Y el Dios de la paz estará con vosotros (Flp 4,9)
¿En qué
consiste la paz que Dios quiere para todos los hombres?
La paz no consiste en la ausencia de guerra ni en la abundancia de bienes,
porque el bienestar social sin armas no causa la verdadera paz. Existen
familias que nadan en riquezas, que no se tiran los trastos a la cabeza, y no
son felices. Y hay personas a quienes les sobra todo, tiene incluso poder y
dinero, viven en ambientes pacíficos, y tampoco son felices.
La guerra temperamental producida por el carácter más o menos violento,
exaltado, nervioso, sanguíneo, debe compaginarse con la paz espiritual. Se
puede estar tranquilo en la conciencia y tener los nervios de punta, que no son
causas de pecado, sino objeto de tratamiento. Sólo Dios sabe cómo y cuánto peca
el que sufre tener un temperamento difícil; y poca o casi ninguna
responsabilidad moral tiene el que obra con desequilibrio mental.
Las envidias y peleas y todo tipo de males, que provienen del desorden de
las pasiones, causan la guerra en las familias y en los ambientes de la
Sociedad. Como remedio para estos males está la sabiduría de Dios, que es
amante de la paz. Para entender el sentido de esta frase habrá que
explicar qué se entiende por sabiduría y qué por paz.
La sabiduría de arriba o de Dios nada tiene que ver con la sabiduría
humana, que es el conocimiento de la ciencia, que suele engendrar soberbia y no
paz. No el mucho saber harta y satisface el alma, sino el saborear las
cosas internamente, nos dice San Ignacio de Loyola.
La sabiduría del Espíritu Santo consiste en saber las verdades de la fe y
vivir conforme a ellas con comportamientos acordes con la Ley de Dios en
vivencia continuada de gracia. El que obra bien, cristianamente, tiene en su
raíz y en su fruto la paz del alma, que es sabiduría de la gracia. En algunos
cristianos el saber de la fe se saborea por dentro en experiencias místicas
habituales o en ráfagas ocasionales.
Que el Señor nos conceda el don de la paz en España y la sabiduría del Espíritu Santo.
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