El deseo de la Iglesia es que en Cuaresma nos convirtamos en el corazón con un cambio de vida de pecado a la gracia, de la gracia a la perfección evangélica, con expresión exterior de obras; que celebremos las exigencias del bautismo, que son vivencias de santidad de vida.
Por consiguiente, lo mejor que podemos hacer, en consecuencia, es luchar contra el pecado, viviendo siempre y a toda costa en gracia de Dios, como exigencia bautismal, y que ejerzamos el sacramento del Perdón, con vivencias prácticas de la vida cristiana.
Después de haber dedicado Jesús, casi toda su vida, unos treinta años, a la vida oculta en oración, soledad y trabajo en obediencia, empujado por el Espíritu, se marchó al desierto a dedicarse durante cuarenta días y cuarenta noches a la oración y al ayuno, como preparación para la vida pública.
Hoy, primer domingo de Cuaresma, el Evangelio nos habla de las tentaciones que Jesús padeció en el desierto. Tentación es la vida del hombre sobre la tierra. Jesús, hecho hombre en todo menos en el pecado, fue también tentado para darnos ejemplo de vencer la tentación. Con la gracia de Dios podemos vencer todas las tentaciones, por fuertes y graves que sean, si colaboramos a ella con todas nuestras fuerzas, utilizando todos los medios que tenemos a nuestro alcance, tanto en el orden sobrenatural como natural.
Vamos a enumerar los principales
SOBRENATURALES
La oración, bien hecha, habitual y circunstancial, es fuerza omnipotente para el hombre, sobre todo cuando la tentación nos acosa. Ponernos en peligro de pecar y orar es como quien se pone bajo la lluvia y no quiere mojarse; o como quien se arrima al fuego y no quiere quemarse.
Los que son tentados teniendo ya el hábito de pecar, no suelen liberarse del pecado, si se ponen en las circunstancias que normalmente les llevan a pecar: es jugar a estar en gracia contemporizando con las ocasiones de pecado. Difícil tarea para los que quieren vivir en gracia metidos en ambiente de pecado. La lucha resulta derrota en materia de la castidad, cuando hay amor, pasión o vicio.
- Vida interior
Cuando el cristiano vive siempre en la presencia de Dios de manera habitual, en conversación permanente con Él de muchas maneras, resulta difícil pecar. No podemos contentarnos con la oración actual de cada día durante un tiempo, es necesario para ser cristianos comprometidos o santos llevar a Dios siempre en el corazón y en la mente, sabiendo que convive con nosotros en nuestro interior y actúa en todas nuestras cosas con su Amor providente. Con el cuerpo, en virtud de la gravedad, se pisa tierra y con el alma, por la fuerza del Espíritu Santo, se toca Cielo.
- Sacramento de la Reconciliación
El Sacramento de la Confesión es un medio sobrenatural para recuperar la gracia perdida por el pecado, recuperar la fuerza desgastada en la lucha y en la caída, y reparar las grietas del alma. Cuando el penitente recibe el sacramento en estado de gracia, fortalece su alma para la lucha contra el pecado, el ejercicio de las virtudes y para los imprevistos que puedan surgir en la vida cristiana ordinaria.
La Confesión no puede ser solamente un medio para recuperar o aumentar la gracia, sino también un encuentro personal con Cristo ante su ministro, el sacerdote, para celebrar la misericordia del Señor.
MEDIOS NATURALES
- El trabajo
Se ha dicho y con razón que el ocio es madre de todos los vicios y una ocasión muy propicia para pecar: hombre parado, malos pensamientos. Si el demonio te encuentra trabajando, por su psicología satánica, no se molesta en tentarte, porque tú no tienes tiempo y él no quiere perderlo. El trabajo que absorbe no deja espacio nada más que para la tentación fugaz o pecado de pensamiento, y no para el pecado consecuente que requiere concentración y tiempo.
El trabajo ejercita el discurso del entendimiento, fortalece la voluntad, controla las pasiones desordenadas y perfecciona la persona en todas sus facultades; y es también una obligación, una necesidad social, una virtud, un medio de santificación y un apostolado místico.
- Entretenimiento o hobby
El ocupar el tiempo en lo que a uno le gusta, le apetece, le entretiene o divierte en cosas buenas o indiferentes es un remedio para evitar las tentaciones y el pecado. La afición, el gusto por las cosas buenas satisface las apetencias naturales del hombre, le llena de felicidad y evita ocasiones de la tentación y el pecado.
- La mortificación
El Evangelio manda y aconseja la penitencia: Haced frutos de penitencia como medio para reparar los pecados, fortalecer con disciplina la parte espiritual y corporal del hombre, controlar las pasiones, y santificar al hombre.
La mejor penitencia que podemos ofrecer a Dios es:
- aceptar los dolores físicos o psíquicos de la persona que tenemos que padecer, por voluntad de Dios o permisión divina por diversas circunstancias de la vida;
- desempeñar el sacrificio del trabajo que tenemos que cumplir por obligación;
- aguantar la difícil convivencia, costosa y obligada entre los miembros de la familia en la que tenemos que vivir;
- soportar la relación laboral con los compañeros de trabajo;
- padecer todo tipo de sufrimiento que ofrece el trato social con distintas personas de diversa educación y cultura;
- …
Además de estas penitencias obligadas, tenemos oportunidad de hacer otras de libre disposición, en circunstancias ordinarias, especialmente en tiempo de Adviento y Cuaresma, como, por ejemplo, suprimir gastos superfluos, no beber alcohol, fumar menos o no fumar, evitar dulces y golosinas, ver menos la televisión, no acudir a espectáculos, comer lo que menos gusta, dedicar más tiempo a la familia, visitar enfermos y ancianos, ser amable con todos, de manera especial con las personas que menos gustan, escuchar a los demás y hablar menos, evitar comentarios negativos, trabajar con intensidad, no discutir, ser puntual, evitar los juegos de azar.
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