VIGÉSIMO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
(Ciclo b, 19 de Agosto de 2012)
“Gustad y ved qué bueno es el Señor”
¡Qué bueno es el Señor!
En el salmo responsorial de la Liturgia de la Palabra de este domingo el pueblo ha proclamado una frase metafísica mente cierta y doctrinalmente dogmática: ¡Gustad y ved qué bueno es el Señor! Esta verdad indiscutible para la fe, la razón humana no la entiende, porque siendo Dios Bondad eterna e infinita quiere y permite muchos males que existen en el mundo. Aprovecho esta homilía para explicar la bondad de Dios en todos los acontecimientos.
Dios es Amor, Bondad infinita, y no puede obrar de otra manera que haciendo el bien. Todas las cosas que existen y provienen de Dios directamente son buenas, porque han sido creadas por Él con sabiduría infinitamente poderosa y bondadosa.
Reflexionemos. El Universo con infinitos seres diversos en perfección, conocidos y por conocer, son signos de la Bondad de Dios. La Tierra, con tantos seres creados en relación íntima unos con otros formando un conjunto de maravillas incomprensibles e inimaginables en su ser y funcionamiento, es un regalo de Dios al hombre para que viviera en ella y la cultivara en estado de justicia original; y al fin de un tiempo, si superara una prueba que se desconoce, y no superó, fuera trasformado en cuerpo glorioso para el Cielo. La Tierra después del pecado original fue el escenario de la Redención, donde Jesucristo, Dios, se hizo hombre, vivió, enseñó el camino del Cielo murió y resucitó. Al fin del mundo, la Tierra será transformada en los Nuevos Cielos y la Nueva Tierra para ser eternidad y gozo de la Santísima Trinidad, en unión de toda la Corte celestial. ¡Qué misterio de Amor!
Dentro de esta inconmensurable variedad de bienes, signo inequívoco de la sabiduría, poder y bondad de Dios para el hombre, también existen males en el mundo. ¿Por qué? Hagamos algunas reflexiones.
¿Por qué existe el mal en el mundo?
¿Cómo se concilia el mal humano que Dios quiere o permite con la bondad infinita y eterna de Dios?
El bien y el mal son conceptos absolutos que hay que evaluar desde la fe, y no desde la óptica miope del entendimiento humano. El bien absoluto es aquel que nos conduce a Dios, y el mal absoluto el que nos separa de Él. Por lo que el mal humano que Dios quiere no es un mal absoluto para el hombre sino un mal relativo de medio para un bien supremo y último, que es la vida eterna con Dios en el Cielo; y el bien humano que gusta y apetece, si nos aparta de Dios, es un mal que nos conduce a la condenación eterna. En la planificación eterna de la Creación existe una armonía de perfección conjunta en todas las cosas, que están coordinadas y subordinadas jerárquicamente al fin último para el que fueron creadas, que es la gloria de Dios, y al fin próximo que es la salvación de todos los hombres. Y el mal que el hombre quiere es fruto de su libertad, mal usada.
Incógnitas por despejar
Existen interrogantes sobre el mal, que no tienen respuesta humana.
¿Por qué hay tantos enfermos incurables, físicos y psíquicos con dolores inaguantables, sin esperanza, consuelo y sin remedio humano? ¿Por qué Dios quiere positivamente tantas catástrofes naturales: inundaciones, terremotos, huracanes, erupciones volcánicas...? Si vienen directamente de Dios, que es Bueno, sin ninguna intervención humana ¿por qué los quiere? Porque no son males absolutos sino males de medio para fines de bienes supremos y últimos, que sólo Dios conoce. Valga un ejemplo con cierta analogía comparativa. Un padre que ama con locura a su hijo quiere una difícil, complicada y dolorosa operación para él, porque es un mal relativo de medio para un bien supremo que es la salud.
¿Por qué sufren y mueren tantos niños inocentes por culpa de las injusticias humanas? ¿Por qué existen tantos odios, injusticias, venganzas, asesinatos, secuestros, guerras? Si Dios es bueno ¿por qué permite el mal en el mundo? Y si es todopoderoso ¿por qué no remedia tantos males humanos que existen, pudiendo? ¿Cómo se concilia la bondad infinita de Dios con los males que Dios permite en el mundo? La respuesta desde la fe es porque Dios creó al hombre libre con capacidad de hacer el mal, que Dios no lo quiere y lo permite para un bien supremo y universal y último que no se conoce. Estos males humanos queridos por los hombres son relativos para bienes eternos que veremos en el Cielo, y, sobre todo, al fin del mundo, donde todo se verá con claridad evidente divina.
¿Por qué existe la muerte?
¿Existe la vida eterna? ¿Qué hay después de la muerte? Sobre estos angustiosos y grandes interrogantes del hombre, que son evidentes, han pensado los más sabios de todos los tiempos, sin que hayan encontrado respuesta humana que satisfaga. Han discurrido los filósofos racionalistas buscando sus causas y han caído en el ateísmo, escepticismo, pragmatismo, existencialismo o agnosticismo; los “místicos” de las más diversas culturas religiosas han sostenido muchas teorías con contradicciones y afirmaciones vagas, gratuitas y peregrinas; el hedonismo se echa en manos de la buena vida, buscando el bien en el placer y huyendo del mal humano, sin cuestionarse problemas que no tienen solución, porque el mundo está mal hecho.
En definitiva, el problema del mal a la luz de la razón ha sido, es y será siempre una incógnita por despejar.
La fe católica explica la existencia de la muerte de la siguiente manera:
El hombre creado perfecto en santidad y justicia pecó, y por el pecado original vinieron todos los males al mundo. Aquella misteriosa culpa, que tantas desgracias trajo al mundo, motivó la encarnación del Hijo de Dios, su vida, muerte y resurrección, que es un bien infinitamente superior al que Dios regaló al hombre en su creación de santidad y justicia. Así lo dice la liturgia de la vigilia del Sábado Santo en el pregón pascual: "Necesario fue el pecado de Adán, que ha sido borrado por la muerte de Cristo. ¡Feliz culpa que mereció tal Redentor!
El Concilio Vaticano II recoge los grandes interrogantes del hombre con estas palabras:
"¿Qué es el hombre? ¿Cuál es el sentido del dolor, del mal, de la muerte, que, a pesar de tantos progresos hechos, subsisten todavía? ¿Qué valor tienen las victorias logradas a tan caro precio? ¿Qué puede dar el hombre a la Sociedad? ¿Qué puede esperar de ella? Qué hay después de esta vida temporal?" (GS 10).
"El hombre, en efecto, cuando examina su corazón, comprueba su inclinación al mal y se siente anegado por muchos males, que no pueden tener origen en su Santo Creador...La Iglesia, aleccionada por la revelación divina, afirma que el hombre ha sido creado por Dios para un destino feliz, situado más allá de las fronteras de la miseria terrestre. La fe cristiana enseña que la muerte corporal, que entró en la historia a consecuencia del pecado, será vencida, cuando el omnipotente y misericordioso Salvador restituya al hombre en el estado de salvación perdida por el pecado" (GS 13.18).
"Cree la Iglesia que Cristo muerto y resucitado por todos da al hombre su luz y su fuerza por el Espíritu Santo, a fin de que pueda responder a su máxima vocación, y que no ha sido dado bajo el Cielo a la humanidad otro nombre en el que sea necesario salvarse. Igualmente cree que la clave, el centro y el fin de toda la historia humana se hallan en su Señor y Maestro. Afirma además la Iglesia que bajo la superficie de lo cambiante hay muchas cosas permanentes, que tienen su último fundamento en Cristo, quien existe ayer, hoy y para siempre" (GS 10).
El mal que ahora triunfa sobre el bien será aniquilado en el último día, cuando Jesús vuelva al fin del mundo a poner definitivamente todas las cosas en su sitio y a juzgar a los hombres sobre el amor a Dios y al prójimo (Mt 25,31 ss).
En conclusión. Por encima de todos los males que existen en el mundo, los creyentes de fe firme debemos bendecir a Dios en todo momento, porque todo lo que sucede en este mundo, bueno y malo, en su última finalidad en un bien supremo último y universal. Por consiguiente, bien hemos proclamado como respuesta a la liturgia de la Palabra: Gustad y ved que bueno es el Señor.
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