jueves, 24 de diciembre de 2020

Navidad. Ciclo B

La Navidad es el tiempo en que se recuerda y celebra el nacimiento del Amor de Dios, hecho hombre, en la Persona de Jesús, Salvador, nacido en Belén de Santa María Virgen; amor que fue enseñado en su vida oculta durante treinta años con el ejemplo vivo de la oración y del trabajo; predicado en su vida pública por la proclamación del Evangelio y realización de milagros, y demostrado con su muerte en la cruz, con el derramamiento de su sangre divina. El tiempo litúrgico de Navidad es una ocasión muy buena para hacer unas reflexiones sobre el amor verdadero, el amor cristiano en sentido teológico. 

El amor, esencia de la vida del ser humano y fundamento de su felicidad en esta vida y en la otra, es uno de los conceptos más difíciles de entender y explicar porque forma parte del misterio del hombre en la más profunda intimidad de su existencia. Los poetas idealizan el amor con su musa más o menos inspirada; los literatos lo describen con estilos diferentes, acomodados a su manera de pensar y vivir; los filósofos hacen discursos sobre él, a capricho de la ideología de su pensamiento; los artistas gastan su genio en expresarlo con su propia personalidad en signos diversos; y cada uno, hijo de su padre y de su madre, lo entiende y lo vive a su manera o con arreglo a la cultura o formación humana y religiosa que ha recibido. 

Para unos amar es sentir en el propio ser una inclinación hacia una persona que radica en el sentimiento o en el alma, y lo viven y demuestran de muchas maneras. Para otros el amor consiste en buscarse a sí valiéndose del otro: te amo porque te necesito, porque tú me sirves para que sea yo. Para la gente del mundo, el amor es una satisfacción sexual, que calma por un momento la pasión de la carne y, sin alimentar el corazón, lo deja con hambre de egoísmo sexual. El sexo es complemento del amor matrimonial, cuando se busca con él la expresión del amor natural o cristiano, traducido en obras, y no cuando se busca por egoísmo solamente el placer personal animalizado. 

El amor humano suele ser: 
  • causal: te amo porque me amas;
  • final: te amo para que me ames;
  • condicional: te amo si me amas;
  • temporal: te amo mientras me amas.
El amor humano, cualquiera que sea, es limitado, necesitado de correspondencia, imperfecto, incluso el amor de la madre normal, que se considera el amor más perfecto en lo humano, requiere la paga del hijo, aunque el hijo por sí mismo satisface el corazón de la madre, aunque con dolor si no es correspondida por el hijo. La buena madre suele perdonar la falta de correspondencia del hijo; la justifica externamente con dolor en el corazón; la defiende ante extraños, se desahoga con los confidentes, pero jamás la condena. 

El que ama necesita humanamente la correspondencia del amor del otro a quien ama, pues amar y no ser correspondido es más dolor que gozo. Se ama con limitaciones, defectos y pecados, propios de la fragilidad humana de la naturaleza caída. Amar es más darse que dar, pues el que ama da también, pues el dar es expresión necesaria del darse. 

El que dice que ama y no da, se ama más que ama. Dar porque que te dan es educación, agradecimiento o correspondencia. Dar solamente para que te den, es egoísmo. ¡Qué gozo tan singular se siente cuando se hacen cosillas insignificantes que nadie sabe, por amor a Dios! Cuando prestas a la persona que amas continuos y pequeños servicios, eres Señor del amor en grandes cosas. Las cosas pequeñas se hacen grandes, las ordinarias extraordinarias, y las extraordinarias heroicas por la magia virtuosa del amor. El hombre de fe nunca hace cosas pequeñas, pues todas las cosas que hace son grandes, porque grande es Dios por quien las hace. 

El verdadero amor se explica solamente en sentido evangélico, cristiano, teológico: amar de balde, aunque uno no sea correspondido humanamente en el amor, al estilo de Dios, que se nos ha regalado en la Persona de Jesucristo. "En esto hemos conocido el amor: en que Él ha dado su vida por nosotros" (I Jn 3, 16). 











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