¿Quién es el buen pastor?
A esta
pregunta muchos o todos habéis respondido mentalmente, tal vez: Jesucristo. Y
es verdad, Jesucristo es el buen Pastor; es, no fue, no en pasado, sino en
presente también, porque Cristo no es como un personaje más de la Historia que
vivió entre los hombres, hizo grandes obras y dejó su memoria en recuerdos
escritos, como puede ser el caso de San Juan de la Cruz, por decir un ejemplo.
Cristo es un
personaje actualizado que está vivo siempre entre los hombres, en la Iglesia.
En su tiempo predicó personalmente el Evangelio, realizó milagros o signos de
su divinidad, fundó la Iglesia, instituyó los Sacramentos y después de sufrir
una pasión inimaginable murió por todos los hombres en la cruz y resucitó,
cumpliendo de esta manera su palabra de que el buen pastor da la vida por sus
ovejas.
Realizada la
misión de Redentor que le encomendó el Padre en la Tierra, ascendió a los
Cielos y en unión con Él y la fuerza del Espíritu Santo, desde allí sigue
siendo el Buen Pastor ministerialmente por medio de la Iglesia.
El Papa,
Vicario de Cristo, y los Obispos, sucesores de los
Apóstoles, gobiernan la Iglesia. El Papa es el
buen Pastor en toda la Iglesia universal; y los Obispos son pastores propios en
las diócesis, puestos por el Espíritu Santo, que el Papa les ha encomendado. Y
todos, coordinados entre sí, unidos al Papa y bajo su obediencia, gobiernan la
Iglesia en nombre de Cristo.
Pero como el
obispo no puede estar presente en todas las partes de la Diócesis, nombra un
delegado suyo, conocido con el nombre de párroco, que ayudado por vicarios
parroquiales o coadjutores en parroquias importantes, como es la nuestra, bajo
su obediencia gobierna una parcela de la Diócesis, llamada Parroquia, que el
Obispo le ha encomendado.
En tareas apostólicas diocesanas,
extraparroquiales, el Obispo nombra delegados para que, en su nombre y bajo su
obediencia, atiendan las distintas necesidades eclesiales que se presenten en
cada momento y en cada diócesis.
Luego también
ahora como entonces, en sentido propio, Cristo es el buen pastor de la Iglesia
que él fundó. Además
del sentido propio de pastor, obispo y sacerdote, podríamos decir que pastor en
la Iglesia, en un sentido amplio, es también el cristiano que tiene cierta
autoridad delegada en las acciones pastorales que se le encomiendan, como, por
ejemplo, el catequista, delegado de Cáritas, delegado de liturgia, delegado de
pastoral de juventud, de matrimonio etc...
Y todavía, en
un sentido extensivo y universal, es pastor en la Iglesia cualquier cristiano
que ejerce una misión apostólica en la
familia o sociedad, como por ejemplo, el padre de familia, el profesor, el
empresario, el obrero que ejerce
cualquier trabajo apostólico en la sociedad; incluso es pastor en la Iglesia el
político que ejerce una autoridad civil cristianamente a favor del bien común.
Por
consiguiente, en un sentido o en otro, y de distinta manera, todos los
cristianos somos ovejas y pastores en la Iglesia.
En
consecuencia, todos los cristianos, el Papa, el Obispo, el Sacerdote tenemos que dar la vida por Cristo, cada uno
según la medida de gracia que ha recibido. ¿Cómo? Dándose, gastándose por
Cristo, cumpliendo su misión con obras
santas: predicando la Palabra de Dios, administrando los sacramentos,
principalmente el de la Eucaristía y ejerciendo santamente su ministerio los
sacerdotes; y los fieles recibiendo los sacramentos y santificándose en la vida
ordinaria o en la vida extraordinaria con humildad y sencillez.
Procuremos,
hermanos, ser fieles ovejas y fieles pastores en obediencia y entrega a Dios en
el puesto de trabajo que cada uno tiene que desempeñar en la Iglesia, a
imitación de Jesús que como buen Pastor dio la vida por sus ovejas.
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