La corrección fraterna no es un consejo evangélico sino una obligación que en la práctica resulta tan difícil que se hace generalmente casi imposible. Se ejerce principalmente en la institución familiar o en comunidades obligadas a la convivencia con ciertos vínculos religiosos. En otros ambientes es aconsejable entre familiares y amigos de verdad dentro de ciertos límites.
Los padres deben corregir a sus hijos en el período de formación, pero cuando se van haciendo mayores, deben corregirlos de la manera que puedan, si pueden, con amor comprensivo y buenos modos. Sería deseable y un ideal que la corrección fraterna se hiciera también entre esposos, hermanos y amigos.
¡Qué bonito, sería, hermanos, que un hijo ya mayor dijera a su padre: ¡te has equivocado! Y que el padre dijera: Llevas razón, hijo, cometí un error. ¡Qué maravilloso sería que un hermano advirtiera a otro: Mira, ¡no vas por buen camino! Pero, ¿qué padre reconoce el defecto que el hijo le corrige, qué hijo mayor acepta la corrección del padre o qué hermano admite la corrección fraterna?
En la vida religiosa, hermanos, los superiores deben amonestar a los hermanos que no cumplen las Constituciones o las obligaciones del propio oficio en asuntos graves, con escándalo o mal ejemplo para la Comunidad. En cuanto a la corrección fraterna entre hermanos, no aconsejable, no es imposible para quienes buscan de verdad la santidad.
¡Qué difícil,
es corregir al otro! La razón y fundamento de la dificultad, hermanos,
consiste en la falta de humildad, porque o no nos creemos los defectos que nos
corrigen o nos molesta que se nos digan los que realmente tenemos. Conocerse
uno a sí mismo es una de las asignaturas más difíciles de aprobar con nota en
la carrera de la santidad. Nos enseñan los maestros de la vida espiritual que
para conocerse a sí mismo hay que hacer examen de conciencia dos veces al día,
una al mediodía y otra por la noche. Pero como cada uno se examina según el criterio personal que tiene sobre la
perfección, resulta que para poco o nada sirve el examen de conciencia, si uno
no es realmente humilde.
Cuando el que te corrige te ama, piensa que tal vez lleve razón en lo que te corrige, pues pocas veces lo que te dice una persona que te quiere es calumnia. Y si no tienes ese defecto del que te corrige, tendrás oculto otro que nadie sabe. Lo uno por lo otro.
Es necesario estudiar libros que hablen de las virtudes cristianas, hacer oración con referencia al comportamiento diario, pedir a Dios gracias para corregirse, escuchar la Palabra de Dios y consultar a maestros de experiencias virtuosas.
¿Cuándo y cómo se ha de corregir?
El momento oportuno no suele ser el instante en que se está cometiendo el pecado o se está procediendo mal, a no ser que no se deba o pueda aplazar la corrección. Si tienes confianza con quien has de corregir y puedes, deja pasar el tiempo, duerme, y cuando todas las cosas se pongan bien y exista armonía y paz, entonces suele ser el mejor momento psicológico para ejercer la corrección fraterna.
¿Cómo? Como dice el Evangelio: Primero, en privado. Pocas veces o casi nunca corrijas al hermano en público, pues esa actitud es improcedente psicológicamente y poco o nada virtuosa, pues el resultado será hacer más daño que bien. “Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la Comunidad, y si no hace caso, ni siquiera a la Comunidad, considéralo como un pagano o un publicano”
Que el Señor nos dé a todos una humildad
profunda para conocernos en la oración, en el examen de conciencia, en el trato
con Dios, con la ayuda de un maestro en la vida espiritual o amigo; y que
ejercitemos la virtud cristiana de la corrección fraterna de la manera que se pueda, cómo se pueda, cuando se pueda,
pero con amor comprensivo, caridad y
profunda humildad.
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