La
Solemnidad litúrgica de la Ascensión,
que estamos celebrando hoy , es
el broche de oro de la redención personal que Jesús realizó en la Tierra. Vamos
a historiar, a grandes rasgos esenciales, el contenido doctrinal del misterio
de la Ascensión de Jesús a los Cielos, según la doctrina de la Iglesia.
La Santísima
Trinidad, en consenso común eterno de la única divinidad en trinidad de
Personas, decretó crear el mundo como morada del hombre para hacerle partícipe
de su suerte divina; y creó a Adán, el primer hombre, de la nada: el cuerpo de
la materia y el alma inmortal en estado original de santidad y justicia, en
términos del Concilio de Trento, es decir, en GRACIA SOBRENATURAL y con
unos privilegiados dones
preternaturales: inmunidad de la concupiscencia o inclinación al pecado,
impasibilidad o ausencia de dolor e inmortalidad.
Por un misterio insondable, que
no se puede concebir, el hombre, tentado por Satanás, desobedeció libremente el
mandato de Dios y cometió el llamado pecado original que se transmitió a todos
los hombres. Entonces Dios castigó la desobediencia de Adán, desposeyéndole de
la gracia integral y de los dones preternaturales que graciosamente le había
concedido, quedando el hombre reducido a un estado puramente natural. La
Palabra de Dios lo describe en la Biblia con la figura poética del paraíso
terrenal en los capítulos 1,2 y 3.
En el mismo momento en que pecó
Adán, la Santísima Trinidad acordó que
por amor al hombre, el Hijo de Dios encarnaría en las entrañas Purísimas de una
mujer única, que lo concebiría
humanamente por obra y gracia del Espíritu Santo. Esta mujer sería
creada de modo excepcional Inmaculada, es decir, sin pecado original, porque
estaría destinada a ser la Madre de Dios y juntamente con su Hijo, Redentor,
Corredentora del género humano.
En efecto, cuando en los planes
divinos llegó la plenitud de los tiempos, el Hijo de Dios encarnó virginalmente
en el seno de su Madre, Santa María, como estaba previsto, y empezó
inicialmente la redención de los hombres. Después de nueve meses de gestación,
como cualquier otro ser humano, nació Jesucristo, verdadero Dios y verdadero
hombre, en Nazaret, y empezó la Historia de la Salvación. Vivió en esa pequeña
ciudad casi treinta años, oculto, realizando la salvación de los hombres
mediante una vida sencilla de familia, dedicado a la oración y al trabajo, en
entera obediencia a sus padres. Una vez que cumplió su misión redentora en la más
larga etapa de su vida oculta, empezó la vida pública de predicación del
Evangelio, la Buena Noticia, realizó milagros, como pruebas evidentes de su
divinidad y de su misión en el mundo, e instituyó la Iglesia, como Sacramento
universal de salvación. Y, por fin, instituida la Eucaristía y el Sacerdocio,
empezó la dolorosa e ignominiosa pasión, que terminó con la muerte en la cruz.
Al tercer día resucitó, como lo había anunciado repetidas veces en su vida
apostólica. Confió a sus Apóstoles realizar en el mundo la misma misión que Él
había recibido del Padre, y luego, subió a los Cielos para seguir desde allí
gobernando la Iglesia ministerialmente hasta el fin de los tiempos. Entonces
resucitaremos todos los muertos con nuestros propios cuerpos, y Jesús volverá
otra vez a la Tierra, revestido de gloria y majestad, y juzgará a todos los
hombres, clausurando la Iglesia y convirtiéndola para los salvados en el Reino
eterno de Amor, Paz y gozo de la visión eterna del misterio de la Salvación.
San Pablo dice que completamos
lo que faltó a la pasión de Cristo. ¿Cómo se entiende este aserto? ¿No nos
redimió Jesucristo a todos y a cada uno de los hombres totalmente y de todos
los pecados? ¿Cómo se puede decir que faltó algo a la Redención de Cristo?.
Efectivamente, Jesucristo
realizó total y en toda su plenitud la redención de todos los pecados de los
hombres de manera genérica y universal, pero su aplicación tiene que hacerse
individualmente, pues se salva cada uno si quiere, y en virtud de los méritos
divinos de Jesús. En este sentido se dice que completamos lo que faltó a la
Pasión de Cristo, en cuanto que su aplicación depende individualmente de cada
hombre que tiene que redimirse, como miembro de su Cuerpo Místico, viviendo el
estilo de la Redención en sus tres etapas principales: vida oculta, vida
pública y vida de pasión, muerte y resurrección.
Por tanto, cada hombre tiene que
vivir su propia vida personal en el ejercicio de la vida ordinaria de oración y
trabajo, en obediencia a la Ley de Dios y
en plena conformidad con la voluntad divina, de cualquier manera que se
presente. Además debe hacer que su vida pública sea una copia de la vida
pública de Jesús, que pasó por este mundo haciendo el bien, en pacífica
convivencia con los hombres, sufriendo
los sinsabores que conlleva la convivencia social, pruebas de todo tipo,
enemistases y persecuciones, al estilo de Cristo. Y como complemento de la
redención, lo mismo que Jesús, cada hombre tiene que sufrir la propia y
personal pasión, que culmine en la muerte, semilla de la resurrección gloriosa,
como premio eterno para gozar de Dios en el Cielo.
Por tanto, cuando hacemos cosas
que no tienen prensa, que el mundo no valora, vivimos silenciosamente en el
escondite de la salvación de la vida oculta, estamos aplicando la redención de
la vida oculta de Jesús; cuando en Sociedad realizamos el trabajo, cualquiera
que sea, grandioso o insignificante, con publicidad notoria o desconocida, con
aplauso de la gente o con desprecio,
reproducimos la vida pública de Jesús en nosotros; cuando padecemos
dolores en nuestro propio cuerpo o en nuestra alma, sufrimos alteraciones
nerviosas o desequilibrios, personalizamos la pasión de Cristo en nosotros. Y,
por fin, cuando nos llegue la última hora de nuestra vida y nos sobrevenga la
muerte, moriremos con Cristo con quien hemos vivido para resucitar con Él ahora
en el alma, y después, al fin de los tiempos con nuestros propios cuerpos
resucitados y gloriosos para cantar eternamente las misericordias del Señor.
De manera breve y en pocas palabras
hemos tratado de explicar el sentido teológico que celebramos hoy, solemnidad
litúrgica del día de la Ascensión de Cristo a los Cielos.
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