RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO
31 de Marzo de 2013
Naturaleza de la
resurrección de Jesucristo
Liturgia de la Palabra
Comentario
espiritual
Naturaleza de la
resurrección de Jesucristo
La resurrección de Jesucristo se podría resumir en las siguientes frases:
- el desenlace glorioso del drama de
la vida de Jesús, hecho histórico del que no se puede dudar;
- el dogma fundamental de la fe
católica;
- el triunfo de la gracia sobre el
pecado;
- la victoria de la vida sobre la
muerte;
- la
esperanza para el cristiano que sabe que viviendo con Cristo, sufriendo
y muriendo con Cristo, resucitará con Cristo;
- la transformación de la vida
terrena por la vida eterna gloriosa, ahora en el tiempo la resurrección del
alma en el Cielo o en el Purgatorio temporalmente. Cuando este mundo termine y todas las cosas
sean transformadas, todos los muertos resucitarán, y las almas que están en el
Cielo se unirán a sus propios cuerpos, y las que estén en el Purgatorio
terminarán su purgación, y unidas a sus propios cuerpos en personas resucitadas
gozarán eternamente del Cielo.
Las almas condenadas resucitarán también y se unirán a sus propios
cuerpos para padecer eternamente el Infierno en cuerpo y alma. Pero el fin
primario de la resurrección es la glorificación de la persona humana.
Liturgia
de la Palabra
En la primera lectura del libro de
los Hechos de los Apóstoles de la liturgia de la Palabra del domingo de
resurrección se nos dice que San Pedro predicó la resurrección a los judíos
incrédulos con estas palabras: A Jesús lo
mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo
hizo ver, no a todo el pueblo, sino a
los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con Él después de la resurrección.
En el salmo responsorial, el pueblo proclama que la resurrección es nuestra
alegría y nuestro gozo, motivo de acción de gracias, porque es eterna su misericordia.
Por eso debemos buscar los bienes de arriba, donde está Cristo y no los de la
tierra, que gustan pero no satisfacen del todo, porque cuanto más se buscan más
hambre de ellos se tiene.
En el
Evangelio de este domingo se narra que María fue al sepulcro, cuando aún estaba
oscuro y vio la losa quitada del sepulcro; y en lugar de concluir que si el
cadáver no estaba allí, era porque había resucitado, porque esta profecía la
había oído de los labios de Jesús centenares de veces, su
inmediata reacción fue ir corriendo a
decir a Pedro y Juan que el cuerpo muerto de Jesús había sido robado y no
sabemos donde lo han puesto. Pedro y Juan, alarmados por esa triste noticia,
sin pensar que tal vez podía ser porque había resucitado, fueron corriendo al sepulcro a comprobar el
hecho. Juan corrió más porque era más joven y llegó al sepulcro antes. Pedro
entró en el sepulcro, vio las vendas en el suelo y el sudario enrollado en un
sitio aparte. Y entonces creyeron, pues hasta entonces no habían entendido la
Escritura que afirma que Jesús había de resucitar de entre los muertos.
Comentario espiritual
Para los que vivimos profundamente
la fe y amamos a Dios en la Persona de Jesucristo con limitaciones y defectos
todo lo que sucede es para un bien que tenemos que aceptar (Rm 8,28).
Cuando meditamos los personajes del
Evangelio, apóstoles y discípulos, y comprobamos en ellos virtudes y defectos,
nos sentimos animados a vivir con más plenitud la fe de la Iglesia, porque los
defectos constitucionales de los santos no siempre ni todos son pecados, sino
debilidades humanas, que Dios comprende con la infinita misericordia de
Padre para con sus hijos.
María Magdalena, San Pedro, San Juan, los demás
apóstoles y las piadosas mujeres escucharon muchas veces de labios de Jesús que
iba a resucitar al tercer día. Seguramente que conocían la resurrección del
hijo de la viuda de Naín, la de la hija de Jairo y la de Lázaro, pero cuando se
trataba de la resurrección de Jesús, parece que dudaron. Pero no es así, pues
es comprensible, porque cuesta creer más
en la resurrección de Jesús muerto con quien habían tratado entonces cuando
estaba vivo, que creerlo ahora con fe heredada de siglos. Lo importante es amar a Jesús con todo nuestro
ser y nuestras fuerzas, y todos los condicionamientos, limitaciones y
debilidades dejarlos en manos de Dios infinitamente misericordioso.
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