La libertad
En la segunda lectura de la liturgia de la palabra de este domingo, la palabra de Dios nos dice: Vuestra vocación es la libertad. La libertad, según Kant, es “uno de los conceptos más difíciles de la Metafísica”. Por eso se entiende, se explica y se utiliza con distinta ideología filosófica y en diversos sentidos populares.
La libertad no consiste en hacer cada uno lo que quiere, lo que le gusta, le apetece, es decir hombre sin ley, hombre contra ley, error contra razón, porque más bien la libertad consiste en obrar según ley. Dios es libre y actúa con la supremacía de la inteligencia estableciendo leyes para que todo en la Creación sea perfecto en orden al bien.
El hombre es libre porque es inteligente y responsable porque es inteligente y libre. Todo acto directamente querido, bueno o malo, es imputable a su autor (Cat 1736).
La responsabilidad del pecado puede disminuir, aumentar o ser anulada en un pecador por factores psíquicos, inadvertencias, hábitos y afecciones desordenadas. En concreto, el pecado que ofende a Dios cuánto y cómo es una estimación del juicio misericordioso de Dios, Creador y Padre.
Clases de libertad
La libertad puede entenderse en muchas clases: libertad de pensamiento, libertad ideológica, libertad de prensa, libertad cultural, libertad política, libertad de gobierno, libertad artística, libertad comercial, libertad religiosa… La libertad es un derecho humano con tal que se ajuste al derecho natural, divino, eclesiástico y el de los demás. De lo contrario es libertinaje.
Solamente Dios es absolutamente libre, porque todo lo que hace es siempre el bien, según sus eternos designios, aunque el hombre no lo entienda. En cambio, el hombre tiene una libertad limitada, relativa, condicionada, muchas veces equivocada haciendo el mal creyendo que es un bien, o simplemente elige el mal por muchas razones subjetivas justificadas o injustificadas. No debe hacer siempre lo que quiere, sino lo que debe.
La libertad católica, de los hijos de Dios, tiene unas características reveladas. No es una libertad humana de capricho en la elección de cualquier cosa, sino en la elección de bienes. El hombre es libre cuando elige el bien que debe. La ley no es un obstáculo para la libertad, sino una necesidad para su ejercicio, pues orienta educa, protege, perfecciona y santifica al hombre. El hombre, por ser un ser creado, está regido por las leyes físicas en cuanto al cuerpo y por la ley moral en cuanto al alma.
¿Qué es la libertad en sentido católico?
El Catecismo de la Iglesia Católica del papa Juan Pablo II la define con estas palabras:
La libertad es el poder de obrar o no obrar, de hacer esto o aquello, de ejecutar acciones liberadas. Radica en la razón y en la voluntad. La libertad es en el hombre una fuerza de crecimiento y de maduración en la verdad y la bondad. La libertad alcanza su perfección cuando está ordenada a Dios, nuestra bienaventuranza (Cat 1731).
La libertad hace al hombre responsable de sus actos en la medida en que éstos son voluntarios. El progreso en la virtud, el conocimiento del bien, y la ascesis acrecientan el dominio de la voluntad sobre los propios actos (Cat 1734).
La libertad de poder elegir entre el bien y el mal de suyo, es más bien un defecto de la libertad que una propiedad de ella. El hecho de que el hombre elija el mal en lugar del bien, se debe al misterio del pecado original que trastocó todas las facultades del ser humano. La elección de la desobediencia y del mal es un abuso de la libertad y conduce a la esclavitud del pecado (Rm 6,17). San Pablo nos dice que nuestra vocación es la libertad, no una libertad para que se aproveche el egoísmo, sino la libertad de la esclavitud del amor de unos para con los otros.
Cuanto más santo es el hombre, más cerca de Dios está, es más libre, porque la santidad consiste en la elección de la mayor y mejor elección de bienes, hasta acercarse al Bien Supremo, que es Dios, el Ser eterno, infinitamente libre y perfecto. “En la medida en que el hombre hace más el bien, se va haciendo más libre. No hay verdadera libertad sino en el servicio del bien de la justicia” (Cat 1733).
La verdadera libertad consiste en amar con todo el corazón, con toda el alma y todas las fuerzas y al prójimo como a uno mismo, que es la expresión completa del amor a Dios sobre todas las cosas. Dios es el amor supremo, a quien hay que amar, no en bien de Dios, que es inmensamente feliz y nada necesita, sino en bien del hombre, que todo lo ha recibido y necesita. Cuanto más pecador es el hombre, menos libre es y más esclavo del mal. Serás señor de las cosas, si no estás dominado por ellas. Pecar no es otra cosa que ejercer la esclavitud del hombre, perder la libertad, y ser esclavo de las pasiones. La imputabilidad y la responsabilidad de una acción pueden disminuir e incluso quedar suprimidas a causa de la ignorancia, la inadvertencia, la violencia, el temor, los hábitos, las afecciones desordenadas y otros factores psíquicos o sociales (Cat 1735).
Dedicarse totalmente al ejercicio de la virtud es ejercer progresivamente el oficio de la libertad, que es la profesión de la santidad. El que cumple la voluntad de Dios y la acepta en todo lo que sucede es el hombre más santo del hombre porque es perfectamente libre, santo, como Dios
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