La aparición de Jesús a los discípulos de Emaús es uno de los pasajes más encantadores del Evangelio, no sólo por su contenido sino también por su bello relato literario. Vamos a hacer un comentario espiritual al texto del Evangelio, fijando preferentemente nuestra atención en tres frases:
Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos”
- Nosotros esperábamos que Él fuera el futuro liberador de Israel
- "¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas!"
“MIENTRAS CONVERSABAN Y DISCUTÍAN, JESÚS EN PERSONA SE ACERCÓ Y SE PUSO A CAMINAR CON ELLOS”
Dos discípulos de Jesús, el primer día de la semana judía, domingo, se dirigían hacia su aldea, Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén, conversando y discutiendo sobre todo lo que había sucedido en esos días en Jerusalén. No solamente iban conversando o dialogando sino también discutiendo, quitándose las palabras de la boca, sin respetar un orden de turno, como sucede en estos casos en los que cada uno, con su propio temperamento, repite mil veces las mismas palabras y circunstancias.
Discutir significa no sólo examinar con mucho cuidado una cuestión, sino también debatir, contradecir y responder. Y en casos de amor y de interés propio se discute tratando de imponer al otro la propia opinión, generalmente en tono elevado, y pasional, de manera que uno se ofusca defendiendo la propia idea sin escuchar la del otro. La soberbia y el amor hacen discurrir a los interlocutores que discuten más por la fuerza de la pasión que por la de la razón. Probablemente en su discusión, acalorada unas veces en son de crítica y quejas, y otras teñida de amor, pena y desilusión, iban criticando a Jesús o echando de menos con añoranzas su reinado ilusorio.
En esto, en la mitad del camino, imagino yo, Jesús se colocó detrás de ellos, oyendo los gritos de la conversación acalorada, que se podían percibir sin mayor esfuerzo desde lejos. De repente, se adelantó y se puso a caminar con ellos en la misma fila. Y les dijo:
-¿De qué habláis?
Uno de ellos llamado Cleofás, le replicó:
-¿Eres tú el único forastero que no sabe lo que ha sucedido en Jerusalén en estos días?
Y Jesús, para comprobar el pensamiento de los discípulos, hizo una restricción mental, y, sin afirmar ni negar lo que sabía, contestó:
- ¿Qué?
Y ellos contaron lo sucedido desde la institución de la Eucaristía hasta la pasión y muerte de Jesús en la cruz.
En nuestra vida ordinaria se presentan casos en los que no nos conviene o no queremos decir la verdad que no obliga. Entonces se puede utilizar el arte difícil de ocultar la verdad sin mentir, dando una respuesta adecuada y verdadera a quien nos pregunta sin derecho, para salir del paso de una situación crítica y comprometida. Esta fue la actitud piadosa y caritativa de Jesús que preguntó a sus discípulos lo que Él sabía para averiguar su estado de ánimo y afianzarlos en la fe.
“NOSOTROS ESPERÁBAMOS QUE ÉL FUERA EL FUTURO LIBERADOR DE ISRAEL”
Los discípulos, decepcionados de la persona de Jesús, como profeta de Nazaret, y de su doctrina sobre el nuevo reino de Dios, se marcharon a su aldea a dedicarse a su trabajo habitual, pues sus esperanzas en que Jesús iba a ser el futuro liberador de Israel quedaron defraudadas.
De este texto se deducen claramente tres cosas: el amor a Jesús necesitado de purificación, la fe incompleta en Él y el remedio para creer en Jesús: La Sagrada Escritura.
1ª AMOR A JESÚS
Que los discípulos de Emaús amaban al Señor y que ellos fueron preferidos en el amor por Él es incuestionable, pues merecieron la aparición de Jesús resucitado. Pero su amor necesitaba una purificación de la fe, pues estaba mezclada de esperanzas humanas. Tenían un concepto equivocado o no completo de la persona de Jesús, que para ellos vino al mundo a salvar a su pueblo de Israel de la esclavitud humana, sociológica, política y religiosa que padecía, y no sabían que era el Redentor de todos los pueblos y de todos los hombres; ni tampoco entendían el sentido trascendente del reino de Cristo, la Iglesia, sacramento universal de salvación, como nos enseña el Concilio Vaticano II.
2ª LA FE INCOMPLETA EN ÉL
Los discípulos de Emaús dudaban o no creían firmemente en la resurrección de Jesús, anunciada en el Antiguo Testamento, y profetizada por Él muchas veces y en distintas ocasiones durante su vida pública, porque necesitaban la transformación de su fe imperfecta en fe perfecta en virtud de la resurrección de Jesús.
Aclaremos esta afirmación. En primer lugar, los discípulos no esperaron a que pasara el tercer día para comprobar lo que iba a pasar, sabiendo que Jesús había anunciado su resurrección al tercer día, pues el primer día de la semana judía, el domingo, se marcharon a su tierra; y, en segundo lugar, porque conocieron el hecho de que algunas mujeres habían ido al sepulcro y no vieron el cadáver de Jesús y vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles que les habían dicho que estaba vivo; y supieron también que Pedro y Juan fueron al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres. Para estos discípulos estos hechos no fueron signo de la resurrección, como hubiera sido lo más lógico, sino fruto de mentes exaltadas de mujeres visionarias. La lógica del pensamiento hubiera sido éste: Cristo no está en el sepulcro, luego ha resucitado, como lo había anunciado Él y estaba profetizado en el Antiguo Testamento.
A partir de la resurrección de Cristo, sus discípulos fueron transformados radicalmente en la fe y se convirtieron en apóstoles santos, aunque con sus propias debilidades temperamentales, miserias y pecados.
Lo mismo nos pasa a nosotros, que amamos a Jesús, creemos en su resurrección, pero con tentaciones, acaso dudas, interrogantes, infidelidades y pecados.
"¡QUÉ NECIOS Y TORPES SOIS PARA CREER LO QUE ANUNCIARON LOS PROFETAS!"
Jesús no reprende a sus discípulos su falta de fe sino que les advierte su torpeza en creer la Sagrada Escritura. Es más, se quedó con ellos a cenar, signo de amistad, y a la hora de partir el pan se les dio a conocer, haciendo que se les abrieran sus ojos y lo reconocieran. Y sin dormir, al instante, en esa misma noche, se pusieron en marcha hacia Jerusalén y fueron en busca de los once Apóstoles para contarles lo que les había pasado.
También nosotros, cristianos, discípulos del Señor, merecemos el cariñoso y comprensivo aviso de Jesús, porque nuestra fe es débil, imperfecta y necesitamos el cambio radical de nuestra vida haciendo que el amor que profesamos a Cristo, humanizado, quede resucitado.
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