DÍA 9 DE MARZO
1 DOMINGO DE CUARESMA
Cuaresma
Tentaciones de Jesús
Conversión
Conversiones varias:
Cuaresma
Desde los
primeros siglos del cristianismo se observó en la Iglesia la práctica de la
oración y penitencia, como una norma evangélica de vida cristiana. Con el
tiempo, en el seno de las comunidades cristianas fue naciendo progresivamente
el espíritu de cuaresma. Las primeras alusiones directas aparecieron en
Oriente, a principios del siglo IV, y en Occidente, a fines del mismo siglo. En
la evolución de la liturgia se fue configurando el año litúrgico, dando
primordial importancia al Adviento y a la Cuaresma, como tiempos fuertes de
oración y penitencia. En el Adviento los cristianos se preparaban
especialmente para celebrar la Navidad,
el 25 de Diciembre para conmemorar el nacimiento de Jesús. Se debe esta institución a
la Iglesia de Roma, que quiso suprimir el culto al dios del sol, “natalis solis invicti”, nacimiento del
sol victorioso, que se celebraba en el paganismo con un culto idolátrico,
orgías y actos profanos, excesivamente sensuales y sexuales de todo género. La
liturgia de Roma cambió esta celebración por el culto al nacimiento de Jesucristo, el Sol, que vino al
mundo a iluminar a todos los hombres para la salvación. En la Cuaresma, los
antiguos cristianos se dedicaban, de
manera intensiva, a la preparación de la Pascua, en la que se celebraba la
Resurrección del Señor, tema central de
la vida de la Iglesia.
La Cuaresma
ha tenido siempre un carácter especialmente bautismal en el que se funda el
carácter penitencial, porque es una Comunidad bautismal-penitencial-eclesial.
En ese tiempo santo, los cristianos de los primeros siglos solían bautizarse y
celebrar el sacramento de la Penitencia. Los grandes pecadores, apartados de la
Iglesia por sus pecados graves, eran reinsertados a ella por el sacramento del
perdón, principalmente en la Vigilia
Pascual.
La Iglesia
recuerda en la Cuaresma los cuarenta años que el pueblo de Israel caminó por el
desierto hacia la Tierra Prometida y los cuarenta días y cuarenta noches que
Jesús permaneció en el desierto en oración y ayuno, antes de comenzar su vida
pública y realizar el misterio de la Redención.
La cuarentena
penitencial nos une todos los años, durante cuarenta días y cuarenta noches al
Misterio de Jesús en el desierto (Cat 540). Es un tiempo apropiado para los
ejercicios espirituales, las liturgias penitenciales, las privaciones
voluntarias, como el ayuno, la limosna, la comunicación cristiana de bienes,
obras caritativas y misioneras (Cat 1438) y las
peregrinaciones, como signo de penitencia. Se recomiendan reuniones de oración,
celebraciones de la Eucaristía, del sacramento de la Confesión y celebraciones
de la Palabra.
Ultima reforma de la Cuaresma
El Concilio
Vaticano II ha estructurado la Cuaresma como un tiempo especial de oración, de
intensa escucha de la Palabra de Dios y penitencia, con una orientación
pascual-bautismal (SC 109). Ha fijado su tiempo desde el miércoles de Ceniza hasta el jueves
Santo, misa in Coena Dómini. Es el tiempo de una experiencia oficial en el
misterio pascual de Cristo: “Padecemos
juntamente con Él, para ser también juntamente glorificados” (Rm 8,17).
Tentaciones de Jesús
La
tentación es una inclinación al pecado,
provocada por distintas causas: el diablo, naturaleza corrompida, enfermedad y
vicios. Su significado es prueba,
como cuando Dios probó a Abraham para probar su fe pidiéndole que sacrificara
a su hijo Isaac; y seducción al
pecado por el demonio, una persona o cosa.
La
tentación es intrínsecamente mala porque
procede del mal y al mal inclina. Moralmente
es buena y meritoria si se rechaza y mala si se consiente.
Conversión
Mientras el
cristiano recorre su camino por el desierto del mundo hacia la eternidad, debe
cursar la carrera de la conversión con
el fin de conseguir el Cielo. Comprende las siguientes asignaturas
complementarias: conocimiento de Cristo,
estudio de la palabra de Dios, lucha contra el pecado, vida de gracia, oración, Confesión y Eucaristía.
La conversión
es lo mismo que cristificación, pues toda la vida cristiana es una permanente y
progresiva santificación o perfección evangélica en diversas etapas y
modalidades. Es el tema fundamental de toda la Biblia, tanto en el Antiguo como
en el Nuevo Testamento, pues toda la Palabra de Dios en todos sus libros
inspirados invita al hombre, de manera reiterada, a la conversión, que es tarea de todo cristiano, y no de unos
cristianos privilegiados. Consiste en responder a la santidad que cada uno
tiene que cursar, según la vocación que del Espíritu Santo ha recibido en el
bautismo.
Conversiones varias:
1 Conversión de los infieles
La conversión
es propia de todos los hombres: conversión de los infieles a la fe de la
Iglesia, que celebra el día del Domingo, domingo mundial de la propagación de
la fe católica en que todos los cristianos de todo el mundo hacemos una campaña
de oraciones, sacrificios y ayudas económicas a favor de los países de todo el
mundo con el fin de conseguir que todos los hombres se hagan cristianos, se
bauticen, conozcan a Cristo, los dogmas de la Iglesia Católica y se salven con
más facilidad.
2 Conversión de pecador en justo
También tienen
que convertirse los grandes pecadores que llevan una vida disoluta, de espaldas
a Dios, lejos de la Iglesia o contra ella, entre los que se pueden contar, tal
vez, nuestros familiares, compañeros, amigos o vecinos. Tenemos que pedir por la conversión de los
pecadores, por supuesto, y también por todos los hombres, y por nosotros
también, que somos pecadores.
3
Conversión del bueno en santo
A los ojos de
Dios, no sabemos quiénes necesitan más la
conversión, si los que viven en países de misión, carentes de la fe verdadera,
los creyentes de otras religiones, católicos no practicantes, católicos
cumplidores de la Ley, o los santos, que habiendo llegado a ser santos, no
fueron tan santos como pudieron y debieron.
La conversión de todos los hombres, en sí misma, es
un misterio que efectúa la omnipotente sabiduría de la infinita misericordia de
Dios, de muchas maneras misteriosas, en la Iglesia Católica, y fuera de ella en
suplencias.
4 Conversión bautismal
Según la
doctrina de la Iglesia, la primera conversión cristiana tiene lugar en el
bautismo, porque este sacramento convierte al hombre, nacido en pecado, en hijo
de Dios, heredero de su reino, y lo
incorpora al Cuerpo místico de la Iglesia. El bautizado, por medio de una
regeneración espiritual, adquiere una segunda naturaleza, un complejo
sobrenatural de la gracia santificante, virtudes y dones del Espíritu Santo.
Con estas potencias el cristiano crece y se desarrolla por medio de la oración,
sacramentos y buenas obras hasta conseguir el fruto total del bautismo, que es
la visión y gozo de Dios eternamente en el Cielo.
5 Conversión sacramental
Cada vez que
el cristiano recibe un sacramento convierte su conversión bautismal en conversión sacramental de gracia si lo
recibe con las debidas disposiciones. En el sacramento de la Penitencia, por
ejemplo, el alma del cristiano que está en estado de pecado grave se convierte
en estado de gracia, o el alma que está
en estado de gracia se convierte en un progreso de perfección.
6
Conversión teológica
Toda
conversión supone la gracia inicial de Dios, pues nadie puede convertirse sin
la previa ayuda divina, que espera del hombre una respuesta responsable. La
conversión es una empresa sobrenatural limitada entre Dios y el hombre en la
que Dios regala su gracia y el hombre colabora a ella, de maneras diferentes.
Una vez recibida la gracia, para perseverar en ella se necesita también la ayuda
divina. Se realiza con el ejercicio de la oración, obras buenas y actos de
caridad. Cada vez que el cristiano hace un acto bueno, en estado de gracia, se
convierte en un hijo mejor. Solamente la
misericordia infinita de Dios sabe el secreto de la conversión y su proceso en
cada uno de los cristianos.
7 Conversión
cósmica
Todos los seres creados tienen una belleza teológica
en el conjunto del Universo, según la planificación divina, que el
entendimiento humano no alcanza a descubrir. La perfección de las criaturas se
aprecia de manera relativa y de modo imperfecto en la Tierra, pues la realidad
total del Universo creado y su finalidad suprema se observa solamente desde el
Cielo, desde la visión intuitiva.
Este mundo, deformado por el pecado, es conocido por
la ciencia en una pequeñísima parte, pues incluso los sabios saben menos de lo
que les queda por conocer, porque el Universo nunca será totalmente conocido.
La maravilla de la Creación cumple el fin establecido por Dios, y tendrá su
final, aunque no sabemos cuándo ni cómo, pero este mundo no será aniquilado o
convertido en un caos, sino transformado en otra realidad diferente,
infinitamente superior y mejor que la existente. Sus características no están reveladas, por lo que todo lo
que se diga o escriba sobre este hecho venidero es pura imaginación, y no
realidad teológica. La Sagrada Escritura llama a esta transformación “Cielos nuevos y Tierra nueva”, morada
en la que vivirán los resucitados con Cristo en condiciones de lugar y estado
que no conocemos. A esta transformación, que sucederá al fin de los tiempos, se
puede llamar conversión cósmica,
porque abarca todas las cosas creadas.