Como todos sabemos hoy celebramos la solemnidad de la Inmaculada Concepción, uno de los cuatro dogmas que la Iglesia ha definido respecto de la persona de María: Inmaculada Concepción, Maternidad divina, Virginidad perpetua y Asunción a los Cielos.
Fundándonos en estos cuatro dogmas marianos de la Iglesia Católica, los teólogos han buscado muchos títulos que aparecen resumidos en la letanía que rezamos después del santo rosario, y también de una manera especial en las misas recientemente publicadas por la Santa Sede en honor de la Santísima Virgen.
Vamos a explicar brevemente el misterio que estamos celebrando, de manera sencilla.
Si nos atenemos a la palabra tal como está enunciado el dogma, Inmaculada Concepción significa no manchada. ¿Pero cómo se entiende concepción no manchada? Porque realmente en la Santísima Virgen hay dos tipos de concepciones no manchadas, una como hija, en cuanto fue concebida, y otra en cuanto concibió como madre.
Hoy no celebramos la concepción de María en cuanto que concibió a Jesús virginalmente, como madre: la virginidad de María en cuanto que concibió a su Hijo, Jesús, por obra del Espíritu Santo, cosa que realmente fue una excepción en la Historia de todas las mujeres que engendran o conciben, ya que todos los hijos venimos al mundo por una cooperación de hombre y mujer, padre y madre.
Celebramos hoy la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María, como hija, como persona, la cual desde el primer momento en que fue concebida dentro del útero de su madre, Santa Ana, fue liberada de pecado, hecho histórico que no se puede entender. No asumió, por decirlo de alguna manera, el pecado original que todo ser humano hereda en el mismo instante de ser concebido.
En la historia de la evolución del dogma hubo muchos inconvenientes. No creáis que este dogma ha sido creído desde siempre, pues hasta el siglo XIV no se reconoció a María Santísima como Inmaculada, porque existían problemas de tipo dogmático, que vamos a reseñar.
La mayor dificultad para la creencia de esta verdad era el dogma de la redención universal de todos los hombres del pecado original. La argumentación era fácil de entender: Si María era un ser humano, debió contraer el pecado original, como todas las personas humanas, y ser redimida también por Cristo. Por esa razón los antiguos teólogos veían seria dificultad en conciliar la redención de todos los hombres con la inmaculada concepción.
Desde el siglo XIV hasta el año 1.854 fue evolucionando el dogma, precisamente por parte de los teólogos españoles que en aquellos tiempos había en nuestra querida España, de los mejores de la Iglesia Católica. Poco a poco se fueron haciendo estudios serios en la revelación de la Iglesia, y se llegó a la conclusión de que María Santísima, por un privilegio especial fue concebida sin pecado. Y, por fin, el 8 de Diciembre del año 1.854, el Papa, Pío IX, en la bula Inefabillis Deus definió el dogma de la Inmaculada Concepción con estas palabras: “María Santísima desde el primer instante de su ser fue concebida sin pecado original”, como verdad revelada.
Se podía haber definido de manera positiva: María Santísima fue concebida desde el primer instante en plenitud de gracia, que es lo mismo. El Papa por razones fundadas en la Revelación definió el dogma de modo negativo: “María fue concebida sin pecado original”. Y afirma claramente que este dogma está revelado.
Realmente no existe ningún argumento escriturístico del Antiguo ni del Nuevo Testamento que lo acredite científicamente, pero está en la Revelación de la Tradición de la Iglesia. Algunos teólogos marianos aducen dos textos, que realmente no prueban con ciencia bíblica este dogma, sino que sirven para una argumentación teológica consecuente: El primero es del Génesis y fue pronunciado por Dios, después del pecado que cometieron nuestros Padres, Adán y Eva, anunciando la promesa de la Redención: “Pondré enemistades entre ti y la mujer, y entre tu linaje y el suyo; éste te aplastará la cabeza, y tú le acecharás el talón” (Gén 3,15). Dicen algunos teólogos antiguos que la mujer que aparece en este texto enigmático, poético y profético se refiere a María, pero en realidad hay que interpretarlo teniendo en cuenta otros textos de la Sagrada Escritura y de la Tradición con argumentaciones teológicas, un poco discursivas.
Otro texto de la Sagrada Escritura que aducen algunos antiguos teólogos y Padres de la Iglesia para probar la Inmaculada Concepción es éste: “llena de gracia” (Lc 1,28) palabras con las que saludó el ángel Gabriel a María para anunciarle su maternidad, por obra y gracia del Espíritu Santo.
Este texto no es directo, sino indirecto, pues es necesario hacer un discurso para llegar a la conclusión de que María fue concebida Inmaculada. Si María estaba en plenitud de gracia, no podía tener ningún pecado, ni siquiera el original, dicen ellos.
Este argumento no prueba claramente por sí mismo la inmaculada Concepción, pues María pudiera haber sido concebida en pecado original como todo hijo de Adán, y después recibir la plenitud de gracia para cumplir su misión de Madre del Redentor. Sin embargo, teniendo en cuenta que María fue creada y destinada a ser Madre de Dios, convino que María fuera creada Inmaculada, como se deduce de la Revelación con argumentos teológicos.
El Papa prescinde de los argumentos escriturísticos y solamente define que está en la Revelación que María santísima fue concebida sin pecado.
¿Por qué María fue concebida sin pecado? Porque estaba destinada a ser Madre de Dios. Voy a decirlo de otra manera: Dios no eligió a María Santísima porque era santa, porque estaba libre de pecado, sino que la hizo libre de pecado y santa porque estaba destinada a ser “hija, Madre de Dios”. Parece que es mejor que la Madre de Dios engendrara a su Hijo, siendo Inmaculada que pecadora, con pecado original heredado.
La Virgen Santísima, en cuanto a su Inmaculada Concepción, es la primera piedra de toda la teología mariana, porque el fundamento principal es la Maternidad Divina. ¡Qué grande es María Santísima! Fue concebida sin pecado, o, si queréis, en plenitud de gracia, porque estaba destinada a ser Madre de Dios. Luego, como es la Madre de Dios y en plenitud de gracia, tiene todas las gracias, y consecuentemente todos los dones y virtudes del Espíritu Santo.
Y a nosotros ¿qué nos dice esto que parece en argumento puramente teológico, creo que al alcance de cualquiera? Que tenemos una Madre llena de gracia, y nosotros estamos llenos de desgracia, pues la mayor desgracia que podemos tener es el pecado. Que María es la plenitud de virtudes, y nosotros tenemos pocas virtudes o las tenemos imperfectas, limitadas y defectuosas. Que María está en plenitud de los dones del Espíritu Santo, y nosotros poseemos los dones del Espíritu Santo con pobreza, limitaciones e imperfecciones.
Santo Tomás de Aquino hace una especie de paralelismo, siempre paradójico y simbólico, entre el organismo natural y el organismo sobrenatural. El organismo natural está compuesto de cuerpo y alma, parte material y parte espiritual. El alma es la vida del hombre. Algo así concibe él, en la gracia santificante, es la vida del organismo sobrenatural.
Para operar, el alma se vale de las potencias espirituales y corporales. Así también, la gracia necesita para operar sus potencias, que son las virtudes y dones del Espíritu Santo. Luego el principio de la vida natural es el alma y el principio de la vida sobrenatural es la gracia.
Por consiguiente, y como aplicación práctica de la Inmaculada Concepción, lo más importante para un cristiano es estar en gracia, vivir en gracia, y si queréis, un poco en sentido de buen humor, “vivir con gracia la gracia de Dios”.
La virgen Santísima, contemplada en su Inmaculada Concepción, en plenitud de gracia, es modelo en nuestra vida de gracia, libre de pecado, y modelo de virtudes, distintas para cada uno. Quizá para alguno o para muchos de nosotros es modelo de la virtud de la alegría, porque estamos tristes por razones diversas. En este caso la Inmaculada es para ti causa de alegría. Para otro será modelo de caridad, de paciencia, de castidad, porque hoy no se celebra sólo la “pureza de María”, sino la plenitud de gracia y la santidad de María en todas sus virtudes.
Recordáis qué errores cometimos en España, no por culpa de la Iglesia, sino por el comercio, cuando celebrábamos hoy el día de la madre; o cuando celebrábamos el día de la pureza de María, la fiesta de las Hijas de María en todos los pueblos de España. Hoy no es el día de la madre, ni mucho menos; ni tampoco es el día de la pureza. Hoy es el día de la Santidad de María. Si queremos decir Inmaculada Concepción, en sentido positivo, hoy es el día de la Santísima Virgen María. Santísima en plenitud de gracia, virtudes y dones del Espíritu Santo.
Que cada uno pida a la Santísima Virgen aquella gracia que necesite. Hermanos, que la Santísima Virgen nos conceda todas las virtudes que necesitamos, porque es causa de la alegría, es causa de la paz, es causa del amor, es causa de la humildad, es causa de la pureza, es causa de todas las virtudes. Y causa de la seguridad de que hoy estoy cumpliendo la voluntad de Dios, haciendo lo que tengo que hacer, en unión de la Santísima Virgen, Santísima en su Inmaculada Concepción.
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