sábado, 20 de junio de 2020

Décimo Segundo domingo. Tiempo ordinario. Ciclo A

CULPA Y DON,  DRAMA DE LA HISTORIA DEL HOMBRE

        En la segunda lectura de la liturgia de la Palabra se nos habla de la historia del pecado del hombre y de la salvación por parte de Cristo. “Por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron... Sin embargo, no hay proporción entre la culpa y el don: si por la culpa de uno murieron todos, mucho más, gracias a un solo hombre, Jesucristo, la benevolencia y el don de Dios desbordaron sobre todos”.

Estas palabras nos ofrecen una buena oportunidad para explicar brevemente en esta homilía el drama de la Historia del hombre en cuatro actos, que vamos a enumerar y después explicar por separado:

1 Dios creó al hombre perfecto, persona sobrenatural, en un estado de gracia y con los dones preternaturales de integridad o inmunidad de la concupiscencia, impasibilidad o inmunidad de dolor e inmortalidad.
2 El hombre pecó y Dios le castigó quitándole los dones preternaturales que le había regalado, quedando sometido a su estado natural: al error, al odio, al dolor y a la muerte, bajo la esclavitud del demonio.
3 El Hijo de Dios, Jesucristo, redimió al hombre de su pecado mediante el misterio pascual: vida, pasión y muerte, para que el hombre, asumiendo la redención de Cristo personalmente en su misterio pascual, quede salvado.
4 Al final de los tiempos, el hombre resucitado quedará convertido en un estado mejor y superior al que Dios creó en su estado primitivo antes del pecado.

1º CREACIÓN DEL HOMBRE

La fe nos enseña que el hombre fue creado por Dios perfecto en el alma y en el cuerpo, persona sobrenatural. Conocía la verdad sin error, amaba sin pasión ni odio, no tenía la inclinación al pecado, no padecía ni tenía que morir.

2º EL PECADO DEL HOMBRE Y SU CASTIGO

El hombre, tentado por el diablo misteriosamente, pecó. Y Dios le castigó privándole de lo que le regaló sobrenaturalmente, dejándole en el puro estado de su naturaleza humana, tal como ahora existe. Pero la culpa fue perdonada por Dios en el mismo momento del pecado con la promesa de la Redención.

Hagamos una reflexión sobre el hombre en el estado actual de naturaleza caída. El hombre es un ser complejo, una mezcla de perfecciones e imperfecciones que desconciertan. Por un lado, es el ser más perfecto de la creación, un microcosmos, pequeño mundo, porque tiene algo del reino mineral, como los huesos, algo del reino vegetal, como la vida, algo del reino animal, como los sentidos, algo del reino angélico como la espiritualidad y algo del reino divino, como la gracia.

Pero por otra parte, es un ser imperfecto en su ser y en su funcionamiento, con grandes contrastes. Conoce la verdad con muchos esfuerzos y muchas limitaciones, pero también padece el error y lo confunde con la verdad. Ama, humanamente, con las limitaciones y condicionamientos propios de su ser, pero busca también su bien amándose a sí mismo en el amor al otro con egoísmos e intereses; cambia fácilmente un amor por otro, lo sustituye y hasta lo olvida; y de la misma manera no ama, busca la venganza e incluso odia. El cuerpo del hombre está sometido al dolor, a la enfermedad, a la sexualidad desordenada y a la muerte.

¿Cómo Dios, infinitamente sabio y bondadoso, ha creado al hombre, hijo suyo, a su imagen y semejanza con tanta perfección y tantos defectos? Ciertamente que en la creación del hombre tuvo que haber algún misterio, pues no se entiende que en la obra maestra de la Creación haya tantas maravillas y tantos fallos a la vez.

         Sobre este tema han reflexionado los sabios de todos los tiempos arbitrando filosofías más o menos comprensibles, pero de ninguna manera convincentes; y también los fundadores de religiones humanas, buscando las causas del mal en el hombre, han dado respuestas raras, fantásticas y hasta disparatadas, que no entran dentro de las cavilaciones equilibradas del entendimiento humano y cristianizado.

Los intelectuales, ateos o agnósticos, estudiando los problemas del mal en el mundo,  que transcienden la capacidad del entendimiento humano, acaban por inhibirse de estas cuestiones, humanamente insolubles, y no aceptando ninguna fe humana, ni siquiera la fe de la Iglesia católica. Caen en el existencialismo o simplemente pasan la vida angustiados en manos del desequilibrio o atrapados en la trampa de los vicios. Y aquellos otros sabios, que no tienen fe, pero que son hombres buenos, viven y mueren en manos de Dios que todo lo sabe y comprende la intención de cada entendimiento y el móvil de cada corazón, abrigados y amparados por la sabiduría infinita de la misericordia de Dios, misterio para los hombres.

3º REDENCIÓN REALIZADA POR JESUCRISTO

Cuando llegó la plenitud de los tiempos, el Hijo de Dios, la Palabra, el Verbo, encarnó en las entrañas de Santa María, por obra del Espíritu Santo, nació, vivió oculto en Nazaret casi treinta años, predicó la buena noticia de la Salvación durante tres años y después padeció, murió y resucitó, realizando así el llamado misterio pascual, marcando con este ejemplo los pasos que cada hombre tiene que seguir para asumir en sí mismo el misterio pascual individualmente, con el fin salvarse o ser redimido.

La Iglesia fundada por Él realizará esta Obra hasta el fin de los tiempos.

4º EL HOMBRE MUERTO Y RESUCITADO PARA LA VIDA ETERNA

Cuando este mundo termine, Cristo volverá otra vez a la Tierra a clausurar la Iglesia y convertirla en Iglesia celeste y gloriosa en la que todos los resucitados con Cristo gozarán eternamente de la visión y gozo de la Santísima Trinidad, que será entonces visión y no misterio por los siglos de los siglos que no tendrán fin.

        Entonces, todo el mundo comprenderá el misterio de dolor que ahora nos acosa, y sabremos que mereció la pena el sufrimiento, que humanamente no se entiende, y que la muerte tuvo sentido porque Cristo, Dios mismo encarnó, para que después en la otra vida vivamos eternamente “como dioses, resucitados, participando de la gloria divina, en un estado glorioso, que ninguna criatura es capaz de concebir. Por eso, la liturgia del sábado santo en el pregón pascual nos dice que el don de la redención superó al pecado del hombre con estas palabras: “Necesario fue el pecado de Adán, que ha sido borrado por la muerte de Cristo. ¡Feliz culpa que mereció tal Redentor!

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