sábado, 10 de agosto de 2024

Décimo noveno domingo. Tiempo ordinario. Ciclo B

 


Es un dogma de la fe católica, definido en el Concilio de Trento, que Jesucristo está realmente presente en la Eucaristía bajo las especies de pan y vino (SC 7) “En el Santísimo sacramento de la Eucaristía están contenidos verdadera, real y sustancialmente el Cuerpo y la Sangre juntamente con el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y, por consiguiente” Cristo entero (Trento DS 1651). Es una presencia tan singular que no se puede comparar con ninguna de las presencias que conoce la filosofía ni la teología, porque es una presencia que rebasa todo conocimiento del saber humano y teológico. Es, por tanto, una presencia real, verdadera, sustancial, no imaginaria, metafórica, sino sobrenatural y mística.

Cristo no está presente en la Eucaristía con una presencia humana  de entendimiento,  como cuando una persona se hace presente a otra con el pensamiento; ni con el amor como cuando uno  tiene metido en su corazón a la persona que ama; ni tampoco al estilo de la presencia virtual de imagen y sonido de la pantalla de televisión.

La presencia eucarística supera la presencia evangélica de Cristo  en los que se reúnen en su nombre; transciende la presencia teológica de Cristo en los que oran en privado o en comunidad, o realizan la caridad o misericordia con el prójimo; incluso está por encima de la presencia sacramental de Cristo en cada sacramento en el que está presente con su gracia,  pues en la Eucaristía Cristo está Él mismo como autor de la gracia. No es lo mismo la presencia del sol por medio de la participación de su luz y calor en la Tierra que la presencia del sol y sus propiedades dentro de la Tierra, si esto fuera posible. Todas estas maneras de estar Cristo son presencias de gracia, pero la presencia de Cristo es presencia de Persona resucitada y gloriosa con su cuerpo, alma y divinidad, sin que podamos ni siquiera imaginar el cómo, de la misma manera que tampoco entendemos cómo es la presencia del cuerpo glorioso de Jesús, de la Virgen María y de los santos que resucitaron con Cristo el día de su resurrección en el Cielo.

Cristo no está en el sagrario con los brazos cruzados, pasivo, extático, sino vivo, operante, dinámico,  realizando la salvación de los hombres por medio de la Iglesia y como objeto de adoración y culto, para que los fieles lo adoren; y además está para ser alimento de las almas dentro de la santa Misa o fuera de ella.

En consecuencia, si Cristo está presente en la Eucaristía, el mismo que nació en Belén, predicó el Evangelio en Palestina, murió en la cruz y resucitó por nosotros  en Jerusalén, acudamos a Él para adorarle, darle culto, acompañarle, alimentar nuestra fe y la gracia y pedirle la salvación y la paz para el mundo.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario