es oscura, pero cierta, segura y lúcida. Ilumina con claridad
inconfundible todo nuestro tiempo de peregrinación para discernir
las cosas verdaderas de las falsas, elegir y querer el bien y evitar
el mal, rechazar el único mal que existe, que es el pecado, y
aceptar todos los sucesos como gracias dentro de la providencia
misteriosa de Dios Padre; y es también fuerza para atemperar las
pasiones. En el belén eterno del Cielo la fe se convierte en visión
y gozo eterno del Niño Jesús, hombre resucitado y glorioso.
Oro
El
oro es uno de los metales más valiosos del mundo, considerado
como símbolo de realeza, dignidad, autoridad, soberanía, riqueza,
amor verdadero de un corazón bondadoso. Los Magos trajeron de su
tierra los más ricos regalos para ofrecérselos al Niño Jesús, Rey
de cielos y tierra en Belén. Para los cristianos es símbolo de un
corazón limpio sin engaños, ni dobleces, ni intenciones perversas,
torcidas y egoístas; también símbolo del oro de la gracia de Dios
viva y eficiente en el ejercicio del amor a Dios y al prójimo. Es
posible que algunos digan que no pueden regalar al Niño Dios un
corazón de oro, porque su vida pasada estuvo manchada por el óxido
del pecado o en la presente está marcada por el pecado, la tibieza,
la indiferencia o la apatía. ¿Cómo se va a regalar a Dios
un corazón de oro falsificado, sin el brillo de quilates de gracia?
Quizás ese sea tu caso. Hay tres caminos por los que se puede ir al
Cielo: por el oro de la inocencia, de la conversión auténtica, o el de la
penitencia.
Incienso
El
incienso era en el Antiguo Testamento una sustancia aromática que se
quemaba en el Tabernáculo de Moisés y en el Templo de Jerusalén
sobre un incensario o en los braseros que estaban al pie del altar,
como ofrenda valiosa para adorar a Dios. En la liturgia católica es
un símbolo de oración, reconocimiento de la dignidad de Dios. El
incienso quemado en el corazón, dorado por la gracia operativa hace
que se expanda por todo el mundo en bien de todos los hombres y sube
al Cielo como gloria y alabanza a Dios.
La
mirra
La
mirra es una sustancia muy valiosa y apreciada en Oriente. Se usaba
en perfumería y medicina, aprovechando sus cualidades soporíferas,
mezclada con bebidas diversas para calmar los dolores; y también
para embalsamar los cadáveres. En sentido cristiano es signo de la
cruz física y psíquica, personal, familiar y social.
En
conclusión: Seamos como los magos de Oriente, que guiados por la
estrella de la fe hagamos la travesía del oriente de la tierra hasta
el occidente del Cielo con la vivencia habitual de las ofrendas del
oro de la vida santa, el incienso de una oración de alabanza a
Dios, y la mirra de nuestro dolor, hecho redención.
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