sábado, 6 de agosto de 2022

Decimonoveno domingo. Tiempo ordinario. Ciclo C

 

La sagrada escritura enseña, reprende y corrige

            



    La Revelación es el hecho de que Dios ha hablado a los hombres en distintas etapas de la Historia para comunicarles el misterio de su ser, Uno y Trino, y los grandes y escondidos secretos de la Vida eterna, con el fin de hacerles partícipes de su gloria.  Dios ha hablado por medio de palabras, sonidos fonéticos al estilo humano, inspiraciones y visiones que atestiguaban inconfundiblemente que era Dios quien hablaba.

El contenido de la Revelación se encuentra en dos depósitos distintos, de igual fiabilidad y credibilidad: la Tradición y  la Sagrada Escritura. La Tradición es la Palabra de Dios transmitida de boca en boca, cuando no existía la escritura, y que luego fue escrita bajo la inspiración del Espíritu Santo, y quedó reflejada en la Sagrada Escritura, tanto del Antiguo como Nuevo Testamento; o reflejada en los escritos de los Santos Padres de los primeros siglos de la Iglesia.

El autor de la Sagrada Escritura y de la Tradición es Dios, pero el escritor de la Sagrada Escritura, llamado hagiógrafo, escribió con su propio estilo personal las verdades reveladas, no como quien escribe al dictado, sino con la inspiración del Espíritu Santo, que hacía que lo escrito no tuviera errores de fe; en cambio, el autor de la Tradición escribió con la asistencia del Espíritu Santo, que no puede ser llamada inspiración.

La Revelación no tiene otra finalidad que transmitir a los hombres las verdades que son necesarias para conseguir el Reino de los Cielos. Para saber qué verdades están reveladas y cuáles no, no basta la explicación magnífica de un teólogo excepcional o de un insigne predicador, es necesario el asesoramiento del Magisterio auténtico de la Iglesia, que unas veces es ordinario y otras infalible. Está formado por el Papa, Maestro Supremo de la Verdad Revelada en toda la Iglesia, y por todos los Obispos del mundo, unidos entre sí y concordes, bajo la autoridad del Papa. El Magisterio de la Iglesia puede ser ejercido por el Papa solo y también por todos los Obispos dispersos por el mundo o reunidos en Concilio.

Después de estas breves nociones sobre la Revelación, vamos a fijar nuestra atención en las palabras de la segunda lectura de la liturgia de hoy, original del Espíritu Santo, y escrita por el apóstol San Pablo a Timoteo: “Toda Escritura inspirada por Dios conduce a la salvación y es también útil para enseñar, reprender y corregir”.

El contenido de la Sagrada Escritura tiene cuatro eficacias con una finalidad suprema: la salvación de todos los hombres: ser camino de la salvación, enseñar, reprender y corregir.

Ser camino de la salvación, es decir saber por dónde se camina hacia la vida eterna para que el hombre pueda llegar a la meta de la vida. En este mundo, se ofrecen muchos caminos para la felicidad, basados en el egoísmo: la sexualidad, la riqueza, el poder, la diversión, la sabiduría, el goce de los placeres, que atraen al hombre apasionadamente y le ofuscan desorientando su vida hacia la perdición. Contrarrestando estos instintos de falsa felicidad, la Sagrada Escritura ofrece al hombre un mapa que le orienta a la salvación para que no se pierda por caminos falsos, tortuosos y desviados de la meta. Con un buen mapa en la mano, cualquiera puede llegar al fin del mundo, aunque sea por países desconocidos. Lo difícil no es interpretarlo, sino confeccionarlo. La Iglesia con su magisterio perenne y auténtico ha confeccionado el mapa de la fe, desde que Jesucristo fundó la Iglesia, y por él debemos guiarnos los cristianos para llegar a nuestro destino, que es el Cielo.

Enseñar las señales de tráfico de la salvación, la topografía de los caminos, peligros, desniveles, curvas,  a él va ajustando los inventos que se rozan con la fe moral y costumbres en el correr de los tiempos.  Por eso, dice San Pablo a Timoteo: “La Sagrada Escritura puede darte la sabiduría que por la fe en Cristo Jesús conduce a la salvación”. Por consiguiente, la primera eficacia de la Palabra de Dios escrita es ser el camino de la Salvación. Hoy que tantos libros se escriben, de literatura barata, que atolondran la mente y enturbian el corazón, y algunos con ideas que hacen daño a la fe de la Iglesia o la moral cristiana; y tantos libros religiosos se escriben sin contenido doctrinal, debemos leer y meditar la Sagrada Escritura, que es fuente de Sabiduría del Espíritu Santo. Pero en los casos de difícil interpretación, debemos consultar a sacerdotes o teólogos conocedores de las verdades reveladas, y no a los maestrillos de escuela que enseñan lo que no saben, comunicando propias opiniones, que son más bien ocurrencias personales que ciencia de fe.

Otra segunda eficacia de la Sagrada Escritura es enseñar lo que es necesario saber para salvarse o ir al Cielo. No es ni un libro científico ni un simple libro religioso de lectura espiritual o meditación, sino el texto oficial de la enseñanza de salvación. Para saber el contenido sustancial de la doctrina revelada no encontramos otro mejor que el catecismo de todos los tiempos, que es el resumen de la doctrina de la fe, y que ahora tenemos renovado en el Catecismo de la Iglesia del actual Papa Juan  Pablo II. En él o en otros resúmenes de él encontramos la enseñanza de la Sagrada Escritura.

La tercera enseñanza es reprender, pues la Palabra de Dios escrita reprende, como una carta de Dios que amonesta, advierte, a veces con amenazas, con el fin de corregir a sus hijos del mal camino por donde van y educar en la virtud. Es la misma actitud del padre que escribe a su hijo para conducirlo  por el buen camino.

Y, por último, educar en la virtud. La Sagrada Escritura es un libro de formación moral en la que podemos aprender nuestro comportamiento de buenas costumbres, un libro de formación religiosa en la fe y un libro de espiritualidad en el que podemos aprender las virtudes cristianas en todas sus expresiones.

En consecuencia, en la Sagrada Escritura, Palabra de Dios revelada y escrita bajo la moción el Espíritu Santo tenemos el mejor mapa que nos enseña el camino de la Vida eterna, el mejor libro de enseñanza religiosa, que está contenido en el Catecismo de la Iglesia del Papa Juan Pablo II, el ejemplar escrito más apropiado para corregirnos de nuestros pecados y defectos, el más inspirado libro de espiritualidad y el epítome de virtudes que tenemos que conocer y vivir para ser buenos cristianos y santificarnos.

 

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