“El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado” (Mc 16,16)
La liturgia de la Palabra en la segunda lectura de este domingo me ofrece
una oportunidad para exponer esquemáticamente unas breves reflexiones sobre la
fe, recordarla, vivirla consecuentemente y pedir por los
que la tienen prendida con alfileres, equivocada o no la
tienen. Los cristianos somos peregrinos en la tierra que caminamos con los ojos
vendados, sin ver a Dios, guiados por la fe, siguiendo el Magisterio
de la Iglesia.
Enumero los títulos principales de la fe que voy a explicar doctrinalmente
con comentarios espirituales: Naturaleza de
la fe, la fe es misterio, la fe es gracia, la fe es vida, la fe es
obediencia, la fe es compromiso, la fe es
necesaria para la vida eterna, la fe divina se vive humanamente.
La fe no es esencialmente:
- un gusto humano que
se practica y se vive, si gusta; y si no gusta, como es opción libre, se deja,
y no pasa nada;
- un sentimiento
religioso que se fomenta, si se siente o se abandona, si no se siente,
aburre, cansa, y, si no dice nada, se deja;
- ni una costumbre de rezar oraciones, practicar devociones o asistir a actos religiosos, procesiones por devoción, obligación o compromiso. Porque la fe y el bautismo son necesarios para salvarse (Mc 16,16) de hecho o en el deseo.
La fe es un don divino con
cierta inclinación, distinta en cada persona, a las cosas de Dios. Puede
ser verdadera, como la fe católica, vivida por
los cristianos de muchas maneras, o equivocada o
falsa, vivida por muchos hombres religiosos por distintas razones
sociales o históricas. En sentido católico no tiene más fe el que más le gusta,
practica y siente las cosas de Dios, sino el que cumple con gusto,
sin él o sacrificio los mandamientos de Dios, pues la fe no es un
gusto, sino una obligación; ni tampoco un sentimiento religioso, porque en
bastantes personas es un desequilibrio psíquico. "La fe
es ante todo una adhesión personal del hombre a Dios; es al mismo tiempo e
inseparablemente el asentimiento libre a toda la verdad que Dios ha
revelado" (Cat 151).
La fe es misterio
Si Dios es misterio
en el ser y en el obrar, las verdades sobre Él tienen que ser
forzosamente misteriosas, pues no caben las realidades de Dios en el
entendimiento humano, como no caben las aguas del mar en un dedal. Los
misterios de fe superan la capacidad de los sentidos y la potencia del entendimiento,
pero no se oponen a la razón, sino que están sobre la razón, porque son
sobrenaturales y se viven sin entenderlos. "La fe es la garantía
de las cosas que se esperan, la prueba de aquellas que no se ven" (Heb
11,1)
La fe es gracia
La fe no se puede
conseguir con las fuerzas naturales porque es gracia que se recibe de Dios en
el bautismo o en sus suplencias, como veremos después. Sólo el Espíritu Santo
causa la fe, y los medios
naturales la ocasionan, como los padres transmiten la
vida que Dios causa. "Por gracia estáis salvados, mediante la fe.
Y esto no viene de vosotros: es don de Dios. Tampoco viene de las obras, para
que nadie pueda presumir" (Ef 2,8-9).
La fe es vida
La fe no consiste en creer simplemente
un conjunto de verdades reveladas, porque se cree para vivirla. Los cristianos
que viven en gracia rezan el credo, y los que están en
pecado mortal o no creen lo recitan. "El que cree tiene vida
eterna" (Jn 6, 47)
Sólo el Papa es
el Maestro Supremo de la fe en toda la Iglesia; los Obispos son
también Maestros auténticos de la fe en su propia Diócesis, si
están concordes entre sí y bajo la autoridad del Papa; los teólogos son
estudiosos de la fe, y los sacerdotes, catequistas y cristianos son
propagadores o evangelizadores de la fe que enseña y vive la Iglesia.
Se avanza en la fe con la gracia de la persecución y la providencia del tropezón. Por el camino de la fe se anda con los pies haciendo juego con las rodillas en la oración, vida sacramental y operatividad de buenas obras.
La fe es obediencia
El que tiene fe
obedece siempre y todo lo que la Iglesia manda.
"Cuando Dios revela, hay
que prestarle la obediencia de la fe, por la que el hombre se confía libre y
totalmente a Dios, prestando a Dios revelador el homenaje del entendimiento y
de la voluntad. Para profesar la fe es necesaria la gracia de Dios que previene
y ayuda, y los auxilios internos del Espíritu Santo, el cual mueve el corazón y
lo convierte a Dios, abre los ojos de la mente y da a todos la suavidad en el aceptar
y creer la verdad" (DV 5). Sin la gracia
de Dios no se llega a la fe por la lógica de ciencia natural, ni se vive sin
los auxilios del Espíritu Santo que ilumina la mente y mueve el corazón para
aceptar y creer la Verdad de Dios.
La fe es una exigencia bautismal
que compromete a todos los cristianos, y no una opción libre que se
elige. Los mandamientos de la Ley de Dios son obligatorios
pero libres, ateniéndose al examen final del juicio de
Dios, justo y misericordioso después de la muerte. Algo así como al estudiante
es libre estudiar la carrera, pero es obligatorio aprobar el examen para
obtener el título académico.
La fe es necesaria
"El que crea y sea
bautizado se salvará, pero el que no crea se condenará" (Mc
16,16), dice el Evangelio.
Sin fe nadie puede
salvarse. El Bautismo de agua es necesario para la salvación, pero tiene sus
suplencias: la buena fe de los que viven la religión que
conocen y la profesan con sincero corazón, la rectitud de
conciencia en el bien obrar y la misericordia
infinita, pues Dios es tan infinitamente sabio, poderoso y
misericordioso que no se somete a un solo medio para la salvación de todos los
hombres, pues son infinitos los caminos, no catalogados en la
teología de la fe católica, por los que Dios salva. "El Bautismo
de sangre, como el deseo del Bautismo, produce los frutos del Bautismo sin ser
sacramento" (Cat nº 1258).
La fe divina se vive humanamente
La fe, que es divina, se vive de
manera humana con virtudes, defectos, pecados, miserias, debilidades,
condicionamientos, rarezas, manías, complejos, fanatismos, evaluados
por la misericordia infinita de Dios, Padre. La fe coexiste con la
ignorancia religiosa, y la ciencia teológica que puede existir sin fe.
Dialoga sobre la fe con quienes quieren conocerla; compártela con
quienes quieren vivirla contigo; enséñala a quienes quieren
aprenderla; y predícala a quienes quieren escucharla, pero no
la impongas a nadie.
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