lunes, 18 de marzo de 2024

Solemnidad de San José. Ciclo B


 ¿Quién era San José?

 Podéis todos decir: que pregunta más simple, más fácil. Todos sabemos que era el esposo de la Virgen María, el padre legal de Jesucristo. Es cierto, pero yo no pretendo con esta pregunta saber la personalidad  evangélica de San José, sino que quiero explicar su personalidad humana y espiritual.

San José fue en cuanto a su personalidad humana un hombre, como todos los demás: concebido en estado de pecado original; sometido, como cualquier hijo de Adán, a tentaciones, a luchas, a vaivenes de la convivencia social, a malos momentos, como tú y como yo, y como cada hijo de Dios.

Tenía sus defectos temperamentales, que no se pueden evitar y no son pecados, aunque sean molestias u ofensas para los hombres. Fue un hombre bueno, inteligente, virtuoso, perfecto, santo. Sólo se diferenciaba de nosotros en que él era santo y nosotros queremos ser santos y trabajamos por serlo; en que él es el Santo más grande que hay en el Cielo, después de María Santísima, por ser el Esposo de la Virgen, Madre de Dios, y Padre adoptivo del Hijo de Dios, Jesucristo, y nosotros somos hijos de Dios e hijos de María Santísima.

Se podría decir que por ser San José el padre adoptivo de Jesús, y por ser nosotros hermanos de Jesús, San José es, de alguna manera, padre legal de todos los hombres, a diferencia de María, que es realmente Madre espiritual de todos los hombres.     

Hay un pasaje en el Evangelio donde aparece la virtud de San José, como hombre santo, y es aquél en que se cuenta el hecho de que San José  observó en su mujer, su esposa, signos evidentes de maternidad, al regreso de la visita que hizo a su pariente  Santa Isabel, en Ain Karin, cerca de Jerusalén. Este suceso está narrado por San Lucas 1,39-45, pero por ser un pasaje sabido, no merece la pena reseñarlo.

San José, ante este hecho evidente de la concepción de su mujer, lo debió de pasar muy mal. Probablemente pasó noches sin dormir dándole vueltas a la cabeza. ¿Cómo se explica esto en María, mi esposa? Sabía que su mujer era santa, virtuosa y virgen; y que en la maternidad de María, él no tenía arte ni parte, como decimos vulgarmente en castellano. Y como consecuencia de romperse la cabeza pensando en este asunto, le sobrevino la zozobra, la inquietud, la desazón, el malestar, la lucha, la tentación y una serie de interrogantes sin respuestas.

A esta lucha verdaderamente crucial, que tuvo que padecer San José, la llama Martín Descalzo la noche oscura de José, porque por más que pensaba y buscaba razonamientos para buscar una solución, no encontraba ninguna. Se sentía aprisionado en un laberinto sin salida.

Después de pasarse días y noches con cavilaciones de tortura, a San José se le ocurrieron tres posibles soluciones de comportamientos para con su mujer.

Primera: dejarla privadamente. Pero esta opción no le pareció humana ni religiosa, porque él hubiera quedado ante el pueblo con la mala fama, injusta, de mal esposo, que abandona a su mujer dejándola embarazada, hecho que merecería ser llevado a los tribunales del Sanedrín. Y desechó esta solución.

Segunda: Hablar serena y piadosamente con su esposa; y en el caso de que hubiera sufrido una posible violación, comprenderla, amarla y aceptar el fruto de sus entrañas como algo natural dentro del matrimonio. Nadie se iba a enterar y él cumplía un deber de amor comprensivo y un acto de caridad extrema para con el hijo de su mujer.

Pero esta decisión suponía par los dos, principalmente para él, tema muy espinoso y desagradable. Y desechó esta opción.

La tercera opción podría ser cumplir la ley: acudir a los tribunales y pedir el derecho de repudio que consistía en dejarla legalmente abandonada. Pero este comportamiento, aunque legal, era frío, poco humano y caritativo, porque sería dejar a su mujer, a la que suponía santa, con un desprestigio inmoral público.  Y para José era cumplir la ley con poca caridad y comprensión, cosa que le remordía la conciencia.

Ante esta situación angustiosa, de verdadero martirio cabe una pregunta de difícil contestación: ¿Por qué María no le dijo a José que había concebido por obra y gracia del Espíritu Santo? Sencillamente parece la mejor solución puesto que ambos eran santos, y ambos entenderían perfectamente los planes de Dios. Sin embargo, no lo hizo. ¿Por qué? ¡Misterio! ¿Por qué San José no pidió a su Esposa una explicación del hecho de su concepción?

Le dio vergüenza porque suponía culparla de algo malo que en Ella de ninguna manera ni siquiera imaginaba. Por supuesto que no podía adivinar la realidad el hecho de la concepción inmaculada de su mujer, por obra del Espíritu Santo.

Yo pienso que la mejor solución fue la que adoptó María, porque la tomó la Virgen que era Santísima, tal vez por inspiración divina: el silencio, ya que la concepción de María era  un misterio sobrenatural, que sólo se cree por la fe o por revelación de Dios, como sucedió. Si María se lo hubiera a San José ¿él la hubiera creído? Tal vez, pero si las cosas sucedieron de esa manera, hay que pensar que fue lo mejor.

En estas cábalas estaba José, terriblemente tentado y angustiado y sin saber qué hacer, cuando un ángel del Señor se le apareció y le dijo: “José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, a casa, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo” (Mt 1,16.18-21.24).

Cuando la revelación vino de parte de Dios, por medio de un ángel, José, hombre de fe, creyó en la concepción de Jesús en el seno virginal de María.

Esto mismo pasa ahora con nosotros, que creemos en Jesucristo en la Eucaristía, no porque nos lo han dicho nuestros padres, ni porque nos lo han enseñado en la escuela o en la catequesis, sino porque tenemos fe. Nadie cree si no tiene la potencia de creer.

Hay muchas cosas en la vida que no entendemos, muchos interrogantes que nos hacemos frecuentemente, y para los que no encontramos solución. Nos preguntamos muchas cosas inútilmente ¿Por qué, por qué, por qué...? No pierdas el tiempo en romperte la cabeza, buscando soluciones humanas a los misterios de fe. Cree porque te ha revelado la fe.

A imitación de San José, ante los misterios de la vida que no entiendes, ora, sé fiel cumplidor de la Ley y espera que Dios solucione las cosas que no tienen solución humana, sabiendo que “en todas las cosas interviene Dios para el bien de los que ama” (Rm 8,28).

1 comentario:

  1. Preciosa reflexión y preciosa fotografía. Así concibo yo a San José. Es mi protector especial

    ResponderEliminar