Pero
Adán cometió el llamado pecado original y con él perdió el estado de santidad y
justicia en que fue creado, quedando sometido al desorden total en todo
su ser, tanto en el cuerpo como en el alma: el error, el odio, la
concupiscencia, el dolor y la muerte, quedando estropeados los planes de
Dios.
Entre
los males que sobrevinieron al hombre, se hizo presente la injusticia social,
de manera que en el mundo hay bastantes hombres que poseen mucho, son muy ricos
y muchísimos que son muy pobres, contra la voluntad de Dios que quiere que toda
la riqueza sea distribuida equitativamente entre los hombres en proporción
justa, como medio para que el hombre pueda conseguir la felicidad eterna.
Dios
condena el hambre, consecuencia injusta del pecado del hombre y de la
administración política del poder. Es un hecho, tristemente comprobado, que hay
en el mundo una tremenda desigualdad de posesión de bienes, que clama al
Cielo, de tal manera que millones de niños, hombres y mujeres se mueren
de hambre, habiendo suficientes medios de producción en la Tierra para que todo
el mundo tenga lo suficiente o necesario para vivir dignamente, como decía el
Papa bueno, Juan XXIII ¿Por culpa de quién o de quiénes? De todos los
hombres en general, salvando las honrosas excepciones.
Es
verdad que el problema de garantizar el bien común integral corresponde, en
primer lugar, a las autoridades civiles, pero no es menos cierto que
también a la Iglesia que trabaja por el bien común del hombre, hijo de Dios; y
corresponde también a cada hombre que debe cumplir la justicia social. Por
consiguiente, nadie debe excluirse del gravísimo problema de hambre que existe
en el mundo.
Por
providencia de Dios, nosotros hemos nacido en España y podemos decir que
juntamente con nuestro nacimiento nació en nosotros la fe y la gracia de
Jesucristo. En la guerra civil del 36 al 39, y en la postguerra, desde el año
1939 hasta el 1944, se pasó hambre en muchas regiones de nuestra Patria, como
recordamos las personas muy mayores. Yo recuerdo, hermanos, que siendo pequeño,
cuando era un niño piadoso, todavía sin vocación de sacerdote, pedía al Señor
en la Comunión la gracia de poder comer pan a hartar, pues en mi familia éramos
ocho hermanos, que con mi padre y mi madre nos sentábamos diez a la mesa,
contando solamente con el sueldo de mi padre, que era un simple y honrado
dependiente de comercio; y cuando ya era aspirante al sacerdocio, antes de ir
al Seminario, cuando los niños vocacionables íbamos de excursión con el
coadjutor de la Parroquia, que se llamaba D. Andrés Pinar Simarro, me pasaba
dos o tres días ahorrando pan para el día de campo. Pues, bien, muchos de
nosotros hemos pasado necesidad, pero hemos tenido siempre un plato de comida,
por lo menos dos veces al día.
La
Iglesia tiene la misión suprema de salvar al hombre, con el fin específico
sobrenatural de la salvación eterna, que incluye también los medios
materiales y humanos para conseguirlo; y tiene además el deber evangélico
de atender a los más pobres, por mandato de Jesucristo.
Nos
podemos plantear algunas preguntas: ¿Qué puedo hacer yo en campaña contra el
hambre en el mundo, si no tengo en mis manos el poder? ¿Cómo voy yo a dar algo
si necesito todo o casi todo para vivir? Tal vez sea este tu caso, pero creo
que todos podemos dar, unos mucho, otros bastante y otros algo, teniendo
en cuenta que Dios premia nuestra generosidad no por la cantidad de lo que
damos, sino por la calidad del amor con que lo damos.
Recordemos
la anécdota de la mujer pobre del Evangelio que echó en el cepillo del templo
todo lo que tenía, y Jesús advirtió a los apóstoles que dio más que los que echaban
denarios en cantidad. Si por ejemplo te privas de un postre, o del café
de media mañana, o de la merienda de la media tarde; o comes un poco menos en
las comidas, y el dinero que supone esa privación lo entregas para la
campaña contra el hambre, contribuyes a un bien social y cristiano, que no
quedará sin recompensa en el Reino de los Cielos, y acaso también en la
Tierra.
El
bautismo nos obliga a vivir en Dios y con Dios y a ser hermanos, a
compartir con los pobres nuestros bienes, que son también de ellos, en cierta
medida. A nosotros nos sobran muchas cosas, mucha ropa que tenemos guardada en
el armario para uso de nadie; nos sobra mucho dinero que no necesitamos para
vivir ni para la previsión razonable del futuro, y lo tenemos ahorrado en el Banco
para enriquecernos, y no es nuestro ni solamente para nosotros, pues es también
de los pobres, en cierto sentido.
Hay
en el mundo mucha falta de comida para millones de hombres, mujeres y niños que
se mueren de hambre inculpablemente; hay muchos niños que no saben leer ni
escribir y no tienen colegios ni maestros que les ayuden a conseguir una
cultura media en su País; hay muchos enfermos que necesitan y no disponen de
hospitales, ni de medicinas ni de médicos que los curen; y muchos niños, hijos
de nadie, abandonados, que no tienen una familia ni una sociedad digna y justa,
y están abocados al dolor y a la muerte, por no tener orfanatos o casas de
acogidas que los atiendan, al menos humanamente.
Y
además de todo esto, que es mucho, no tienen Iglesias ni misioneros que les
enseñen a conocer y amar a Dios, a conocer a la Virgen María, madre de
todos los hombres, a rezar y a saber que existe un Dios, Padre, y que nos
espera una vida eterna, llena de gozo en la visión y posesión de Dios
eternamente, como premio a los males que se han sufrido con paciencia en esta
vida, por culpa de la injusticia de los hombres.
Seamos
generosos en la campaña contra el hambre que organiza Manos Unidas, dando para
los pobres que pasan hambre no de los bienes que nos sobran, sino también de
los que necesitamos, si es que queremos ser cristianos y compartir el amor de
Dios entre los hombres. A todos vosotros, que habéis escuchado la Palabra de
Dios, os pido con el corazón en la mano, y en nombre de la Iglesia un
sacrificio de generosidad extrema en la aportación de dinero o bienes para la
Campaña contra el hambre en el mundo.
Entre el texto y la foto hoy, creo que voy a vivir más plenamente este año el día de la campaña contra el hambre. Y aumentaré mi donativo.
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