DOMINGO DECIMONOVENO DEL TIEMPO ORDINARIO
(Ciclo b, 12 de Agosto de 2012)
“Yo soy el pan de vida” (Jn 6, 35)
En el discurso que Jesús pronunció en Cafarnaúm sobre la promesa de la Eucaristía afirmó categóricamente: “Yo soy el pan de vida”; pan, dijo, que no es como el maná que vuestros padres comieron en el desierto (Jn 6, 48), sino su cuerpo y su sangre, verdadera comida y verdadera bebida. Y lo que prometió, lo realizó el día del Jueves Santo en la institución de la Eucaristía con estas palabras: Tomad, comed: esto es mi cuerpo. Bebed todos; porque esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados (Mt 26,26-27).
La Eucaristía, entre otras características esenciales, produce los siguientes frutos:
- alimenta a los que comulgan en estado de gracia, de manera analógica a como el pan alimenta el cuerpo, conserva la salud y lo vivifica con la garantía de la vida eterna y preanuncio de la resurrección en el último día, como dijo Jesús en el Evangelio: “Os aseguro que si no coméis la carne y no bebéis la sangre de este Hombre, no tendréis vida en vosotros. Quien como mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré el último día, porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida" (Jn 6,53-55);
- borra los pecados veniales;
- concede fuerzas para no cometer el pecado;
- une con Cristo a todos los comulgantes en un solo Cuerpo, porque todos los que comulgan en gracia se unen entre sí formando un solo Cuerpo Místico con Cristo.
- repara los pecados de los vivos y difuntos y obtiene beneficios espirituales o temporales (Cat 1414).
- fortalece la unidad de la Iglesia contra tantas asechanzas que sufre;
- une al comulgante con la Iglesia del Cielo, la Santísima Virgen y todos los santos (1419).
En sentido amplio, en la Eucaristía existe una verdadera comunión de Cristo con toda la creación material y espiritual, visible e invisible, angélica y humana, porque Cristo es la cabeza de todos los seres creados.
La comunión no es un acto antropófago: comer el cuerpo y beber la sangre de Jesús en sentido humano, sino verdadera comida y verdadera bebida en sentido místico sacramental, misterio que trasciende la capacidad del entender humano y que sólo en el Cielo se puede entender.
La comida eucarística, sacramentalmente recibida en estado de gracia, y no por costumbre o rutina, transforma la vida cristiana en sobrenatural y hace que el alma sea un cielo de fe en el tiempo, y en la eternidad un Cielo eterno de visión y gozo con la Santísima Trinidad en unión de todos los santos y ángeles.
Al fin del mundo, cuando todas las cosas se conviertan en los nuevos cielos y la nueva tierra, toda la Creación será “Eucaristía”, acción eterna de gracias por toda la Creación y Redención.
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