DOMINGO III
DE CUARESMA
El Señor es compasivo y misericordioso
En el salmo responsorial que el pueblo ha dado a la palabra de Dios ha proclamado: El Señor es compasivo y misericordioso,
tema que me da una oportunidad para hacer unas reflexiones espirituales sobre
la misericordia del Señor. Este tratado ocupará cuatro capítulos:
Significado
de la palabra misericordia
Atributo de la misericordia divina
Misericordia de Dios para con el
pecador
SIGNIFICADO DE LA PALABRA MISERICORDIA
La palabra
misericordia etimológicamente proviene de dos palabras latinas: miserum cor,
que significan corazón misericordioso, que según San Agustín tienen el sentido
de compasión interna ante la miseria ajena, que nos mueve e impulsa a
socorrerla, si es posible. Sucede muchísimas veces que nos encontramos ante
muchas miserias o desgracias que no podemos remediar físicamente, y nos
limitamos a compadecernos de ellas y a
prestar a los que las padecen la ayuda que podemos; y cuando nada
podemos hacer la única solución que
existe es la oración en la que encomendamos a Dios los males del prójimo para
que Él haga lo que convenga según su santísima voluntad.
ATRIBUTO DE LA MISERICORDIA DIVINA
Los atributos son conceptos humanos que utilizamos los
hombres para entender y explicar imperfectamente
la realidad del Ser y Obrar de Dios de manera metafórica. De entre ellos, que son muchos, hay dos que
son humanamente difícilmente conciliables: la infinita justicia y su misericordia divina. Santa Teresita del Niño Jesús decía: “tanto espero de la justicia de Dios como de
su misericordia”. ¿Cómo administrará Dios la misericordia con los hombres,
sus hijos? Es un misterio.
Pocas virtudes se ensalzan tanto en la
Sagrada Escritura, principalmente en el Evangelio, como la misericordia
de Dios, como podemos comprobar en las parábolas de la oveja perdida (Lc 15,1-7); del
hijo pródigo (Lc 15,11-32); del siervo que debía diez mil talentos (Mt 18,23-35); del buen samaritano (Jn 10,25-37); y en la alegoría del Buen Pastor (Jn 10,1-21).
Jesús
ejerció su misericordia divina con la mujer adúltera (Jn 8,1-119); la pecadora (Lc 7,36-50); el
paralítico de la piscina (Mc 2,1-12); y,
sobre todo, con el buen ladrón (Lc 23,39-43), el mejor ladrón
del mundo, que logró robar el corazón de Jesús con una petición de un simple
recuerdo: “Señor, acuérdate de mí cuando
estés en tu Reino”. Y fue tan amplio y generoso el perdón de Jesús que le
concedió que no solamente le perdonó
todos sus pecados sino que lo
canonizó en un instante, mereciendo ser el primer santo canonizado de la
Iglesia.
MISERICORDIA
DE DIOS PARA CON EL PECADOR
La misericordia de Dios, aunque es esencialmente la
misma en su propia razón de ser para todos los pecadores, es moralmente
distinta en forma e intensidad para cada pecador y para cada pecado del mismo
pecador. Porque el pecado no es simplemente una trasgresión de la ley, sino el
misterio de maldad con que una persona, distinta y única en el ser y en el
obrar ofende a Dios, teniendo en cuenta su capacidad intelectual, cultura,
formación religiosa, condicionamientos de la persona y circunstancias del
pecado con que ofende a Dios, que
solamente Dios puede evaluar y juzgar en justicia divina y misericordia
infinita. ¿Cuándo un pecado, acto humano, es tan grave como para merecer el
infierno eterno? Sólo Dios lo sabe.
Los cristianos debemos ejercer las catorce obras
clásicas de misericordia, as siete corporales y siete espirituales, y otras
muchas más, incontables, que se nos presentan cada día. Cuando no podamos
remediar las miserias de los hombres, practiquemos la misericordia de la
oración que es “la omnipotencia del
hombre y la debilidad de Dios” en
el sentir de San Agustín, como alguna vez ya he repetido.
Danos, Señor, un corazón compasivo y misericordioso
para comprender, perdonar y no juzgar los pecados de los hombres, orar por
ellos y los nuestros, dejándolos todos en las manos de Dios infinitamente rico
en misericordia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario