Es frecuente en el Evangelio encontrar pasajes y textos de difícil interpretación, que resultan extraños para la comprensión humana, y hasta llamativos o “escandalosos”, si se interpretan humanamente y se explican al pie de la letra, no en el sentido auténtico en que Jesucristo los predicó. El contenido de la predicación y de la escritura no debe interpretarse según el valor material de las palabras de un texto, sino teniendo en cuenta el género literario en que está dicho o escrito, y, sobre todo, según la intención que pone en las palabras su autor. Las palabras significan lo que quiere decir el autor con ellas. En nuestro idioma hay frases que se dicen, y todo el mundo entiende, aunque las palabras utilizadas tengan en sí un sentido gramatical distinto al que se les da. Si yo digo, por ejemplo, que a Felipe le “han dado tres calabazas” en el Instituto o en el colegio, todos sabemos que ha obtenido en sus estudios tres suspensos, porque esta frase hecha tiene hoy en España este sentido popular.
Jesús en su predicación utilizó frases hechas que usaba el pueblo, y también parábolas y metáforas con significado personal, que utilizaba para explicar temas transcendentes, sublimes y sobrenaturales, que necesitaban explicación. “A vosotros, decía Jesús a sus apóstoles, os hablo a las claras y a los demás en parábolas”. Luego el Evangelio necesita la interpretación de lo que Jesús quiso decir y no de lo que dijo con palabras humanas. Por ejemplo, en las bodas de Caná de Galilea, María dijo a su Hijo: “No tienen vino” Y Jesús le contestó: “A ti y a mí, nada nos va en este asunto”. Parece que se desentendía de este problema. Y, sin embargo, no fue así, porque en el tono y en la mirada, Jesús le dio a entender a su Madre que le haría caso, pues María mandó a los sirvientes: “Haced lo que él os diga”. Y se realizó el primer milagro de la vida pública de Jesús.
El Evangelio de San Lucas, que acabamos de proclamar en el nombre del Señor, contiene frases que pueden resultar muy duras, si no se explican, porque no se pueden entender al pie de la letra:
“He venido a prender fuego en el mundo: ¡y ojalá estuviera ya ardiendo ¿Pensáis que he venido a traer al mundo la paz? No, sino división. En adelante una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra”
¿Cómo se puede entender que Jesús, el Hijo de Dios Padre, que con Él es Amor eterno en unión indisoluble del Espíritu Santo, ha venido al mundo a traer la división y la guerra, y no la paz, que es fruto del amor? ¿Pensáis que he venido a traer al mundo la paz? No, sino división. Jesucristo no fue un revolucionario social, ni un político que vino a romper los vínculos de amor, unión y paz naturales de la familia, sino el Amor encarnado, el autor de la paz, el fiel programador de la familia cristiana, el defensor a ultranza del cuarto mandamiento de la ley de Dios: Honrar padre y madre. Cuando Jesús nació en Belén, los ángeles, portavoces de la Paz de Dios en el Cielo, decían: “Gloria a Dios en el Cielo, y en la tierra paz a los hombres que Dios ama”. Todo el Evangelio rezuma amor, misericordia, paz, unión, concordia. No hay palabra ni frase que no hable de amor, comprensión, misericordia, perdón. Estas ideas se destacan con sublime literatura, sin igual, en la parábola del hijo pródigo, en la que el amor, que es perdón y paz, se describe en términos que no conoce el amor humano (Lc 15,11-32) En concreto ¿qué significan estas palabras del Evangelio?
Jesús en el sermón de la montaña proclama como bienaventuranza la persecución de los elegidos con estas palabras: “Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegráos y regocijáos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos” (Mt 5,11-12).
En el libro de los Hechos se nos dice que los apóstoles fueron juzgados por el Sanedrín, y después de haber sido azotados, marcharon contentos por haber merecido la gracia de ser ultrajados por Cristo (Hech 5,41). El sufrir por Cristo es considerado por San Pablo como gracia (Flp 1,29)...
La Historia de la Iglesia atestigua con relevantes ejemplos cómo siempre, desde que Jesús fundó la Iglesia, los cristianos han sido y serán perseguidos, como también antes en el Antiguo Testamento fueron perseguidos los antiguos profetas que transmitían la Palabra de Dios (Mt 5,12). ¡Cuántos mártires derramaron su sangre por Cristo, sin haber cometido otro delito que confesar la fe de Jesucristo! La última guerra española del año 1936, de la que todavía muchos de nosotros somos testigos presenciales, confirma este hecho. Muchos españoles sacerdotes, religiosos y cristianos fueron inocentemente ajusticiados simplemente por odio a Jesús y a la Iglesia Católica. ¡Cuántos santos veneramos en los altares que fueron calumniados y perseguidos solamente por seguir a Jesucristo! ¿Por qué? En cumplimiento de la profecía de Jesucristo. Esta es la guerra de la que nos habla Jesús en el Evangelio de hoy. La ley de Dios contradice la ley del Mundo, el cumplimiento de la moral católica choca contra la inmoralidad de las leyes humanas y costumbres contrarias al derecho natural y divino, el seguimiento consecuente del Evangelio divide a la familia: a los hijos de los padres, a los hermanos entre sí y a los familiares más íntimos, porque el Evangelio en su doctrina y en su vivencia separa, divide. Conocemos muchos casos: padres que se enemistaron con sacerdotes o religiosos porque colaboraron a que sus hijos o hijas secundaran su vocación de vida consagrada, que se enemistaron con la Iglesia, simplemente porque sus hijos optaron por seguir el Evangelio en el mundo o fuera de él. Esta es la guerra de Dios de la que nos habla el Evangelio de hoy. Serás más criticado y calumniado por venir a la Iglesia que por ir a espectáculos indecentes, por comulgar que por alternar en las diversiones pecaminosas del mundo, por ser cristiano que por ser mundano. Buena señal. El que no es perseguido no es elegido, dice un autor de nuestros días.
No hay comentarios:
Publicar un comentario