Institución
de la Eucaristía
En
el primer jueves Santo de la Historia de la Salvación,
Jesús
en
la
noche en que fue entregado (1
Co 11,23) instituyó
la Eucaristía, el Sacerdocio y estableció el gran precepto del
amor. En
este documento trato la Eucaristía a grandes rasgos, dejando el
sacerdocio y el Amor fraterno para otra ocasión.
Cuando
Jesús celebraba con sus apóstoles la Última Cena en el Cenáculo
tomó en sus manos el pan, lo partió y se lo dio a sus discípulos
diciendo: “Tomad
y comed todos de él, porque esto es mi Cuerpo que será entregado
por vosotros”. Después
tomó en sus manos el cáliz con el vino y les dijo: “Tomad
y bebed todos de él, porque este es el cáliz de mi Sangre, Sangre
de la Alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros para
el perdón de los pecados”. Haced
esto en conmemoración mía y con estas palabras instituyó el
Sacerdocio.
Naturaleza
de la Eucaristía
“La
Eucaristía es el sacrificio mismo del Cuerpo y la Sangre del Señor
Jesús, que Él instituyó para perpetuar por los siglos, hasta su
segunda venida, el Sacrificio de la Cruz confiando así a la Iglesia
el memorial de su muerte y resurrección. Es signo de unidad, vínculo
de caridad y banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el alma
se llena de gracia y se nos da una prenda de la vida eterna” (Cat
compendio 271).
Según
esta definición del Catecismo de la Iglesia Católica del Papa Juan
Pablo II, la Eucaristía es el sacrificio
perpetuo que
Jesús ofreció al Padre para redimir los pecados de todos los
hombres que se celebrará en la Iglesia hasta el fin del mundo. Es el banquete
pascual en
el que se come el verdadero Cuerpo de Cristo y se bebe su sangre,
como alimento espiritual del alma para la vida eterna; fuente
de
la que mana toda la gracia para la vida cristiana y apostólica, y
cima
a
la que se encaminan todos los demás sacramentos, los ministerios
eclesiales y las obras de apostolado. La Eucaristía celebrada y
recibida debidamente santifica más que cualquier otro sacramento,
porque es Cristo, el autor de la gracia, quien, glorioso y
sacramentado, santifica personalmente con su gracia, mientras que en
los demás santifica solamente con su gracia. Es
presencia
real
y sustancial del cuerpo, alma y divinidad de Jesucristo bajo las
especies de pan y vino.
Presencia
eucarística
La
presencia de Cristo sacramentado en la Eucaristía no se puede
comparar con ninguna de las presencias que conoce la filosofía y la
teología porque rebasa todo conocimiento humano. No se conoce por
los sentidos, dice Santo Tomás, sino sólo
por la fe. Es,
por tanto, una presencia real, verdadera, sustancial, sobrenatural, y
no imaginaria, ni metafórica. No es una presencia
teológica por
la que Cristo está presente en la oración, en el canto, en la
caridad con el prójimo, ni mucho menos
una
presencia
espiritual
humana
de
entendimiento, ni presencia
de amor en
el corazón, ni una presencia
virtual de imagen.
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